Fernando Marrero es especialista en psicología clínica y psicología pericial. También en terapia cognitivo-conductual, psicoterapia integrativa, terapia familiar, sistémica, psicología forense, informes periciales, terapia humanista, psicología infantil, terapia breve, psicología de adolescentes, terapia individual, terapia de pareja y terapia de grupo, entre otras. Ayer impartió una charla en la Biblioteca Regional organizada por el Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia, dentro del ciclo divulgativo 'Relevancia de la Psicología Educativa en la Sociedad Actual'.

¿Qué hay detrás de 'Adolescentes. Ni contigo ni sin ti'?

Es un juego de palabras sobre la relación entre padres e hijos adolescentes, que están obligados a entenderse. Muchas veces los adolescentes nos piden ayuda y no nos damos cuenta: es un 'déjame tranquilo', pero al mismo tiempo 'quiero que me abraces'. Es una relación de amor/odio. Es un intento también de romper ese mito de que el adolescente se comporta así porque está madurando, por las hormonas; pues lo cierto es que a la vez que pide libertad reclama también conexión con el adulto.

En una misma familia, y, aparentemente con la misma educación, es un hecho que los hijos viven la adolescencia de muy distinta manera. ¿Esto se debe al entorno social de los hijos, a la personalidad de cada uno...?

Todos los adolescentes son totalmente diferentes y así hay que tratarlos. No hay un patrón típico para trabajar con ellos. Puede afectar el que, inconscientemente, sin darnos cuenta, educamos y exigimos de manera distinta a los hijos, porque al igual que ellos cambian, también nosotros lo hacemos. Y, además, el grado de madurez de cada uno de ellos se desarrolla de manera distinta. Es muy importante trabajar con la comunicación y la empatía; te permite mucha mayor conexión con ellos, pero no ya en la adolescencia, sino incluso cuando son más pequeños. Hay que aplicar ese dicho de 'Se cazan más moscas con miel que con vinagre'.

¿Cuál es la mejor manera de entablar esa comunicación, siendo totalmente abiertos, guardando información...?

Se debe ser lo más claro y con la información adecuada según la edad del menor. Pero lo más importante es utilizar ejemplos. El adolescente quiere saber el aquí y el ahora. No le interesa ni el pasado ni el futuro. De ahí la importancia de una comunicación muy clara y detallada. No se debe ocultar nada. Ahí es donde se crea el vínculo de confianza paterno/materno/filial. Por ejemplo, si vamos a hablar de drogas, utilizar vídeos en los que se vea el efecto que tiene su consumo. Así sí aprenden. No sirve solo el 'esto es así, y o lo tomas o lo dejas'.

Pero hay muchas veces, por no decir todas, que el peso de los amigos es mucho mayor.

Sí es cierto que llega un momento de desconexión con los padres, porque son más importantes los amigos. Ellos buscan conductas de imitación. Pero ahí debemos estar nosotros, porque el ambiente social es muy importante y últimamente, además, muy nocivo para los adolescentes: actos de violencia (que llegan a normalizar), adicciones, las redes sociales... Son ataques constantes sobre los que nosotros llegamos a perder el control.

Constantes y ¿más que hace unos años?

Sin duda. Actualmente hay muchas amenazas que antes no se tenían y están mucho más descontroladas. Por ejemplo, en el caso del consumo de drogas o de alcohol, ahora hay muchas más mezclas o posibilidades que antes; o en el caso de los juegos con apuestas, donde los datos son muy desalentadores, porque inculcan la idea del dinero fácil; con la sexualidad, que está habiendo muchos problemas con enfermedades de transmisión sexual. O con las redes sociales y el efecto de los youtubers, los influencers... Eso es lo que les rodea.

¿Además de la comunicación, qué otras pautas se pueden seguir para evitar males mayores?

Es importante que entre en juego la comunicación con la escuela y con las familias de los amigos, para saber cómo se desenvuelve el adolescente fuera de casa. Y también los factores indicadores de riesgo, como las conductas de sus compañeros, etc. Pero sobre todo fijar las normas y los límites de manera muy clara desde que son pequeños. Por ejemplo, en el tema de los estudios deben tener claro que no lo hacen por nosotros, sino por ellos, por su futuro.

¿Nos estamos pasando con las actividades extraescolares?

Sí, y lo que es peor es que le resta tiempo para pasarlo con los padres. Pensamos que cuantas más actividades tengan será mejor para ellos; pero deberíamos, lo primero, preguntarles lo que quieren hacer con su tiempo libre. Se sienten saturados y para ellos es una rutina; cuando llegan a 1º de la ESO, ya están desmotivados. Hay que replantearlo y en este marco sería necesaria la figura del psicólogo educativo.