El feminismo no es una moda como los 'hipster' o las camisetas de Levi's, que vuelven al armario cuando consideran. El feminismo es un movimiento transversal que responde al grito de la mitad de la población de este planeta, que clama por conseguir una igualdad real y efectiva. Hoy, 8 de marzo, mujeres -y hombres- vuelven a llenar las calles para reivindicar justicia.

Dos mujeres de la Región de distinta generación charlan sobre el feminismo para demostrar que, aunque las separa la época en la que nacieron, están unidas en la lucha contra el machismo, un monstruo al que siguen teniendo que hacer frente a diario.

«Para mí el 8M es un día para la reivindicar que las mujeres podemos alcanzar cargos que hasta ahora han estado ocupados por hombres, y que lo podemos hacer, además, de una forma femenina, dejando nuestra propia impronta», explica Pepi García, vicepresidenta primera de Thaderconsumo, la Federación Murciana de Asociaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios. En frente tiene a Celia da Casa, estudiante de 1º del Grado en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. La joven cartagenera considera que el Día Internacional de la Mujer es una fecha para «exaltar los valores de las mujeres», rechazar la violencia contra las mujeres y acabar el machismo y los micromachismos, que sufren «todas las mujeres».

«Yo soy feminista, pero aún así me la cuelan. El micromachismo es muy sutil, no te das cuenta», explica Pepi, que reconoce que puede que algunos hombres «ni se den cuenta, pero para eso estamos nosotras, para decírselo». Ejemplos de micromachismos hay para todos los gustos. «Te compras un móvil y rápidamente piensan que te lo ha comprado tu marido. ¿Por qué, yo no soy capaz de decidir? El otro día, en el grupo de amas de casa que tengo, donde también hay hombres, me dice uno: 'Te voy a hacer una pregunta, pero es muy fácil'. No, perdona, hazme una pregunta, que yo seré capaz de responderla». Celia también vive los micromachismos, y eso que se mueve con gente joven y a la que muchos presuponen otra actitud. «Ahora mismo todo es meme y muchos se hacen para reírse de las mujeres. No me hacen gracia. Son estereotipos que nos ofenden y no son verdad». Los chistes verdes siguen sin pasar de moda.

Celia ha nacido en el siglo XXI y, desde que tiene conciencia, siempre ha sido feminista. «A partir de 2º de la ESO, empecé a entender todo y a preguntar. Me sorprende que haya gente que todavía tenga una imagen distorsionada del feminismo, que creen que es la superioridad de la mujer sobre el hombre, cuando no es así». Pepi, a sus 63 años, siempre ha sido feminista, «lo que pasa es que no lo sabía. Vivía situaciones que me hacían sentir mal e incómoda. Hoy les pongo nombre: eso era machismo y yo soy feminista». Un hecho que cambió su manera de ver la vida fue el nacimiento de su hija, después de tres varones. «Cuando llega la niña, nos pone el mundo del revés. Empieza a reclamar cosas que se les daba a sus hermanos de manera natural y que a ella se le cuestionaban. Por ejemplo, quería jugar al fútbol y todos se echaron las manos a la cabeza. Y yo me pregunté, ¿por qué no va a jugar ella al fútbol?»

La cara de asombro de Celia cuando escucha a Pepi hablar de las cosas a las que no tenía acceso cuando tenía su edad es indescriptible. «Yo tenía que hacer unas labores sociales, que en mi caso fue ayudar en una guardería, para poder sacarme el carné de conducir o para acceder a la universidad... ¡Incluso para poder sacarme el pasaporte!». La cara de Celia sigue siendo un cuadro cuando escucha de boca de Pepi uno de los avances que trajo el feminismo, libertad para abrir una cuenta corriente en un banco a nombre de la mujer, con independencia del marido. «Él no tiene que saber lo que tengo en el banco ni lo que hago con mis ahorros. Hasta ese mo mento, pasábamos del padre al marido».

Cuando Celia habla de los avances que ha traído el feminismo, se refiere, como es lógico, a temas mucho más actuales. «La ley de Violencia de Género, porque son muchas las mujeres asesinadas, o la concienciación social, pero me parece que todos los avances llevan un ritmo demasiado lento», se queja.

Una lucha también de hombres

Aunque Celia y Pepi charlan distendidamente sobre feminismo, son conscientes de que en los últimos años ha aparecido una ola que machaca a este movimiento y que, incluso, niega realidades tan evidentes como la violencia de género o la brecha salarial. «El feminismo no tiene que estar amparado por ningún paraguas político, así se excluye a las personas que no comulgan con ese partido concreto», considera Pepi, que durante un tiempo fue concejal del PP en el Ayuntamiento de Águilas.

«Todos deberíamos ser feministas», afirma Celia con rotundidad, segura de que el problema lo tiene el partido concreto que niega las políticas de igualdad. «Tienen que evolucionar, darse cuenta de que se están equivocando. Todos los partidos políticos tienen que ser feministas y defender políticas feministas». Para la cartagenera, este problema tiene que ver con que haya hombres que no se han sumado a una lucha que también tiene que ver con ellos: «Sin el apoyo de los hombres, las mujeres vamos a seguir luchando, pero será más lento y complicado».

Si sale adelante el anteproyecto de ley de Libertad Sexual, el acoso callejero será delito. Este hecho, tan criticado desde algunos sectores conservadores, también une a las dos. «Yo no tengo miedo cuando voy sola a casa por la noche, pero si noto que tengo a un hombre detrás, a lo mejor cruzo de acera. Y me pongo muy nerviosa si un coche me pita y alguien me grita 'guapa'. A mí no me sube la autoestima que me piropeen por la calle, como decía mi abuela. A mí me la baja», reconoce Celia. Pepi no es ajena a esta molesta realidad. «Cuando voy llegando a casa a ciertas horas ya llevo las llaves en la mano». Que salga el hombre al que le ocurra lo mismo.

La precariedad

Las mujeres son las que sostienen mayoritariamente las tareas de cuidados: UGT denuncia que el trabajo doméstico y de cuidados es una «esclavitud tangible» que, de ser remunerado, supondría el 30% de los puestos de trabajo y el 15% del PIB.

Pepi siempre dice que es una «privilegiada» por haber podido cuidar de sus hijos personalmente. «Decidí que yo quería estar en casa». Y Celia apunta algo que era impensable hace décadas. «Hay hombres que son los que deciden quedarse en casa para cuidar a sus hijos y dedicarse a la casa. Lo importante es que sea voluntario». No hay que olvidar, incide Pepi, que para que cada uno no se dedique a esos cuidados tiene que pagar un sueldo a otra persona. «Si yo cuido de mis nietos, a mí no me pagará nadie; sin embargo, si los cuidan otros, sí que recibirán una remuneración», comenta ella, que trabaja con amas de casa y lo sabe de buena tinta. «Muchas de ellas no tienen edad para criar, pero lo hacen porque es más rentable para sus hijos». «Porque no podrán pagar una canguro», añade Celia.

Y es que el mundo de la precariedad laboral está relacionado con la desigualdad de género. Pepi insiste: «Las amas de casa seguimos sin poder ponernos enfermas, como los autónomos, ni podemos cotizar a la Seguridad Social, cuando estamos aportando muchísimo a la sociedad con nuestro trabajo». Como dice, Celia: «S i nosotras nos paramos, se para el mundo».

«Yo espero que, para cuando salga al mundo laboral, no se me discrimine por ser mujer, porque voy a tener más baja por maternidad, lo cual me parece injusto», reivindica una estudiante que no entiende por qué, si en su carrera son más mujeres que hombres, todos los cámaras son masculinos. Y no es que ellas no quieran. «¡Estamos estudiando para coger una!».