Un grupo de amigos, los miembros de una familia, una empresa, una organización, cualquiera... «Toda ayuda económica que podamos recibir es poca en estas semanas que estamos viviendo», señala Pedro Ferrer, gerente de la Fundación Centauro Quirón. En sus cuadras tienen estos días 36 caballos, algunos de ellos dedicados a las terapias asistidas con animales para niños con diversidad funcional que han dejado de 'trabajar'. De alguna forma, estos cuadrúpedos también se han visto abocados a un ERTE como las decenas de empleados de esta fundación, entre ellos fisioterapeutas, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, entre otros, que se han acogido voluntariamente a un expediente de regulación temporal de empleo para salvar económicamente a este centro terapéutico.

La crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia del coronavirus ha sido la puntilla para originar una situación insostenible en esta fundación que trabaja para cubrir las necesidades terapéuticas de niños con trastorno del espectro autista (TEA), Asperger, con parálisis cerebral o que sufren o han sufrido en algún momento de su vida acoso (bullying). Antes de la pandemia, la fundación se puso en contacto con el publicista murciano Jorge Martínez, conocido por impulsar campañas sociales como 'Pastillas contra el dolor ajeno' de Médicos sin Fronteras o el proyecto ALEPOH de la ONG española Rescate, que propuso recaudar dinero para la reconstrucción de la ciudad siria de Alepo vendiendo una edición limitada de 2.000 ladrillos por 500 euros cada uno.

«Me llamaron porque se encontraron antes de esta crisis sanitaria con un problema de financiación. Sobrevivían con las cuotas de los padres que pagaban como socios de la fundación y necesitaban un proyecto de comunicación que les permitiera ampliar su base social». El resultado era claro: conseguir más ingresos económicos. En un mundo donde el aumento de organizaciones sociales es palpable, entre ellas se han encontrado con una fuerte competencia y las subvenciones que puedan recibir son pocas.

La imaginación y creatividad de Jorge Martínez le llevó a proyectar a los caballos de la fundación como «centauros con los que tomar el camino que los niños quieran tomar», señala. Utilizó a estos seres de la mitología griega para salvar la fundación: «La crisis del coronavirus ha puesto en una situación crítica a todos los que trabajamos cada día en Centauro Quirón, pero sobre todo, a nuestros centauros: Flecha, Señorita, Kenia, Saleroso, Secreto, Saeta€ 36 caballos que queremos que sigan ayudando a niños y niñas como Carlos, Daniel, Nuria, Marina, David, Fulgen€ niños y niñas que para nosotros son como dioses, capaces de lograr lo que se propongan y superar todo tipo de dificultades».

Para ello, la fundación ha abierto en una campaña coordinada por Jorge Martínez varias vías de financiación para que familias o grupos de amigos «apadrinen un caballo durante estos dos o tres meses que dure la crisis», señala Pedro Ferrer. Donativos de un euro al mes por medio de la plataforma Teaming; siendo socio de la fundación por 10 euros al mes o donando cualquier cantidad por medio de un número de cuenta que la fundación facilita en su página web. «Animamos también a las empresas a invertir en Responsabilidad Social Corporativa y que nos puedan ayudar».

El mantenimiento de cada caballo (higiene, alimentación, veterinario...) supone un coste de 150 euros al mes, y ahora mismo, con las terapias suspendidas por el estado de confinamiento, no tienen «ninguna vía de ingresos». Al mes hay que desembolsar más de 5.000 euros y, aunque se hayan suspendido las cuotas de los padres, estos han aportado cerca de 2.000 euros como donativos.

70 usuarios, sesiones de 40 minutos y terapia emocional

Hay que garantizar la supervivencia de estos caballos por la fuerte vinculación que tiene cada niño que asiste a las terapias con ellos. Jorge Martínez y Pedro Ferrer unen fuerzas estos días para buscar padrinos para cada caballo. En total son 36, pero ahora mismo son 10 los que trabajan en terapias. Con 70 usuarios en la fundación, cada niño tiene su propio caballo para potenciar su autonomía, su locomoción y parte emocional.

«La mayoría de las personas con las que trabajamos tienen un diagnóstico crónico, respetamos las fases evolutivas de los niños», remarca Ferrer. En las terapias con animales, la fundación comienza enseñando a los niños en sesiones de 40 minutos a cuidar al caballo, «un trabajo desde tierra» le llaman. Luego, una vez montados en ellos, comienzan las terapias que trabajan la regulación de las emociones con el calor de los 'centauros' o la transmisión de impulsos rítmicos regulando «su sistema nervioso para ayudar a los patrones motores». Son terapias que no curan, pero ayudan a «mejorar bastante sus vidas».