El coronavirus ha obligado a cambiar radicalmente el trabajo de las unidades de cuidados intensivos (UCI), en las que ni el miedo a posibles contagios ni la ansiedad generada por el colapso ni los interminables turnos de trabajo han sido tan duros para su personal como no poder coger de la mano a pacientes y familiares en los momentos más críticos de sus vidas.

"El piel con piel, poder tocar la mano de la persona a la que estás cuidando y que está en un estado muy delicado es a veces más importante que cualquier otra cosa. Mirar a los ojos para transmitir. Las barreras de protección que nos vemos obligados a llevar impiden todo eso, dificultan la comunicación", explica a Efe Ana Renedo, coordinadora de trasplantes de la UCI del hospital Morales Meseguer, de Murcia, el que ha sufrido un mayor colapso en la región de Murcia desde que comenzó la pandemia.

Ha sido el único que sobrepasó la capacidad de su UCI con pacientes de Covid-19 y en el momento más crítico de la pandemia, a principios de abril, se acumularon 21 enfermos, cuando el hospital cuenta con 18 camas de cuidados intensivos.

No obstante, ninguno se quedó sin ser atendido, ya que el hospital había habilitado 53 adicionales: 13 en reanimación, 26 en quirófanos y 14 en un nuevo edificio anexo en avanzada construcción pero aún no estrenado, explica el gerente del centro, Andrés Carrillo.

Ese plan de contingencia permitió no solo dar atención de UCI a todos los casos de coronavirus que lo necesitaron, sino también al resto de pacientes de otras patologías, por lo que a pesar de la gran presión asistencial de algunos momentos, la situación en ningún caso ha llegado a ser extrema, subraya.

El Morales Meseguer llegó a tener hospitalizados de manera simultánea a unos 60 pacientes con Covid-19 (en torno a 40 en planta y 20 en UCI), cifras similares a las que ha registrado el mayor hospital de la comunidad autónoma, el Virgen de la Arrixaca, que sin embargo quedó muy lejos de la situación del Morales, ya que cuenta con 40 camas de UCI, de las que con coronavirus solo fueron ocupadas 22 de manera simultánea.

Al margen de las cifras, Renedo asegura que en sus 23 años como intensivista nunca ha pasado por una situación comparable, porque aunque en algunas malas campañas de gripe o en casos de epidemias como el brote de legionela de 2001 se llegó también al tope de camas de UCI, nunca antes se había dado la actual "sensación de bloqueo", de que era posible perder el control.

Además, esta enfermedad, ha subrayado, ha obligado a cambiar las relaciones tanto con los pacientes, por esa falta de contacto físico, como con las familias.

"Para mí, lo más duro ha sido tener que dar información a las familias por teléfono. Es terrible comunicar una mala noticia, incluso una muerte, sin tener contacto cara a cara, sin vernos las expresiones. Sientes que no estás ayudando a esa familia como deberías", ha lamentado.

Esa falta de contacto, sobre todo con los pacientes, la han sufrido también las enfermeras de la UCI, como Silvia Rubio, que recuerda emocionada la "impotencia" de no poder comunicarse con los enfermos tanto como le gustaría porque la norma es permanecer con ellos el mínimo tiempo posible.

El Morales Meseguer, como el resto de hospitales de Murcia, está poco a poco recuperando su ritmo normal y hoy en la UCI quedan 5 pacientes con coronavirus, aunque los sanitarios no bajan la guardia, porque la enfermedad sigue siendo tan desconocida que no es posible saber si repuntará o si los casos seguirán bajando.

A pesar de la menor presión asistencial, sin embargo, las precauciones siguen siendo las mismas: equipos de protección individual y el mínimo contacto con los enfermos para evitar contagios del personal sanitario, que en este caso han sido prácticamente testimoniales.

Unas precauciones imprescindibles, pero que hacen a sus profesionales repetir una y otra vez el mismo deseo que expresa Rubio: "Cuando un paciente está consciente pero no puedes darle la mano sientes que no puedes darle todo lo que necesita. Mi deseo es volver a ese contacto, que es curativo también".