El confinamiento decretado por el Gobierno debido al estado de alarma en el que se encuentra España por la pandemia de coronavirus ha dejado mudas las notas de muchos músicos callejeros que se ganaban la vida haciendo sonar sus viejos instrumentos por las calles de las ciudades a cambio de unas monedas.

Esa es la situación en la que también se encuentra el músico búlgaro Metodi Kirilov, quien ya se ha convertido en parte de la imagen de la plaza Belluga, donde tocaba su acordeón cada día junto a la Catedral de Murcia para ganarse la vida y poder hacer frente a los gastos de la vivienda que comparte con su mujer cerca de la plaza de Europa de la ciudad. Acostumbrado a trabajar en un espacio abierto como es la plaza de la Catedral o la calle Trapería de Murcia ahora la casa se le cae encima, encerrado entre cuatro paredes sin apenas dedicar tiempo a su pasión, la música.

Kirilov es de Bulgaria, pero casi se siente ya murciano después de pasar veinte años en esta ciudad junto a su familia. Siempre se ha ganado la vida tocando el acordeón y el confinamiento por el coronavirus ha cortado de raíz la única fuente de ingresos que tenía la familia.

Dafina, su esposa, no puede trabajar debido a su estado de salud, tiene diabetes y problemas cardíacos, lo que hace que el sustento de la familia sólo dependa de él. Con melancolía coge el acordeón entre sus manos mientras charla con LA OPINIÓN y afirma con añoranza que «la Catedral es mi oficina, allí acudía todos los días» a alegrar con sus notas el discurrir de la ciudad.

Sus hijos también han copiado de su padre la pasión por la música, explica, ya que Jordan toca el piano y Kiril el violín. Al igual que él hizo de su abuelo en su ciudad natal, Sliven. Ellos viven con sus familias, pero algunos días acompañan a Kirilov mientras toca en la plaza de la Catedral de Murcia y juntos entonan algunos clásicos del jazz.

Lo que tiene claro este músico callejero de 67 años es que en su repertorio nunca puede faltar 'La vida es bella', una canción con la que intenta poner color a los días más grises, como los que está viviendo ahora y que nunca imaginó con el confinamiento. Sin duda, malos tiempos para la música ambulante.