Siguen siendo las grandes olvidadas, y por suerte, incluso para esta pandemia mundial del Covid-19 que está afectando al mundo entero. Su lejanía con los grandes núcleos de población y el cierre anticipado de todos los establecimientos rurales de la zona ha provocado que, en muchos núcleos diseminados de los términos municipales de Caravaca y Moratalla, el coronavirus no se haya dejado con sus devastadores efectos, sobre todo, en la población de mayor edad.

Una de las primeras barreras preventivas fue, que antes de la obligación de cierre de establecimientos hoteleros, la asociación de Turismo Rural del Noroeste Noratur, que integra a más de 120 casas y complejos rurales en la comarca, decidía cancelar todas las reservas y mantener los establecimientos cerrados.

En tierras moratalleras, como es el caso de Benizar, ya casi lindando con la comarca de Elche de la Sierra, no se ha detectado ningún caso. La presidenta de la Asociación de Vecinos, Ana Rosa Moreno, explica que «al igual que todo el mundo estamos cansados de no poder salir a la calle, pero sabemos que es por nuestro bien y, sobre todo, tanto por nuestra salud como por la de nuestros vecinos». En este sentido, aclara, «sí que es verdad que cuando ves por la televisión cómo están algunas ciudades y cómo están los hospitales, la gente tiene miedo y cada día somos un poco más conscientes de querer hacerlo mejor». Durante estos días, uno de los miedos de los vecinos ha sido a que viniera gente de fuera, «que no vendrían a quedarse en casa, porque para quedarse en casa, se quedan en sus respectivos hogares», explica Moreno, quien recuerda que no se ha visto movimiento por la pedanía y que por el momento no hay ningún caso registrado de coronavirus entre los vecinos. La solidaridad también se hecho latente entre los vecinos de las pedanías más próximas. Una asociación de vecinos de Elche de la Sierra, que en alguna ocasión también ha colaborado en diferentes actividades, se pusieron en contacto con la asociación de vecinos de Benizar para entregarles mascarillas. En este proyecto solidario también colaboran habitantes de Mazuza, ayudándoles a coser.

En otras pedanías, como es el caso de Inazares, sin tienda de alimentación y con los restaurantes cerrados, parece que el tiempo ha detenido su reloj. Los vecinos, la inmensa mayoría de edad avanzada, no quieren salir a la calle por miedo al contagio. El turismo rural y la gastronomía de la zona habían convertido sus empedradas calles y rincones cargados de nostalgia, en hervideros de gente, especialmente fines de semana, fiestas y, sobre todo, cuando la nieve hace acto de presencia. Ahora tan solo se escucha el eco del viento y la población parece una aldea fantasma, como Los Odres, El Hornico, El Retamalejo o Las Cobatillas, donde los vecinos se han ido apagando poco y la soledad domina todo el entorno como una atalaya infranqueable en la que el tiempo se ha parado para siempre.

En Inazares, estos días queda un resuello de esperanza, casi al final del pueblo se escucha a unos niños, en el balcón de una vivienda. Son los sobrinos de Paco, uno de sus habitantes. Viven en Elche y sus padres los mandaron para el pueblo antes de que la cosa empezara a complicarse. A través de una plataforma digital todos los días reciben clases de su colegio y por el momento están apartados de cualquier contagio.

Otras pedanías más cercanas a Caravaca, como es el caso de Singla, están corriendo la misma suerte.