Quizá fuera la suerte o quizá fuera el destino lo que hizo que un matrimonio de escoceses, una chica inglesa y una pareja compuesta por una polaca y un neozelandés decidieran establecerse en la Región de Murcia, pero el caso es que, ahora que viven con nosotros, experimentan con nosotros la orden de confinamiento para detener la expansión del coronavirus. Sus reflexiones reflejan sus distintos puntos de vista, tan distintos como sus países de origen.

Kevin McComb y su esposa, Yvonne, llegaron a Cartagena casi por casualidad. Les gustó la ciudad y el ambiente y decidieron establecerse. Abrieron una tienda de discos de vinilo y se integraron en la vida cultural cartagenera. Kevin decidió empezar a dar clases de inglés y ahora se dedica a ello por completo.

El confinamiento lo vive cumpliendo con las normas, por lo que no puede dar clases y eso le preocupa. Pero está más inquieto por lo que pase con todos los que van a perder su trabajo y en qué pasará cuando esta situación acabe. «Estamos hablando del futuro de todo el mundo. El Gobierno necesita implementar una solución rápida para los millones de personas que se van a ver afectados». Cuando se les pregunta por la decisión del presidente del Reino Unido, Boris Johnson, de no poner restricciones, afirman que no saben qué solución será finalmente la mejor y que sólo el tiempo lo dirá.

También desde Cartagena, Georgina Hinton, con su perfecto castellano, cuenta que llegó con 19 años para cuidar a una niña sin hablar ni una palabra de nuestro idioma. Ahora, 7 años después, está totalmente integrada y da clases de inglés. De hecho, el aislamiento le ha llegado mientras está con los trámites necesarios para abrir su propia academia. Según explica, «es un momento difícil para los que tenemos a nuestras familias lejos, aunque hablamos todos los días porque ven en las noticias lo que está pasando y se preocupan». Georgina es también muy crítica con la actitud de algunos compatriotas como los que están en Benidorm y no respetan las normas y «no se informan».

Lejos del centro de la ciudad, en los alrededores del parque natural de Calblanque, se encuentran Halina Kownacka, nacida en Polonia, y su pareja, Roland Littlejohn, nacido en Nueva Zelanda, que se han establecido con sus hijos.

Ellos también tienen una larga experiencia en la enseñanza de idiomas y están integrados en el pueblo de Los Belones. De hecho, su hijo mayor va a clase al colegio de esta localidad. Dicen que es un poco complicado estar encerrados en casa teniendo hijos pequeños y que lo viven con resignación, pero señalan que lo más importante es estar sanos. Halina está sorprendida por todo lo que está pasando: «El tener que estar todos en casa parece un experimento sociológico. Nuestras familias nos preguntan mucho. Mis padres están en Polonia en una situación muy parecida a la de España».

En Nueva Zelanda, la situación es muy diferente. La familia de Roland sigue trabajando con normalidad, pero «les estamos avisando para que se preparen porque para nosotros fue un shock. En dos o tres días todo puede cambiar». Aunque pudieran, no entra en sus planes dejar su hogar porque, además, dicen, es peligroso.

Este periódico ha tenido ocasión de hablar con más extranjeros que no han querido que se publicase su nombre, y todos esperan que la situación mejore pronto, pero también les preocupa que en sus lugares de nacimiento no se estén tomando las medidas necesarias para evitar un alto número de contagios.

Por otra parte, muchos de los nacidos en otros países que tienen su residencia habitual en nuestra Comunidad Autónoma han decidido marcharse. De hecho, el fin de semana pasado trascendió la imagen de las largas colas que se formaron en el aeropuerto de Corvera de personas cargadas de grandes maletas, que volvían a sus lugares de origen intentando evitar el aislamiento obligado para evitar el contagio o huyendo del coronavirus.

En la Comarca de Cartagena hay varias colonias de extranjeros diseminadas por toda la costa. Vienen atraídos, sobre todo, por el buen tiempo, y, antes del Brexit, por la atención médica que recibían. El nivel de integración varía mucho de una zona a otra pero en general es escaso, ya que la mayoría alternan con sus compatriotas en sus propios locales de ocio.