Poco se habla ya del sida, el síndrome de infecciones y enfermedades oportunistas que se desarrollan cuando el sistema inmunológico está en índices muy bajos tras la infección del VIH. Cuando el virus da la cara, el tratamiento consigue en poco tiempo que la carga viral sea indetectable y, por tanto, el afectado pueda tener una vida completamente normal, con todas sus defensas. La realidad es que no todos tienen tanta suerte. En Murcia hay una casa de acogida que permite a estos olvidados por la sociedad tener un lugar donde dormir y recuperarse. Es la Fundación Rocamur.

Allí viven personas de muy distinta clase y condición. Los que consiguieron sobrevivir al virus en los ochenta y noventa lo hicieron gracias a un tratamiento muy agresivo -de hasta veinte pastillas-, que les provocó enfermedades respiratorias que arrastrarán siempre. La adicción a las drogas, por otro lado, complica la correcta administración del tratamiento.

Pero que nadie se engañe, «esta no es una enfermedad de drogadictos, prostitutas y gais» como en 1996, año en el que nació esta institución, afirma con rotunidad María Dolores Pintor Torrente, directora de la Fundación Rocamur. «El sida ya no tiene cara».

No hay un perfil fijo y, además, ha ido cambiando con el tiempo. Desde 2003, el número de extranjeros afectados con sida creció exponencialmente, «consumían droga en la zona de La Fama, eran sobre todo de países del este», comenta Pintor.

Cuando fue nombrada directora, en el 2007, se produjo un «giro» que la asustó: «Comenzaron a llegarnos muchos hombres, con vidas normalizadas, a los que sus mujeres habían echado de casa y no tenían dónde ir». Las enfermedades mentales relacionadas con el alto consumo de droga, como la esquizofrenia, hicieron su aparición en 2014. Y, desde hace dos años, llegan a la Región muchos homosexuales jóvenes que huyen de sus países. Algunos han llegado a Rocamur tras haber sido derivados de centros de menores extranjeros una vez que han cumplido los 18 años.

Hace solo cinco meses llegó a España Jhon desde Colombia. Lo hizo con su pareja, pero le engañó. Al llegar le obligó a ejercer la prostitución para pagarle los gastos del viaje. Lleva pocas semanas en manos de la fundación y espera que España le dé el asilo político. «No pienso volver, allí no puedo ser yo. Políticamente sí, pero socialmente es distinto», explica. Allí era estilista y estudiaba Administración de Empresas, pero ni siquiera podía tener acceso a su tratamiento contra el VIH de manera correcta: «La recepción de las medicinas se interrumpía durante semanas».

Desde que está en la casa de acogida, está aprendiendo a conducir y echa una mano en un ropero de segunda mano en otra ONG. «Es importante que se mantengan ocupados. Aquí siguen un horario, se levantan a las 8.30 horas y salen a buscar trabajo», detalla la directora. Una historia muy distinta es la de Mario. Las drogas casi acaban con su vida, además de ligarle de por vida al VIH. «Yo estaba tirado en Pitis (barrio de Madrid), enganchado a la heroína. Tres intentos en la Fundación Rocamur le han salvado la vida. La última vez que entró, hace cuatro años, va a ser la definitiva. «Ahora disfruto de todo, sacando al perro, yendo al gimnasio...». Tras 36 años enganchado a la droga, lleva tres sin probarla. Ha recuperado la relación con su familia y pudo cuidar a su padre durante sus últimos días de vida en el hospital.

Y es que en Rocamur no saben lo que es tirar la toalla. «Trabajamos con ellos sus problemas judiciales, laborales y, por supuesto, sanitarios. En otras casas de acogida no pueden controlar que se toman su medicación». No paran hasta que son independientes. Su trabajo es, como dice Pintor, «solucionarles la vida».

Testimonios

"Vine a España con mi novio, pero al llegar me obligó a ejercer la prostitución"

Jhon, colombiano de 30 años, llegó a España hace cinco meses de mano de su pareja. Sin embargo, el que se supone que era su novio le obligó a ejercer la prostitución nada más aterrizar hasta que le pagara los gastos del viaje. Gracias a la Fundación Rocamur tiene un techo donde dormir y acceso al tratamiento contra el VIH que necesita. Ha pedido asilo político en España.

"Mi problema era la droga, me veía acabado y aquí me han revolucionado la vida"

Mario ha estado tres veces en la cárcel, «por droga, robo y atraco». Tiene VIH desde 1988, no sabe cómo sigue vivo, pero entró con neumonía a la cárcel y allí le dieron el tratamiento que no tomaba en la calle. Ha pasado hasta tres veces por la Fundación Rocamora, pero la última fue la definitva para cambiar de vida. «Me veía acabado y aquí me han revolucionado la vida», asegura. Lleva tres años limpio.

Subvenciones: "No les importamos tanto a la consejería"

María Dolores Pintor, directora de la Fundación Rocamora, se queja de que cada año reciben menos apoyo de la consejería de Política Social, cartera de Isabel Franco. «Por la naturaleza de nuestro trabajo, no podemos ser tan visibles como nos gustaría y parece que eso nos convierte en menos importantes», lamenta.

«Es como si quisieran eliminarnos», llega a pensar cuando ve que pierden subvenciones: «Nos acaban de rechazar tres proyectos». Es cierto que en la casa de acogida de esta fundación no cabe un gran número de residentes, son menos usuarios que en otras asociaciones, «pero desde aquí les ofrecemos ayuda para todo: apoyo médico, físico, social, laboral e incluso judicial», explica Pintor.

Sus residentes no salen «hasta que son independientes, con trabajo». Reivindica así el esfuerzo que hacen para que se tenga más en cuenta desde la administracion autonómica.