Desde que el pasado 14 de marzo se inició el estado de alarma por la pandemia del coronavirus todos los ciudadanos deben permanecer en sus casas. Sólo se deja salir a la calle a aquellos que trabajan en servicios esenciales o en aquellos sectores a los que se les está permitiendo la vuelta a la actividad de forma escalonada. Sin embargo, ¿qué ocurre con las personas o las familias que no tienen una casa en sí y viven a la intemperie en asentamientos, poblados chabolistas o edificios sin terminar?

En estos casos, los Servicios Sociales de los ayuntamientos y ONG como Jesús Abandonado, Cruz Roja y Cáritas están trabajando para facilitarles alimentos y productos de primera necesidad. Sin embargo, estos espacios quedan al margen de la ley en el cumplimiento de las medidas de prevención para evitar la propagación del virus, ya que sus habitantes no siguen las recomendaciones de las autoridades sanitarias y no cuentan con material de protección como guantes o mascarillas.

En el caso del municipio de Murcia, desde el Semas (Servicio de Emergencia Móvil y Atensión Social) del Ayuntamiento se acude semanalmente a los asentamientos que tienen localizados para abastecer de alimentos básicos a las personas que allí se encuentran, lo que «supone un gran esfuerzo por mantener las condiciones mínimas de alimentación», tal y como explica el director del Semas, José Morales.

Este reparto se realiza atendiendo a las necesidades y al número de miembros de la unidad familiar y se entregan productos procedentes del Banco de Alimentos como legumbres, arroz, pasta, tomate frito, fruta, harina, aceite, leche, fiambre, yogures, verdura, galletas, cereales, zumos, gazpacho, carne, pañales y alimentos infantiles.

Morales informa de que actualmente se atiende a unos 249 adultos y 109 niños en los asentamientos chabolistas de las pedanías de Patiño, Puente Tocinos, San Pío X, Algezares, Zarandona y Javalí Nuevo.

Además, en el poblado de Patiño la empresa municipal Aguas de Murcia ha instalado un punto de agua potable para los habitantes de este espacio ante la imposibilidad de acceder al suministro de agua durante el estado de alarma.

Eugenia Varea, trabajadora social del Semas, reconoce lo complicado que es trabajar en esta situación. «En estos asentamientos no se cumplen las medidas de seguridad, no utilizan guantes, mascarillas ni pañuelos y aunque se les informa de la situación no están concienciados», afirma. Son espacios en los que vivien muchas personas juntas y «aunque les decimos que está prohibido salir, cogen la bicileta y se marchan cada vez que se les antoja».

Cada semana Varea acude junto a un policía local para hacer el reparto de alimentos y pese a que «intentamos que se mantengan las distancias minimas y hacer la entrega familia por familia nos es imposible, ya que cuando nos ven llegar salen todos corriendo y se amontonan».

Los Servicios Sociales se encargan de la entrega de alimentos, pero no del control sanitario. Esta trabajadora social de Murcia explica que todos los ciudadanos búlgaros que viven en el asentamiento de Patiño tienen cartilla sanitaria porque están empadronados y los menores están escolarizados, «pero es muy difícil que cumplan las recomendaciones, parece que el estado de alarma no va con ellos».

En Murcia también viene trabajando en este ámbito Jesús Abandonado, que atiende y lleva comida a dos asentamientos: uno de unas 50 personas africanas que viven en una estructura de un edificio a medio terminar en la Carretera de Santa Catalina y otro de unos 28 adultos y 4 niños búlgaros y rumanos que hay instalados en La Fica.

El director de Jesús Abandonado, Daniel López, explica que a los hombres que viven en la estructura abandonada les entregan cada día una especie de 'picnic' con un primer y un segundo plato para la comida y una cena, «alimentos que se llevan porque nosotros no los podemos acoger, no podemos concentrar a varias personas en un mismo espacio». Mientras que en el caso del asentamiento de La Fica, Jesús Abandonado les lleva comida dos veces a la semana a través de Protección Civil.

Cruz Roja

Además de la labor que se viene haciendo en Murcia, la Unidad de Emergencia Social de Cruz Roja trabaja en los municipios de Cartagena, Lorca, Cieza y Mazarrón con personas que viven en la calle o en asentamientos improvisados. Los equipos voluntarios de Cruz Roja integrantes en las UES no se limitan al reparto de alimentos sino que, además, se interesan por el estado de salud de las personas a las que atienden, trasladándolas a centros sanitarios en caso de que sea necesario, proporcionándoles material de primeros auxilios o medicamentos en aquellos casos en que se requiera, indica el presidente de Cruz Roja en Cartagena, Andrés Ros.

Salud dice que cubren sus necesidades como con cualquier ciudadano

Desde la Consejería de Salud no se hace un seguimiento especial a los asentamientos chabolistas. Sus responsables indican que «las necesidades asistenciales son proporcionadas por el sistema sanitario como a cualquier otro ciudadano que precise ser atendido o seguido y estas mismas condiciones se aplican al confinamiento, aislamiento y cuarentena». Salud afirma que estos asentamientos reciben seguimiento por Servicios Sociales de los ayuntamientos y el cumplimiento del estado de alarma por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Por lo que «si se detectan incumplimientos serían comunicados a las fuerzas de seguridad en virtud de los riesgos para la salud publica» para que se actúe de forma consecuente. Sin embargo, los médicos de familia alertan de riesgo de tener «desatendidos» a estos ciudadanos, ya que encuentran casos de embarazadas que no van a las revisiones, así como diabéticos e hipertensos si control.