Una expareja residente en la ciudad de Murcia hizo uso de la mediación para resolver uno de los casos que más suele tratar este servicio: la custodia de su hijo menor. La madre, que prefiere salvaguardar el anonimato por cuestiones de privacidad, cuenta a LA OPINIÓN cómo fue el proceso. Tras 17 años juntos, el pasado verano, ella, de 42 años de edad, y su pareja, de 44, decidieron poner fin a la relación que mantenían.

«Queríamos resolverlo de la manera más pacífica y sin conflictos y lo primero en lo que pensamos fue en la mediación», explica la mujer, quien añade que «la prioridad era nuestro hijo e íbamos a hacer todo lo que estuviera en nuestra mano por su bienestar, aunque para nosotros fuera doloroso». En poco más de 2 meses, en unas cinco sesiones con el mediador, ella y su expareja llegaron a un entendimiento, evitaron entrar en un proceso judicial y acordaron los detalles de la manutención y régimen de visitas de su hijo de 8 años. Quedaron en que el niño iba a vivir en el domicilio familiar y una semana el padre entraba al hogar elegido y la madre salía; y a la siguiente semana, viceversa. Lo hicieron así «para que el niño no notara muchos cambios y pudiera ir al mismo colegio y conservara el entorno». Reconoce que este sistema resulta bastante incómodo para los progenitores, pero que, de lo contrario, lo sería para el niño y «de momento es lo mejor».

El tema más peliagudo fue el económico, aunque «con voluntad» llegaron a solucionarlo. También acordaron que, de vez en cuando, harían planes los tres juntos, «para que el niño no pierda esa unión familiar y vea que, aunque papá y mamá no viven juntos, siguen siendo papá y mamá». Según cuenta, la mediación no solo les ayudó en temas legales y económicos, sino que consiguió que mejorara la comunicación entre ambos «y sirvió como una especie de terapia para que empatizáramos más», apunta.