Casos hay tantos y tan distintos como familias viven en la Región, pero lo cierto es que la rutina de padres, hijos y abuelos ha dado un giro de 180 grados en una semana por culpa del monotema: el tan temido coronavirus.

Casi en todos los casos, el confinamiento ha llevado a sobrevivir a base del contacto por teléfono y videoconferencia. Los abrazos, de momento, quedan aplazados, como las Fiestas de Primavera.

Pero es que ayer era fiesta, y el plan, hace unas semanas, distaba mucho de la realidad que se vivió. Además de los padres, celebraban su día los Josés, las Josefas, los Pepes y las Pepitas. La Policía ya lo recordó: aunque era festivo, no había que salir de casa. Y las calles de la Región presentaron una estampa muy diferente de la que tendrían un jueves festivo.

Ciudades como Cartagena, Mula, Águilas, CartagenaMulaÁguilasCaravaca, entre otras, subsistían en silencio, con avenidas desiertas y balcones que solo estallaban en aplausos en momentos puntuales. Al mediodía, campanas. No hubo peques correteando en los parques con sus progenitores. No hubo brindis ni besos en los carrillos. Lo cual no significa que no los haya en breve, y aún con más ganas.

Antes de la pandemia y de que se parase el mundo, el estrés del día a día daba lugar a que los hijos optasen por regalos materiales para celebrar el Día del Padre. Pero, ante el confinamiento obligado, la oportunidad para regalar simplemente 'tiempo' junto a los seres queridos (casi siempre, un bien escaso) es la mejor de las opciones para aquellos que sí viven con sus padres.