El desafío del agua no lo hemos sabido resolver, ha faltado visión y planificación. Visión para saber aplicar el principio de escucha, diálogo y acuerdo, y planificación hidrológica, en el corto, medio y largo plazo, que nos habrían permitido afrontar y resolver con solvencia nuestras necesidades hídricas. La guerra partidaria del agua ha sido tan absurda como innecesaria, perjudicando a los agricultores y a los intereses económicos de la Región de Murcia. No estamos mejor que estábamos hace 25 años, todo lo contrario.

El 2 de junio de 2018 se firmó el Pacto Regional del Agua. Una herramienta necesaria para reivindicar un pacto nacional. Muchos confiamos en que la firma de ese pacto no se limitará a un mero acto de oportunidad política, sino que fuese un instrumento útil para afrontar los desafíos del futuro. Lamentablemente no ha sido así. Tras 21 meses, el Gobierno regional ni ha evaluado su cumplimiento, ni ha convocado a los partidos para hacer un seguimiento, a pesar de que lo hemos pedido con reiteración.

La cuenca del Segura consume cada año unos 1.500 hm3 y dispone de unos 1.000 hm3 de recursos propios. Es decir, nuestro déficit hídrico está rondando los 500 hm3. Por tanto, si queremos afrontar el futuro de la economía regional y especialmente el de la agricultura, con garantía y seguridad, tenemos que adaptar nuestras necesidades a los recursos disponibles. Cuanto antes asumamos esta realidad, antes estaremos en disposición de afrontarla.

Con esta perspectiva cualquier recurso externo es importante y necesario. Hablar de recursos externos principales y complementarios es un error. Todos los recursos se complementan entre sí. Esta tiene que ser la perspectiva inteligente de la estrategia.

El trasvase Tajo-Segura es intocable. Sería absurdo no aprovechar las infraestructuras que tenemos. Pero, no obviemos, ni neguemos la realidad del cambio climático, hacerlo sería un suicidio económico colectivo.

Habrá periodos de sequía más largos, menos precipitaciones y menos agua para trasvasar, lo que nos obliga a disponer de otras fuentes. Es prioritario poner a funcionar al 100% de su capacidad todas las desaladoras de la Cuenca, interconectarlas entre sí y con el trasvase Tajo-Segura y establecer un precio único para el agua desalada.

Queda margen para la eficacia hídrica dentro de la cuenca, podemos hacer más para obtener más. En la mejora de las redes de abastecimiento y saneamiento, construyendo presas de laminación o evitando la evaporación del agua embalsada.

También hay que trabajar en la eficiencia hídrica, hacer más con menos. Repensando el tipo de agricultura para adaptarla a los recursos disponibles y evolucionando a cultivos más competitivos y rentables que consuman menos agua.

No olvidemos el binomio agua-energía, que siempre han estado tan ligados y lo estarán más en el futuro. Agua tenemos poca, pero sol mucho, aprovechemos ese recurso para abaratar la gestión del agua.

En definitiva, hay mucho trabajo pendiente. Pongámonos mano a la obra sin demora. Aprendemos de los errores del pasado, en donde ha sobrado política con el agua y han faltado políticas del agua.