Las puertas de la residencia Caser de Santo Ángel, tomada por la Comunidad, se llenaron ayer de familiares de los residentes preocupados por la salud de sus padres. De hecho, conocieron por los medios de comunicación la muerte por coronavirus de un interno del centro.

Una de esas personas acudió visiblemente afectada para hablar con el director, quien le aseguró que su padre se encontraba bien y no tenía fiebre. Además le hizo saber que le iban a hacer las pruebas del Covid-19, como al resto de residentes, y que sería la primera en conocer el resultado del test.

Como ella, muchos otros familiares estuvieron llamando por teléfono toda la tarde de ayer a Caser, sin obtener respuesta. «No nos cogen el teléfono», denunciaba ayer a LA OPINIÓN otro afectado cuyo padre vive en Caser. «Nadie coge el teléfono, no sé absolutamente nada», comenta sorprendido, ya que confiesa que estaba «muy contento» con el trato que le daban a su padre, que vive allí desde 2016: «Hasta ahora la atención ha sido impecable».

Otros familiares comentan que, desde que comenzó a expandirse el coronavirus por España, en la residencia Caser «se pusieron muy estrictos» con las medidas. Entre esas medidas, explican que los mayores ya no bajaban a las zonas comunes y que los mantenían aislados a cada uno en su zona del centro: «Incluso las terapias las hacían en donde estaban los residentes, no les hacían ir a las salas habituales». Otro afectado afirma que decidió llamar dos veces por semana para no sobrecargar al personal, saturado con la crisis sanitaria.

«Me avisaron del segundo caso»

Sorprendentemente, el hijo de una de las personas de la residencia asegura que, tras intentar hablar con su madre durante horas, le llamó una chica para calmarle. «Me dijo que todo estaba bien, controlado, y que solo había un caso positivo más». Era la mujer ingresada en La Arrixaca.