«Me acaba de llamar una chica de Madrid que me ha hecho llorar: su padre está enterrado en Murcia, ella vive en Madrid y su madre está muy malica con esto del coronavirus. Y me ha hecho llorar». Así se expresaba José Martínez, propietario de Juan Simón Floristas, el quiosco que hay en la puerta del cementerio de Nuestro Padre Jesús, en la población murciana de Espinardo.

Martínez llenaba este jueves de flores la puerta del camposanto, y lo hacía en una iniciativa «altruista, espontánea y que me ha salido del corazón», explicaba a LA OPINIÓN.

Y es que, debido al obligado confinamiento, dada la pandemia de coronavirus, «la gente no puede salir de sus casas y el cementerio está cerrado». «Me he liado a poner ramos», admitió. Cuando las flores formaban ya un manto en la puerta, Martínez mandó una foto a su esposa de lo que había hecho, ella la subió a Internet y comenzó a difundirse. Entonces llegó el aluvión de mensajes de agradecimiento.

«Mi intención era que llegase a la gente que tiene ahí a sus familiares, gente que no puede ir a poner flores a un padre o a un hermano», relató el florista. Y es que un 19 de marzo puede llegar a convertirse en «un día horroroso para todas esas familias» que recientemente han sufrido la pérdida de su ser querido, especialmente un padre.

Lo ha hecho por los que se quedan, pero también por los que se han ido. «Si hay algo, para que ellos no se olviden de nosotros», manifestó Martínez, que atiende a LA OPINIÓN, con la mascarilla puesta, junto a la alfombra de flores que ha creado. «¿Te puede creer que he sentido que había miles de peronas alrededor mío y estaba yo solo?», confiesa el hombre».

San José diferente

Casos hay tantos y tan distintos como familias viven en la Región, pero lo cierto es que la rutina de padres, hijos y abuelos ha dado un giro de 180 grados en una semana por culpa del monotema: el tan temido coronavirus.

Casi en todos los casos, el confinamiento ha llevado a sobrevivir a base del contacto por teléfono y videoconferencia. Los abrazos, de momento, quedan aplazados, como las Fiestas de Primavera.

Pero es que este jueves es fiesta, y el plan, hace unas semanas, distaba mucho de la realidad que se vivió. Además de los padres, celebraban su día los Josés, las Josefas, los Pepes y las Pepitas. La Policía ya lo recordó: aunque era festivo, no había que salir de casa. Y las calles de la Región presentaron una estampa muy diferente de la que tendrían un jueves festivo.

Ciudades como Cartagena, Mula, Águilas, Caravaca de la Cruz y la capital murciana, entre otras, subsistían en silencio, con avenidas desiertas y balcones que solo estallaban en aplausos en momentos puntuales. Al mediodía, campanas. No hubo peques correteando en los parques con sus progenitores. No hubo brindis ni besos en los carrillos. Lo cual no significa que no los haya en breve, y aún con más ganas.

Antes de la pandemia y de que se parase el mundo, el estrés del día a día daba lugar a que los hijos optasen por regalos materiales para celebrar el Día del Padre. Pero, ante el confinamiento obligado, la oportunidad para regalar siemplemente 'tiempo' junto a los seres queridos (casi siempre, un bien escaso) es la mejor de las opciones para aquellos que sí viven con sus padres.