El macho es por naturaleza superior y la hembra, inferior, uno gobierna y la otra es gobernada; este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad, Aristóteles ('Política', siglo IV a. C.).

La subordinación de la mujer al dominio del hombre a lo largo de la historia es un hecho innegable. Hubo que esperar al siglo XIX para que las mujeres reclamaran al unísono más derechos y, por extensión, ser tratadas en igualdad al hombre. En pleno siglo XXI, el feminismo es un movimiento imparable que todavía lucha por conseguir la equiparación total con el sexo opuesto. La ideología de género, predominante en el discurso feminista que impera en la actualidad, señala con el dedo acusador al culpable de la explotación de las mujeres en el mundo: el patriarcado. Sin embargo, y a pesar de estar presente en todos los aspectos de la sociedad, no logra hablar por todas las mujeres que se definen como feministas, y mucho menos por todos los hombres. Solo unas pocas se atreven a alzar la voz contra el establishment. Saben que serán contestadas, no siempre con piedad. Una de ellas es Loola Pérez, filósofa, escritora y sexóloga, que acaba de publicar Maldita feminista. Un nuevo paradigma para la igualdad de sexos (Seix Barral).

«Se puede ser feminista y tener otras ideas alternativas», asegura Loola, quien reconoce que no era tan disidente cuando era más joven -aunque solo tiene 28 años-. Como todos, «antes era más pasional», pero su formación en Filosofía le ayudó a desarrollar sus propias ideas. «El espíritu crítico te hace desviarte de la norma, ir más allá del posicionamiento hegemónico y doctrinario y, como consecuencia, te convierte en la oveja negra, pero una oveja negra feliz», afirma mientras se encoge de hombros, acostumbrada a las críticas que recibe en redes sociales, que utiliza constantemente para abrir debates sobre el feminismo.

«Habrá quien me sitúe entre grises. Ahí me siento más cómoda, impura, maldita», se reafirma ella misma en la introducción de su libro. Y es que ser una «maldita feminista» es, según explica, estar de acuerdo con el planteamiento general y original de la igualdad de sexos, pero disintiendo de la corriente actual. Es perfectamente posible, sobre todo teniendo en cuenta que no todas las manifestaciones de este movimiento global son incluyentes. El colectivo trans, por ejemplo, es objeto de críticas por parte de algunas mujeres que integran la corriente TERF. No muy lejos de aquí (en Gijón), y no hace tanto tiempo (en 2019), la exconsejera de Cultura del Gobierno de Asturias, la filósofa Alicia Miyares, se refería a las mujeres trans como «tíos» en la XVI Escuela Feminista Rosario Acuña: «Digo tíos porque son tíos». La política socialista Ángeles Álvarez, presente en las mismas jornadas, alertaba: «Cuidado, pueden darse casos en los que haya hombres que se cambien de sexo para entrar en las listas de paridad».

Este «populismo punitivo», como lo llama la autora, «que viene aupado por el feminismo hegemónico coincide, paradójicamente, con los movimientos de ultraderecha». Ambos fenómenos coinciden en pedir penas más altas para violadores, como la prisión permanente revisable. «No sé si es la mejor opción», asegura Loola, quien cree en la reinserción y en la necesidad de trabajar con los propios agresores sexuales para que puedan volver a formar parte, algún día, de la sociedad. Este planteamiento cobra especial importancia teniendo en cuenta que ella misma fue víctima de una violación. «Sinceramente, el abuso sexual. La participación del movimiento feminista en lo que ella considera un «circo mediático» es otra de las causas por las que se ha distanciado de la corriente dominante. «Nadie se puede apropiar de mi dolor, de aquella historia. A mí el feminismo me ha ayudado precisamente a lo contrario, a ser dueña de mi vida», asegura, al tiempo que pone como ejemplo algunos casos como el de Juana Rivas y Laura Luelmo, que explica en el libro.

En el fondo, el problema que Loola Pérez encuentra en el feminismo de género es su lucha contra el patriarcado, un concepto en el que no cree. «Nunca le he visto la cara» (ríe). Es una teoría antropológica que presupone que «todos los hombres dominan, cuando no es cierto, y está totalmente desfasada, al menos en Occidente». Lo correcto, defiende, sería «hablar de los abusos que algunos hombres perpetúan sobre las mujeres». Para ella es innegable que hay avances en la igualdad de sexos, triunfos que se han ido alcanzando, por lo que habría que dejar de «victimizar» a la mujer.

Un movimiento politizado

Sería torpe pensar que todas las críticas contra algunas autoproclamadas feministas provienen del machismo. Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, acapara a menudo titulares por sus intentos de llevar el feminismo a la política. Ya son dos las veces que ha pedido a la RAE, en balde, que incluya un lenguaje «inclusivo» en la Constitución. Para Loola, detrás de estas acciones hay una «cortina de humo» que tapa los que deberían ser los verdaderos caballos de batalla del feminismo: derechos laborales para las trabajadoras sexuales, reducir el paro, educación pública en igualdad y reconocer las enfermedades laborales que sufren las 'kellys' son un ejemplo. Sin embargo, la escritora lamenta que la vicepresidenta se enrede con el lenguaje, «que ha de ser práctico», y critica que crea «que está por encima de la RAE cuando no es lingüista ni filóloga».

De una forma u otra, la política ha llevado el feminismo a cotas de poder inimaginables hace décadas. No obstante, esa politización es la causante, según Loola, de que el movimiento esté dividido. «Se le ha pegado la tendencia a la fragmentación, tan típica de la izquierda en este país, por ejemplo». En la Región de Murcia, el Movimiento Feminista se fracturó en dos en 2018, dando lugar a la Asamblea Feminista. Recientemente ha nacido Murcia Feminista Combativa. «Si convertimos el feminismo en algo doctrinario, al final, asfixia», comenta. En su opinión, esto pasa porque después de la «intromisión» de figuras políticas con influencia, «se dejan de consensuar las ideas y se tiende a la imposición».

El feminismo podría entrar en crisis si no resuelve estos problemas. Loola apuesta por una vuelta al conocimiento y a la filosofía. «Pido a las mujeres que sean independientes, responsables de sus actos y piensen por sí mismas». Y para ello, «hay que perder el miedo a tener mala reputación». Así es una maldita feminista.

Feminismo, un movimiento con multitud de corrientes

Feminismo de la igualdad

  • Liberal: Corriente más primigenia (finales del XIX). Define la situación de las mujeres como una desigualdad, evita los términos 'opresión' y 'explotación'. Entre sus contribuciones históricas se encuentra el derecho al voto femenino o la reivindicación de su derecho a la educación. Focalizó sus energías en las reformas de tipo legal, pero no dio respuesta a las discriminaciones relacionadas por la raza, la clase y la sexualidad.
  • Prosex: Surge a principios de los ochenta en defensa de la libertad sexual de las mujeres y las minorías sexuales, a favor de la libertad de expresión y en contra de la censura y la persecución de la pornografía que proponía la corriente feminista cultural y radical. Relacionado con colectivos en defensa de las trabajadoras sexuales, esta corriente se fragmentó en diversas perspectivas y resulta difícil de homogeneizar.
  • Disidente: Es una reacción interna y supone una distancia crítica con el discurso feminista establecido. Se manifiesta contra la idea de que vivimos en patriarcado, duda sobre la existencia de una supuesta cultura de la violación o renuncia a la creencia de que las diferencias entre hombres y mujeres son absolutamente sociales o performativas. Se resiste a la corrección política y se mantiene al margen del pensamiento único.

Feminismo de género

  • Radical: Surge en los movimientos sociales de los años sesenta, sus influencias teóricas provienen sobre todo del materialismo dialéctico, el pensamiento marxista, el psicoanálisis y el anticolonialismo. Pretendió ser una alternativa a las posiciones feministas liberales y replicaron que las mujeres constituían un sexo-clase, señalando que la explotación de la mujer estaba sustentada en una subordinación ahistórica: el patriarcado.
  • Cultural: Evolución del feminismo radical. De la concepción constructivista de género se pasa a una visión dualista y esencialista del hombre y la mujer. Hay principios femeninos y masculinos, cada uno con diferentes valores. Con el objetivo de crear una cultura femenina alternativa al patriarcado, trataron de exorcizar cualquier atisbo de masculinidad de sus vidas. La sexualidad debe demostrar las convicciones políticas.
  • TERF: En español, las siglas responden a Feminista Radical Trans Excluyente. Rechazan a las mujeres transexuales porque alteran la dicotomía hombre/mujer y cuestionan el determinismo biológico. Acusan a las transexuales de ser hombres que se reapropian del cuerpo y las experiencias de las «verdaderas» mujeres. Las trans son un peligro para el feminismo porque supuestamente entrañan un riesgo de violación.
  • De la diferencia: Hay varias manifestaciones. En la francesa, se parte de la concepción de la mujer como otredad y establece la búsqueda de una identidad a través del psicoanálisis. La italiana plantea también la búsqueda de la identidad femenina. La estadounidense apunta a que las mujeres prefieren el vínculo con los demás y el acuerdo pacífico, mientras que los hombres privilegian los derechos y la justicia.
  • Ecofeminismo: Se remonta a los años sesenta y surge como reacción a la economía capitalista, al considerarla responsable de la crisis ecológica y de los cuidados. Defiende la sintonía de las mujeres con la naturaleza, las luchas pacifistas y el mantenimiento de la vida. Creen que la subordinación de las mujeres y la explotación de la naturaleza responden a un enemigo común: la dominación patriarcal. Critica el militarismo y la ciencia.
  • Queer: Sus reivindicaciones aparecen en los ochenta, ligadas al impacto del VIH/sida y cercanas al movimiento LGTBI. Responde a una revisión crítica del sujeto del feminismo y al cuestionamiento de las identidades fijas. Rompe con el binarismo de género y la presunción de heterosexualidad. Amplifica las tradicionales demandas feministas, reivindicando no solo la igualdad de los sexos, sino también de los cuerpos.
  • Poscolonial: Sus reflexiones parten de la crítica a las principales tradiciones feministas (de la igualdad y de género), centradas en los problemas de las mujeres de los países desarrollados. Defienden la denominación del patriarcado transcultural e incorporan un nuevo esquema conceptual basado en la tríada género, raza y clase. Su objetivo es entender cómo el género se relaciona con otros sistemas de opresión y exclusión.