Los murcianos aplauden confinados desde sus casas todos los días a las ocho de la tarde a todos aquellos profesionales que se están dejando la piel en los hospitales de la Región. Es su forma de agradecerles su trabajo en primera línea ante un virus muy contagioso, el Covid-19. Sin poder salir de casa, salir al balcón a que oigan sus aplausos se ha convertido en la acción más importante del día. Unos los llaman héroes, aunque ninguno de ellos se considera tal cosa. Todos coinciden en decir que «tan solo» hacen su trabajo.

La Región pasa de largo el millar de afectados por este virus, que lo cambió todo el mes pasado. Todo. En estos momentos, el SMS cuenta con cerca de 25.000 profesionales tras haber contratado a 1.200 para hacer frente al Covid-19. Todos los esfuerzos están centrados en ellos, los soldados en esta guerra contra la pandemia. Y, como en toda guerra, también hay bajas. El número de casos positivos entre estos profesionales asciende ya a cerca de 300, y hay que lamentar la muerte de un médico. Esta enfermedad ha obligado a los centros sanitarios a reinventarse. También a sus profesionales.

Médicos

Las Urgencias ya no son lo que eran. El exceso de personas que acuden a este servicio se ha reducido notablemente. «La gente está siendo muy responsable, ahora solo vienen aquellos que necesitan un médico de forma inminente», explica el médico de este servicio del Morales Meseguer Francisco Javier Sierra. Por un lado, los murcianos se han concienciado en que ahora son los enfermos por el Covid-19 los que necesitan ayuda médica y, por otro lado, afirma Sierra, «existe un temor a contagiarse en el hospital». En este sentido, el doctor señala que, incluso, se están dando casos en los que los pacientes, por no acudir al centro sanitario, se quedan en su casa «hasta que ya no pueden más», una práctica nada recomendable.

La manera de trabajar en este servicio también ha cambiado. Los sanitarios han ajustado turnos, de manera que siempre trabaja el mismo equipo. De esta manera, si cae uno, solo un equipo quedará en cuarentena y no todo el servicio. Con este sistema, el paciente que llega a la puerta de Urgencias tiene dos opciones: el circuito «limpio» y el «sucio». El primero es el de siempre, mientras que por el «sucio» pasan aquellos que lleguen con problemas respiratorios, una de las dolencias más características del coronavirus.

El doctor Sierra recuerda la epidemia de legionela para explicar los nervios y la tensión con la que se trabaja ahora en los hospitales. «Nos estamos adaptando a la situación», comenta. Y no es fácil: «Con el traje de faena sudas muchísimo». La escasez de EPI (equipos de protección) es una constante durante esta crisis sanitaria. Por suerte, muchos murcianos se han volcado con los profesionales del SMS. «Viene mucha gente a la puerta de Urgencias a dejarnos material, ya que el que tenemos no se puede reutilizar muchas veces. Incluso nos han traído la cena varias veces», explica Sierra.

Una de las médicos que libra la batalla en la Unidad de Cuidados Intensivos, en este caso del Reina Sofía, es Isabel Cremades. De las doce camas del servicio, nueve están ocupadas y ocho por coronavirus. Mucho se ha hablado de las similitudes de esta enfermedad con la gripe, pero el tiempo ha terminado por acabar con este discurso. «La gripe no se complica de esta manera, la afectación respiratoria es mayor con el Covid-19, los pacientes necesitan atención más especial y suelen terminar necesitando respiración mecánica», comenta.

La doctora Cremades nunca olvidará al primer paciente que ingresaron en la UCI con coronavirus. «Era un hombre joven. Le dije que no tuviera miedo antes de intubarle y de que se durmiera. Pero él me dijo: 'No tengo miedo, voy a estar con vosotros y sé que vais a hacer todo lo que podáis'».

No son pocos los que llaman 'héroes' estos días a los profesionales sanitarios. Muchos se han visto, tal vez con motivo, endiosados por la población que los ve trabajar sin descanso. «Reconforta muchísimo cuando nos aplauden a las ocho de la tarde. Es verdad que estamos en primera línea y me gusta estar haciendo algo por esta sociedad, pero es nuestro trabajo. Nos han entrando para esto toda la vida».

Evitar que los pacientes con coronavirus acaben en la UCI es uno de los objetivos del infectólogo del Reina Sofía Enrique Bernal. «Contamos con la experiencia de China y de Italia para probar tratamientos experimentales que han dado resultado allí». Él es uno más de los miles de sanitarios que se encuentran estudiando a fondo el virus. Y lo hace en casa, durante cuatro o cinco horas al día, una vez ha terminado su turno en el hospital. «El Covid-19 provoca una lesión pulmonar que, a los 7 u 8 días, puede tener una respuesta inflamatoria muy grave. El virus hace que nuestro propio sistema inmunológico se convierta en un peligro para nosotros».

Son numerosas las teorías conspirativas sobre el origen de esta pandemia. ¿Fue creado por el hombre en un laboratorio? ¿Está detrás algún país? «Esto siempre ha pasado, los virus pueden saltar de un animal al hombre. Diría, incluso, que era esperable porque los virus pueden reorganizarse desde el punto de vista genético. El VIH es un ejemplo. En el caso del Covid-19, sabemos que el murciélago lo portaba y pasó a un especie intermedia. De ahí al hombre». Los ciudadanos tienen que tener claro que el coronavirus ha venido para quedarse. Habrá que aprender a convivir con él. Bernal espera que, al menos, se «adapte» mejor a nuestro propio cuerpo, sufra una nueva mutación y sea más soportable. «Aunque también podría pasar lo contrario, pero no creo».

No todos los médicos que luchan contra el coronavirus lo hacen dentro de un centro hospitalario. Raquel Bañón Lorente, por ejemplo, lo hace sin salir de casa. El consejero de Salud, Manuel Villegas, ha recalcado en más de una ocasión la labor esencial que están llevando a cabo los sanitarios de Atención Primaria, sin la cual posiblemente se hubiera producido el colapso del sistema sanitario. «Somos el primer filtro», explica Bañón Lorente, R1 del Hospital Comarcal del Noroeste. El SMS puso en marcha un protocolo por el que los residentes de primer año se incorporaron a los equipos que desde Atención Primaria están haciendo el seguimiento telefónico a los pacientes que están en sus domicilios.

Bañón se encontraba «rotando» por Neumología cuando estalló la crisis. Ahora ha salido del hospital y, como cualquier hijo de vecino, no sale de casa: «Estamos todos trabajando». Hace entre veinte y treinta llamadas diarias, cuando aprovecha para hacer la anamnesis (valoración previa del paciente) con síntomas y decide si debe quedarse en casa, lo que ocurre en la mayoría de los casos, o es mejor que acuda a Urgencias para que le hagan una radiografía de torax que desvelará si hay o no una lesión pulmonar, dolencia que presentan los casos positivos más graves. «Necesitamos más tiempo para hablar con cada persona que si lo hiciéramos en persona, pero aún así, notas si hay algo serio o no», explica.

Enfermeras

La UPI (Unidad de Preingresos )del Hospital Reina Sofía se ha convertido en la 'zona Covid' del centro sanitario. El nombre asusta, pero el trabajo allí «está yendo bastante bien y hay muy buen ambiente», asegura Sole Escavy, una de las enfermeras que forman parte de uno de los turnos de 12 horas.

El trato con el paciente es uno de los puntos fuertes de la enfermería. Sin embargo, el Covid-19 exige a todo este colectivo extremar las precauciones. «Se intenta reducir al máximo el contacto con ellos. Todos los que sean necesarios, pero los menos posibles», puntualiza. Este es uno de los dramas que tienen que soportar estos enfermos. «Es muy triste porque los ves solos, sin sus familiares, creo que es de las peores formas de estar en un hospital», lamenta.

El equipo de la puerta de Urgencias de la Arrixaca está preparado para lo peor: «Hay quien dice que están por llegar las semanas gordas, y en la UCI sobran camas, pero cruzamos los dedos para que el confinamiento haya surtido efecto», cuenta la enfermera Thays R. Frutos.

Durante su turno trabajan con una filosofía peculiar: «Mi jefe nos dijo uno de los primeros días: 'Pensad que sois positivos'. Es decir, nos protegemos con los EPIs no para no contagiarnos de los pacientes, sino para que nosotros no podamos contagiarles a ellos. Con esta mentalidad, el cuidado que tenemos al vestirnos es inmenso». Precisamente, uno de los miedos que tienen Thays R. Frutos es que pase por Urgencias una persona con alguna dolencia respiratoria sin coronavirus y «se lo lleve puesto».

Como en el Morales Meseguer, en la Arrixaca también han dividido las Urgencias en dos zonas: la normal y la de posibles enfermos de coronavirus. Y, como en ese hospital, el equipo sanitario de El Palmar también está sorprendido de la cantidad de gente que ha dejado de pasar por allí. «La gente está colaborando un montón», comenta esta enfermera.

Es evidente que todos los sanitarios que pueden están dando el 100% para superar esta pandemia, y los que creían que no podían, se han buscado la forma de colaborar. Es el caso de Beatriz López Palazón, una enfermera murciana que hace unos días hizo las maletas, se montó en un tren casi vacío y ahora está echando un mano en el epicentro del coronavirus en España, Madrid.

«Tenía que hacer algo en estas circunstancias, así que, como aquí no me iban a llamar en la bolsa, envié mi currículum a Madrid el viernes 27 de marzo y el lunes 30 me llamaron para trabajar». Esta misma semana ha comenzado sus primeros turnos en las Urgencias del 12 de Octubre, donde, por suerte, está siendo muy arropada por sus nuevos compañeros.

Sin duda, la experiencia comenzó en el viaje a Madrid. «Solo íbamos dos enfermeras en el vagón, y separadas, claro. En todo el tren calculo que solo habrían cinco personas. Al llegar, fue increíble ver la estación de Atocha vacía». Ahora su casa es un hotel de Getafe, donde convive con sanitarios llegados a Madrid de todos los puntos de España y con madrileños que se marcharon de su casa para proteger a su familia ante un posible contagio.

«Intento mantener la mente positiva. Mis compañeras me dicen que los primeros días volvían llorando. La verdad es que es un poco caótico todo allí, pero voy a aguantar los tres meses de contrato. No me rindo».

Auxiliares

Los médicos y enfermeras no podrían hacer su trabajo sin la ayuda de los auxiliares de enfermería, que se encargan de la alimentación de los pacientes, hacer las camas y ordenar ropa, y ayudar a los enfermos a vestirse y a ir al baño si fuera necesario. «Nos dieron un curso cuando el coronavirus no había llegado aún aquí», explica Inma Campillo, que trabaja en Urgencias de la Arrixaca. Una vez que el Covid-19 tocó la Región, cada día cambiaba la manera de trabajar en este servicio. «Siempre a mejor», puntualiza. «Al principio me costaba hasta conciliar el sueño, no quería traerme el virus a casa, mi madre tuvo un pequeño ictus hace poco». Inma Campillo tomó conciencia de la situación cuando tuvo que atender a una mujer de 90 años: «Me dijo que no podía creer que estuviéramos viviendo algo así, poniendo esta crisis a la altura de algunas vivencias suyas como la II Guerra Mundial». Por eso insiste en que los murcianos se lo sigan tomando «en serio» para que pase pronto la pandemia.

Celadores

Son considerados por el Ministerio de Sanidad como personal no sanitario, aunque trabajan junto a médicos, enfermeras y auxiliares. Los celadores reivindican desde hace tiempo que sean tenidos en cuenta como sus compañeros de equipo, y más aún desde que comenzó la pandemia. «Estamos igual de expuestos al coronavirus. Yo trabajo en UCI y me puedo pasar en el 'box' una hora con cada paciente», afirma Joaquín Díaz Carrasco, celador en el Reina Sofía. Tanto es así, que este colectivo ha denunciado que por este motivo en algunos hospitales no se les ha exigido la misma protección. Como resultado, tres celadores han contraído el Covid-19 en el Santa Lucía de Cartagena y dos en el Morales Meseguer.

La movilización de los enfermos para colocarlos de prono (boca bajo) es una de las acciones que más está llevando a cabo Joaquín Díaz, ya que esta posición facilita la respiración a los pacientes con coronavirus.

Si tuviera qe quedarse con algo de esta crisis sanitaria, este celador elige el compañerismo. «Es muy bonito ver con qué cuidado te ayudan a quitarte el equipo de protección, ponértelo es muy fácil, pero luego es cuando está sucio y te puedes contagiar».

Limpiadoras

La limpieza de todo aquello que pueda estar en contacto con los sanitarios es vital para que éstos no caigan. Lo sabe bien Amalia Corbalán, limpiadora en la UCI del Reina Sofía. «Limpiando mato al bicho, así que lo hago desde el techo hasta el suelo. Al principio, me llamaban exagerada», recuerda. A sus 61 años, sabe que su equipo la necesita. «Mis hijios me dicen que deje de trabajar hasta que esto pase, pero no puedo hacer eso. Mientras yo limpie, mis médicos y mis enfermeros no se van a contagiar», afirma decidida. Amalia también tiene contacto con los pacientes y es consciente de la gravedad de la situación. «Puedo pasar saludando a alguien con una sonrisa y cuando vuelvo dos horas después me lo encuentro intubado, a punto de morirse», cuenta con lágrimas.