­Los relojes volvieron la semana pasada a retrasarse en España para recuperar el horario de invierno, y lo hicieron además sin que exista ninguna evidencia o informe actualizado que avale que estos cambios suponen de verdad un ahorro energético.

Los cambios dividen además a la sociedad, que mayoritariamente prefiere el horario de verano, a los gobiernos europeos -la Comisión ha retrasado hasta 2021 la posible anulación de los cambios horarios ante la falta de consenso- y a los científicos que han analizado las ventajas e inconvenientes de cada horario y el impacto sobre la salud, la economía y los hábitos de vida de los ciudadanos.

Algunos investigadores han advertido de que optar por uno u otro horario de forma definitiva «no es nada trivial», incidiendo en la importancia para España de mantener el mismo que los principales socios económicos y comerciales -como Francia o Alemania- y se inclinaron por el de invierno como mejor opción para la mayoría de los españoles.

Los informes europeos, recuerda el Ministerio para la Transición Ecológica, revelan que los ahorros que se pueden producir en el consumo de energía son marginales y que no hay además certeza de que esos ahorros se obtengan en todos los estados miembros.

Señalan también que se podría registrar un ahorro en iluminación, pero no en calefacción, y que en cualquier caso todos los resultados estarían determinados por factores como la meteorología y geografía de cada lugar y el comportamiento de los usuarios.

En España no existen informes actualizados que permitan asegurar que el cambio de hora lleve asociado un ahorro energético, según el mismo Ministerio, que ha señalado que las nuevas exigencias de eficiencia en iluminación, los modernos sistemas de climatización, o la progresiva introducción del autoconsumo alteran significativamente los análisis que se utilizaban hace años para calcular esos datos.

Sara de la Rica, catedrática de Economía y directora de la Fundación Iseak, señala que la idea de suprimir el cambio de hora responde más a una demanda de los hogares para contar con un solo horario durante los doce meses. Los más sensibles a las alteraciones son los niños, ya que esos cambios de luminosidad y de horarios puede afectar a sus conductas y tener un impacto a nivel fisiológico, según Dolores Corella, directora del grupo de investigación del Centro de Investigación Biomédica en Red de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) y consejera de la Fundación Gadea Ciencia.

De hecho, cada vez se concede más importancia a la cronobiología (los ritmos biológicos de los seres vivos) y cómo afecta a la salud, y está ya comprobado que las personas que trabajan de noche y las que cambian con frecuencia de horario sufren más riesgos de diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares o alteraciones psicológicas como la depresión, según indica la Fundación Gadea.