Ya está el hombre en su tumba nueva, también pagada con nuestras perras, como la otra, la grande, y con su mujer, pobrecica, que estaba allí más sola que la una, que no sé yo cómo la familia se ha opuesto tanto a que se produzca el reencuentro del matrimonio. ¿Dónde van a estar mejor esos restos que con los de la mujer propia? Quizás, quién sabe, es que no se llevaban bien, el marido y la mujer, digo. Vete tú a saber.

Pero de lo que a mí me gustaría hablar aquí, si se me permite, es de las reacciones de los distintos líderes políticos ante este asunto de la exhumación de Franco. Sobre el papel, parecía que podría esperarse una cierta coincidencia de pareceres que aunase a la mayoría de ellos en algo tan elemental como lo de acabar con la situación de un dictador, puesto en un monumento, con una cruz gigantesca en todo lo alto. Sin embargo, no ha sido así. Estaba claro que los líderes de Vox iban a tirar el carro por el pedregal -qué gracioso lo de 'la profanación', oye -, pero no me esperaba yo, en mi ignorancia, que los otros también se iban a poner tan de uñas, incluyendo a Pablo Iglesias, fíjate tú, que a Podemos también le ha molestado que se haga eso ahora, porque parece ser que les viene mal el momento.

Lo curioso, según he leído por ahí y por aquí, es el mensaje que cada uno ha elaborado para tratar de criticar o minimizar el hecho de que Pedro Sánchez haya sacado a Franco de Cuelgamuros. Por ejemplo, Pablo Casado y sus gentes han sido aconsejados por sus técnicos en comunicación para que digan que su preocupación es la Sanidad y la Educación de los españoles actuales y no 'que nuestros abuelos se pelearan entre ellos' (sic). La verdad es que esto de los abuelos peleándose es una imagen que no parece muy bien construida, aunque, claro, yo no sé nada de comunicación. Ustedes piénsenlo, ¿ven a sus abuelos dándose de tortas como imagen de la guerra civil española provocada por el golpe de estado del general Franco y la ensalada de muertos que se produjo en esa guerra, y aún después de la derrota de los republicanos? ¿Y lo del dictador mandando sin freno durante más de cuarenta años? ¿También son los viejos peleándose? Nada, que no lo veo.

El joven Albert Rivera se ha lanzado por catalanas, que es un cante que domina, al ser de allí. «¡¿Cómo es posible que este gobierno se dedique a sacar al muerto de su tumba con la que hay liada en Cataluña?!», ha dicho el payo. Y la verdad es que tiene algo de razón: en Cataluña hay un taco montado que veremos cómo salimos del trance. Pero, ¿no le hubiera gustado a Rivera apoyar de algún modo la exhumación, de manera que sus votantes en general, y, sobre todo, los catalanes en particular, que en su mayoría no han podido ver nunca a Franco ni en pintura, dada la mano de hierro con la que los trató, apreciaran en él su antifranquismo? Claro que no sé por qué me meto yo en camisa de once varas, que priores tiene la iglesia, -el Señor perdone al del Valle de los Caídos-, y ellos sabrán mejor que yo qué puede salvar a su líder y a su partido del guantazo que le anuncian las encuestas en las elecciones del 10 de noviembre.

Y luego está Pablo Iglesias, que mayormente se ha dedicado a decir que no se debía haber hecho ahora, que es una medida electoralista, cuestión esta que también han señalado miles y miles de personas y medios de comunicación conservadores. Lo que más llama la atención de este comentario es esa coincidencia. Porque todos saben que el tema comenzó hace casi un año, que los nietos de Franco, a pesar de estar forrados del dinero que les dejó su abuelo, no estaban contentos con que sacaran al viejo de su tumba y que han puesto todo tipo de pegas y trabas judiciales para que no se hiciera. Y el prior, no se olviden del prior, maldita sea su estampa. Y que, por fin, el Tribunal Supremo dictaminó que podía exhumarse, y, entonces, ahora, no hace 2 meses o dentro de tres años, es cuando se ha hecho. Pero estamos de elecciones, qué le vamos a hacer.