Su casco de acero ha rozado el hielo muchas veces. Ha sido testigo de la belleza de la naturaleza marina y terrestre, de la singularidad de la fauna que habita en el mar y del paso del tiempo a través de los bloques helados que ha encontrado en su camino. Es el Hespérides, un buque operado por la Armada Española que tiene firma cartagenera, pero que pertenece a todo el país. Botado por primera vez en 1990, tiene una eslora de 82,5 metros y alcanza una velocidad de 14,7 nudos, unos 27 kilómetros por hora. Su comandante, José Emilio Regodón, ha recibido a LA OPINIÓN en su camarote a pocos días de comenzar una nueva expedición que llevará a su tripulación a la Antártida.

P ¿Qué significa el Hespérides para la navegación española?

R Este es un auténtico buque insignia de la investigación polar y de la ciencia española. A finales de los 80, cuando España decide ser parte del Tratado Antártico, da los primero pasos con lo que había en aquel momento, el viejo buque Las Palmas. Pero inmediatamente se puso en construcción el Hespérides, que ya tiene 28 años y ha significado un auténtico salto cualitativo y cuantitativo. Muchos de nuestros científicos han tenido la oportunidad de desarrollar grandes proyectos en este buque que acumula casi un tercio de siglo -25 años- en la Antártida a sus espaldas, o mejor dicho en su quilla.

P Su aportación a la ciencia ha sido reconocida en el ámbito internacional.

R Sí. En términos de PIB, España se sitúa en el puesto décimoquinto. Nos lo creamos o no somos la nación número 15 con más recursos del planeta. En ciencia polar, sin embargo, estamos en el puesto número diez. Es decir, somos uno de los países que forman parte de ese selecto grupo que, por la cantidad y la calidad de los estudios realizados, se encuentra en el top ten. Es algo para sentirse orgullosos.

P Debe ser todo un honor participar en una misión como ésta, de gran calado técnico.

R Creo que lo es para todos nosotros, tanto para el personal científico, las dotaciones de la Armada y del Ejército de Tierra que dan apoyo, como para los técnicos de la Unidad de Tecnología Marina, que son quienes operan el complejo instrumental científico de última generación. De alguna forma, la Antártida te mueve e, incluso, te cambia. Para muchos, sino para todos, es la mezcla de un sueño personal por ir donde muy pocos humanos pueden y, desde luego, profesional, pues supone exponerte al límite en la carrera que llevas estudiando y practicando toda tu vida, y que de pronto la llevas a la frontera, a unas navegaciones por aguas diferentes, en condiciones a menudo duras, con la responsabilidad añadida de que en el barco en un momento dado puede haber hasta cien personas. Desde luego, definiría la situación como intensa.

P ¿Cómo lleva lo de ser el encargado de que todo salga bien?

R La responsabilidad es muy similar a la que puede tener cualquier otro comandante de un buque de la Armada, es decir, muy parecida a la del jefe de las bases antárticas Juan Carlos I o Gabriel de Castilla. Uno asume el puesto y el lugar en el que lo ha colocado su carrera.

P ¿Qué momentos emocionantes guarda de su expedición por el continente helado?

R Uno recuerda momentos, detalles sobre la calidad humana que tiene lugar en el barco y en las bases. Es impresionante la acumulación de talento que coincide por parte de la dotación de la Armada y de los científicos, que son la auténtica cabeza de la investigación polar española. Gente con más experiencia y gente recién llegada que se va incorporando a esos equipos; los técnicos que llevan muchos años y también despliegan lo mejor de sí mismos. Hay momentos emocionantes que uno guarda para sí, como ese primer día que alguien avista un témpano, un iceberg, o la primera manada de ballenas que se cruza por la proa y se acerca con toda la tranquilidad al barco porque saben que allí nadie les va a atacar ni a molestar. También es impactante la atmósfera tan transparente, tan impoluta, de la Antártida.

P ¿Cómo se pasa la vida a bordo de este gran buque?

R Operamos en el verano antártico y llegamos a tener días con hasta 20 y 22 horas de luz. El barco no para nunca, de hecho tenemos un horario tremendamente ajustado y estamos continuamente en movimiento. No hay un momento en el que digamos que el tiempo se podría haber empleado mejor. Mantener este barco es tremendamente caro, es una responsabilidad que asumimos también para los contribuyentes, entre los cuales estamos. Necesitamos ser absolutamente eficientes en cada minuto que pasamos en La Antártida. Como en todos los barcos de la Armada, en el Hespérides siempre hay gente de guardia, siempre está vivo; hay gente vigilando los motores y la navegación, gente produciendo comida, limpiando, haciendo mantenimientos, gente haciendo la colada... esto es un pueblo que se mueve. La gente hace deporte, lee, tiene momentos para ocio, charlar, conocerse o tomar un café. Los científicos también se organizan sus programas de trabajo: algunos se concentran en adquirir muestras en tierra, otros están en adquisición continua de datos a bordo. También tienen su propio sistema de guardia.

P Estar fuera de casa durante meses se debe hacer duro...

R Ese es uno de los grandes hándicaps que tiene este buque, como otros que pasan mucho tiempo fuera de sus bases. A la separación familiar, si bien es algo que va con nuestra profesión, no es posible acostumbrarse. No obstante, en esta situación quienes llevan la parte heroica, la más callada y abnegada, son quienes dejamos en puerto. Para nosotros, al final es nuestro trabajo, nuestra ilusión, nuestra vida y de alguna forma sustituimos de forma temporal a nuestra familia y allegados por la familia que significa un buque en navegación. Aquí se vive la Navidad de otra manera, no son en absoluto unas fechas tristes. Hay compañerismo, camaradería, amistad, risas y hablamos con nuestros seres queridos a distancia. Bueno, ahora les mandamos mensajes de WhatsApp y nos hacemos selfies.

P Es decir, que los que nos quedamos en tierra podemos imaginarles celebrando la Nochevieja en el mar.

R Por supuesto. Esa noche el servicio de cocina da lo mejor de sí mismo con una cena de tres platos. Ponemos nuestros mejores manteles para una cena que bien podría ser la misma que cualquier establecimiento de hostelería ofrece en esas fechas significativas.

P Usted considera muy importante la divulgación. ¿Qué le diría a los jóvenes que quieren ser científicos?

R Nosotros somos servidores y nos gusta que la gente conozca qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué. El Programa Polar Español es un gran desconocido, pero es muy interesante. Tengo clarísimo que en la ciencia hay futuro. Es importante despertar esa inquietud en todas las generaciones, reconocer el trabajo de nuestros científicos y científicas, e insistir en que todo lo que se hace vale la pena pagarlo, aunque parezca caro. La Antártida es una cápsula del tiempo, todo un continente que la Humanidad se ha reservado para la investigación y la ciencia. Allí están las claves y los restos de nuestro pasado, que son fundamentales para entender y aprovechar nuestro futuro.

P Para Cartagena, el Hespérides es un símbolo naval. Pero, ¿qué es Cartagena para el Hespérides?

R El Hespérides tiene una relación secular con el puerto de Cartagena desde siempre; se gestó aquí, durante unas jornadas del mar; se diseñó aquí por la empresa nacional Bazán, hoy llamada Navantia. Se construyó en estas gradas, se botó en estas aguas y, desde entonces, ha tenido su base en el arsenal de Cartagena. Si bien es cierto que el Hespérides ha pasado la mayor parte de su tiempo en la mar, que es donde tienen que estar los barcos, haciendo su trabajo, tiene mucha relación con esta ciudad, como todos los barcos con su arsenal. Si pudiera contestar a nuestras preguntas, este buque nos diría con el alma que es un barco que se siente cartagenero.