Estimaciones preliminares basadas en muestras recogidas durante la DANA cuantifican los nutrientes que han entrado disueltos en el agua al Mar Menor en un mínimo de entre 500 y 1.000 toneladas de nitratos, 35 toneladas de amonio y más de 100 toneladas de fosfato. Unos días después de las lluvias torrenciales se analizaron muestras de agua de la laguna encontrándose concentraciones de nitratos en torno a 13 mg/Litro, cien veces por encima de las que se pueden considerar "normales".

Estos son algunos de los datos recogidos en un informe sobre el estado actual de la laguna salada y sus causas en relación a los contenidos de nutrientes, redactado por Juan Manuel Ruiz Fernández, Víctor M. León y Lázaro Marín Guirao (los tres del Instituto Español de Oceanografía); Francisca Giménez Casalduero, de la Universidad de Alicante; José Alvárez Rogel, de la Universidad Politécnica de Cartagena; Miguel Angel Esteve, Rosa Gómez Cerezo y Francisco Robledano Aymerich (los tres de la Universidad de Murcia); Gonzalo González Barberá, del CEBAS-CSIC; y Julia Martínez Fernández, de la Fundación Nueva Cultura del Agua.

Casi todos ellos han formado parte del Comité Científico del Mar Menor y la práctica totalidad han ido abandonándolo.

Los investigadores inciden en que "la profunda degradación del Mar Menor ha sido causada por el proceso de eutrofización debido al exceso de nutrientes", degradación que la laguna viene sufriendo desde la crisis eutrófica de 2016 y que se ha agravado por lo arrastrado por las escorrentías durante la DANA de mediados de septiembre.

Y advierten de que su recuperación "será un proceso largo y muy complejo" porque, incluso con la eliminación de todas las entradas de nutrientes procedentes de la cuenca, la liberación de nutrientes desde sus fondos "continuará durante bastante tiempo".

En cuanto a los datos aportados de entrada de nutrientes, "la estimación está sometida a fuentes de incertidumbre que se están evaluando, pero las cifras que se proporcionan aquí se consideran conservadoras", indican.

Añaden que a los aportes ya mencionados hay que añadir el carbono orgánico y el fósforo fijado en diversas formas en las ingentes cantidades de sedimento que entraron en la riada (más de 100.000 toneladas en una estima también conservadora).

Por tanto, "el problema no es consecuencia de la entrada en sí misma de agua dulce (lo que favoreció la formación de las dos capas de agua de diferentes salinidad y densidad), sino de los nutrientes arrastrados por el agua, que son el 'combustible' del proceso eutrófico y que se suman a los nutrientes que ya contenía la laguna", insisten los científicos.

Y se hacen eco de unos datos recogidos por la AMETSE (Asociación Meteorológica del Sureste) sobre los datos pluviométricos del episodio de lluvias, que muestran que la avenida de noviembre de 1987 presentó una precipitación acumulada un tercio mayor que la DANA de este año, "pese a lo cual en 1987 no hubo episodios de mortandad masiva en la laguna".

La eutrofización, por tanto, ha supuesto una degradación profunda del Mar Menor, que se está cronificando y además lo ha convertido en un ecosistema extremadamente vulnerable a múltiples factores, que pueden ir variando (la DANA sería un ejemplo, pero no el único) y en cualquier momento se pueden volver a desencadenar episodios agudos de mortandad, argumentan en el informe.

Atajar la entrada

Los investigadores vuelven a pedir, como primer paso para la recuperación de la laguna salada, atajar la entrada de sedimentos y nutrientes con medidas de prevención en origen, soluciones basadas en la Naturaleza, como la recuperación ambiental y funcional de los cauces y del conjunto de la red hidrológica de la cuenca del Mar Menor; la reducción de los riesgos de erosión nivelando el terreno, implantando sistemas de laboreo menos agresivos y mejorando las propiedades físicas de los suelos; la utilización de cubiertas vegetales y setos que contribuyan a reducir la energía de las escorrentías y a retener el suelo; la recuperación de las superficies naturales de humedales periféricos a la laguna y la construcción de humedales artificiales de localización estratégica, en combinación con otros sistemas capaces de retener y depurar las aguas de escorrentía y efluentes generados en la zona (por ejemplo, biorreactores de madera).

"Los humedales son los únicos sistemas capaces de retener y eliminar buena parte de los sedimentos y nutrientes transportados en caso de avenidas, las cuales serán cada vez más frecuentes debido al cambio climático", indican.

Además, proponen que se adopten medidas para reducir los aportes desde los centros urbanos ribereños, mejorando la red de saneamiento y evitando descargas de los efluentes urbanos tratados o sin tratar a la laguna.

"Incrementar los aportes de agua desde el Mediterráneo no son una opción para solucionar el problema, ya que no actúan sobre su origen y además provocarían efectos colaterales completamente indeseables", advierten.

Los científicos comentan que la eficacia de las actuaciones que se pongan en marcha "tiene un claro termómetro": el estado real de los hábitats, comunidades y especies de la laguna del Mar Menor, así como los de la franja adyacente del Mediterráneo, los humedales litorales de la laguna y otros espacios protegidos asociados al Mar Menor.

"Una implementación precipitada, insuficiente o inadecuada de medidas de restauración, comprometerá seriamente la aplicación de instrumentos de planificación y gestión recientemente aprobados", concluyen.

En cuanto al Plan de Vertido Cero del Ministerio para la Transición Ecológica, los investigadores destacan que deberían revisarse las medidas priorizadas, cuyas actuaciones centrales en la cuenca se sitúan en una línea diferente a la propuesta por ellos.