La historia del Restaurante El Churra surge a principios del siglo pasado, allá por 1900, nació en pleno corazón de la huerta de Murcia, Juan José Nicolás 'El Tío Churra'.

En 1955 este huertanico pensó que Murcia y su huerta necesitaban un restaurante y decidió montar una tienda de ultramarinos y comestibles junto a una taberna de la época. En ellas se podían comprar y saborear los embutidos, carnes, tapas y guisos típicos de la Región acompañados de una caña o un chato de vino.

Nadie por aquel entonces podía imaginar hasta dónde llegaría un pequeño negocio familiar.

Merendero El Churra

Pasados unos años, la tienda de comestibles se independizó de la taberna para convertirse en el merendero 'El Churra'. Más tarde, a principios de los 70, 'El Tío Churra', un hombre que siempre meditaba todo lo que hacía, delegó esa responsabilidad a Mariano Nicolás, el pequeño de sus siete hijos, que a pesar de su juventud se puso al frente sin saber a dónde le llevaría aquello en un futuro.

En el año 1967 se casó con Conchita Monteagudo. Los recién casados tropezaron con un problema, ya que una explotación constructora en el Polígono de La Fama, les obligaba a trasladar el negocio a la Avenida Marqués de los Vélez, transformándose en un modesto restaurante que crecía día a día con la única ilusión de mejorar y servir a todos sus clientes y amigos con cariño y respeto.

Mariano Nicolás detectó la necesidad de los clientes que venían a Murcia a trabajar o de paso de disponer de alojamiento, lo que le llevó a construir un hostal en 1973 con 48 habitaciones. Ampliando hacia nuevos horizontes, en el año 1992, se inauguró otro hotel, esta vez de 3 estrellas, Hotel Churra Vistalegre con un total de 57 habitaciones.

El Churra en la actualidad

Actualmente cuentan con dos hoteles de tres estrellas cada uno y un total de 172 habitaciones equipadas de forma funcional y práctica aunque sin perder la esencia de hotel familiar.

Actualmente están en activo los tres hijos de Mariano y Conchita: Juan José, Inmaculada y Sonia; además de dos de sus nietos Carlos y David. El próximo en entrar en el grupo será otro de los nietos, Roberto, que cursa estudios de cocina.

Para Inmaculada Nicolás, «no hay ningún secreto para que un negocio familiar perviva y además crezca, solo hay una norma primordial: el respeto. Nos ocupamos de áreas distintas y es imprescindible la comunicación para que ellas converjan entre sí sin caer en contradicciones y choques». Añade que lo bueno de ser tantos y de varias generaciones «es la diversidad de opiniones, eso siempre enriquece y favorece que vayamos todos a una en las decisiones importantes de la empresa».

Por lo que respecta a los valores de la empresa, Inmaculada Nicolás, indica que «nuestra filosofía es la heredada por nuestro padre y abuelo; trabajar para y por el cliente y hacerlo lo mejor posible siempre. Continuamos trabajando para superarnos día a día con el único objetivo de ofrecer la máxima calidad y confort a todos nuestros clientes, para que tanto los de aquí como los que vienen de fuera, se sientan como en su propia casa».