La última gota fría ha golpeado el Sureste español creando junto a los cauces de aguas continuas y discontinuas situaciones muy dramáticas ante las que conviene hacer algunas reflexiones. Entre ellas nos encontramos que los pantanos de cabecera no han recibido volúmenes significativos. Cierto es que en el horizonte de sucesos de nuestros territorios el riesgo de inundaciones ha vuelto al lugar que naturalmente le corresponde y del que parecíamos despreocupados.

Sin embargo, aquí inundación y sequía se repiten, a veces con solapamiento, desde muchísimo antes de la invención del cambio climático; antes se consideraban castigos por los pecados de la gente y ahora venganzas por los crímenes medioambientales de la sociedad. Ahora empleamos otros métodos, así cuando se aproxima alguna circunstancia política excepcional se producen hechos extraños, acuñados con el cambio climático, como espumas en el río, residuos incontrolados, tanques de tormentas que se vierten, que nos provoca la duda: ¿Es producto de la casualidad o de una causalidad dirigida? Viene a ser lo mismo, ahora con un planteamiento más sofisticado y agnóstico.

Ante este inexorable ciclo de fatalidades, la sociedad ha respondido generando una cultura de resistencia a los rigores climáticos que se manifiesta en el magnífico patrimonio de presas existentes en estos territorios y en la tenaz lucha por asegurar el trasvase de agua para traerla desde donde sobra.

Trasvase decidido a finalizar por los gestores de medio ambiente, aunque no importa que esa decisión vaya acompañada sin las condiciones legales necesarias, aquí sólo interesa el interés político partidista y egoísta, sin que para ello sea necesario empobrecer y dejar al desierto que avance. Agua, que en fin de cuentas, está sirviendo en la actualidad de vehículo de dilución de aguas no depuradas .¿No es esto un delito mayor?

Sin la existencia de los embalses y presas que hay en nuestro territorio muchas ciudades de la cuenca habrían quedado arrasadas el 13 de septiembre de 2019. Bien es verdad que en la cuenca del Segura la protección contra avenidas no está completa y que la falta de infraestructuras de defensa se ha evidenciado durante la última riada, cuando hubo riesgo de inundación hasta en la propia ciudad de Murcia, sin olvidar la ciudad de Orihuela, que resultó tremendamente afectada. Sin embargo, hay que recordar que los poderes públicos previeron en su día la construcción de nuevas presas en, entre otras, las ramblas de Puerto de la Cadena, de Tabala, de Arroyo Grande, o de Garruchal, que no existen por la enemiga de quienes so pretexto de defender a la naturaleza se oponen a todo lo que significa racional articulación del territorio.

Mención aparte merece el irrealizado proyecto de construcción del canal aliviadero del agua del Segura hacia el Reguerón de Hurchillo. Sin entrar en otras disquisiciones, parece que si esta obra hubiese estado operativa los daños en la ciudad de Orihuela habrían sido menores de los realmente ocurridos.

Conviene por tanto que este proyecto sea ejecutado de una vez y que unos y otros se concierten bajo el único prisma del bien común. Las buenas gentes de esta ciudad lo agradecerán.

Los efectos de la gota fría también nos permiten expresar otras importantes consideraciones ante la continua modificación del territorio debido a actuaciones urbanísticas, a construcción de grandes infraestructuras y a transformaciones con fines agrícolas. La nueva realidad así creada necesita supervisión permanente de los lugares afectados a fin de prever y realizar las necesarias obras de corrección.

Lo sucedido en el Campo de Cartagena merece analizarse junto a lo que ocurrió también por causa de la riada de diciembre de 2016, aunque ahora los efectos han sido más catastróficos, lo que podría indicar una tendencia al agravamiento del problema. Conviene tratar de comprender lo que ocurre y por qué ocurre, pero siempre con los pies sobre el suelo y teniendo claro que el Mar Menor es y seguirá siendo el receptor natural de casi el 100% de las escorrentías que se generan en toda la Comarca del Campo de Cartagena, lo que contradice la idea de vertido cero.

No obstante, es prioritaria la corrección hidrológica de todos los cauces que convergen en él, así como la protección de los espacios convertidos en zonas inundables por causa de alteraciones del suelo provocadas por la mano del hombre. Y si aún quedan ímpetus, estúdiese a fondo la posible retención de escorrentías asociada a la recarga de acuíferos.

Todo lo anterior nos provoca inquietud y necesidad, ¡es cierto! No nos acompleja, ya que al mismo tiempo nos produce valor ante la adversidad , creatividad e ingenio ante quienes nos quieren desposeer de la riqueza creada con nuestro esfuerzo. No desmayaremos.