La fe por la Vera Cruz de Caravaca ha atravesado montañas y cruzado mares hasta llegar a los confines de la tierra. En 2013, el papa Francisco recordó en su primer saludo, tras ser nombrado sucesor de Pedro, «parece que los cardenales han ido a buscar al nuevo pontífice al fin del mundo», en referencia a su país de origen, Argentina. Hasta allí, llevaron los Jesuitas el símbolo de doble brazo que se custodia y venera en Caravaca.

El signo de la Vera Cruz está presente en numerosas construcciones religiosas de Sudamérica, como es el caso de la Cruz que levantaron los Franciscanos en la céntrica calle de Mercaderes de La Habana en Cuba, o en el centro de Santo Tomé en la provincia de Corrientes en Argentina. La Cruz también tiene una presencia importante en Brasil, especialmente en San Miguel de las Misiones. Los jesuitas tenían la costumbre de colocar una Cruz de Caravaca en las plazas de las misiones que levantaban en las tierras de los indios guaraníes. Así lo podemos ver en la famosa Misión de San Miguel (Brasil), protagonista de la película La Misión. En la película se reproduce el símbolo de la Vera Cruz de Caravaca, presidiendo la plaza.

Los expertos creen que la presencia de la Vera Cruz en tierras tan alejadas de Murcia pudo deberse a la presencia de los limosneros que iban pidiendo peculio para sufragar los gastos de la construcción del Santuario de Caravaca.

Indalecio Pozo, director del Centro de Estudios Internacionales de la Vera Cruz, explica que, ante la falta de recursos para la finalización de la fachada del Santuario, que llevaba un retraso de más de siete décadas, hacia 1680 el Ayuntamiento y la Cofradía solicitan al rey una licencia durante ocho años para pedir limosna por todas la diócesis de España. A cambio de esa limosna se entregaba una Cruz.