La doctora María José García Mateos, cirujana maxilofacial del Hospital Virgen de la Arrixaca, no se imaginaba hace un año, por estas fechas, lo que iba a estar a punto de vivir. Su vida iba a dar un cambio de 180 grados y ella debía de dejar de estar en un segundo plano, priorizando trabajo, familia e hijos, para situarse como epicentro de todo. En noviembre de 2018 María José fue diagnosticada de cáncer de mama, una enfermedad que la ha obligado a «cambiar el chip» y a aceptar que ahora ella es lo primero y que, si lo necesita, debe pedir ayuda.

Todo comenzó un domingo por la tarde, sentada en el sofá de casa viendo la televisión. «De pronto pensé en palparme el pecho por si me notaba algo. Así, como si nada. Ya que me había hecho una mamografía dentro del Programa de Cribado de Cáncer de Mama en diciembre del año anterior», explica. Su sorpresa llegó cuando de pronto se notó algo. Ese temor fue creciendo hasta que tras varias pruebas una compañera radióloga la llamó una noche para confirmarle el diagnóstico.

«Me diagnosticaron un cáncer de mama triple negativo, uno de los peores. Es poco frecuente y sólo representa el 15 por ciento del total de todos los que se diagnostican y aunque en otros se han logrado avances en los últimos años, en este no se avanza a la misma velocidad».

Esta paciente oncológica tiene actualmente 50 años y acaba de terminar el tratamiento de radioterapia. Ahora está comenzando a reponerse del 'agujero' en el que ha estado viviendo este tiempo. Reconoce que el tratamiento «ha sido muy duro». «El cáncer te hace ver la vida como una nebulosa».

Preguntada por cómo ha vivido el diagnóstico del cáncer de mama siendo doctora y trabajando en un hospital afirma que, lejos de lo que se puede creer, «ser médico te aporta un plus de miedo porque sabemos cosas que otros pacientes diagnosticados desconocen, sabes a lo que te enfrentas y eso es duro».

María José García asegura que «como doctora he tenido que comunicar en muchas ocasiones a pacientes que tenían un cáncer oral, pero cuando estás al otro lado todo es distinto». En este caso, recuerda que los compañeros del hospital que le hicieron las pruebas, el patólogo y la radióloga que la diagnosticó también lo pasaron mal, «es duro cuando conoces a la persona que tienes sentada delante».

Además, hace hincapié en lo bien que funciona el protocolo en estos casos, ya que una semana después del diagnóstico comenzó la quimioterapia. «Ahí es cuando realmente fui consciente de que estaba enferma», afirma. «La 'quimio' te pone a morir, en ese momento eres consciente de que todos estamos de paso y no tienes claro si podrás salir». El tratamiento duró seis meses, tiempo en el que María José entró en una especie de espiral. «En ese momento tu cuerpo está 'quimiado', tu cerebro está 'quimiado', se apodera de ti un sentimiento de culpabilidad que hace que lo vivas todo con mucha intensidad», cuenta. «Sin embargo, hay que tener claro que esto es una lotería y que uno no es el culpable de que algunas células se vuelvan cancerígenas».

A los diez días de comenzar el tratamiento se quedó sin pelo, sin su melena pelirroja, y afirma que lo pasó mal. Pero lo más duro fue pensar en su hijo pequeño, Guillermo, de 9 años. María José García tiene tres hijos: Alejando, de 26 años, Arturo, de 21, y Guillermo, de 9. Alejandro ha estudiado Medicina y se encontraba preparándose el MIR cuando la diagnosticaron, «pero lo dejó todo para ocuparse de su hermano pequeño. Él se hizo responsable de recogerlo del colegio, de llevarlo a clases extraescolares y de hacer los deberes, mientras mi marido se encargaba de mí».

«Tuve que hablar con Guillermo, prepararlo para lo que podía ocurrir, ya que pasaría de tener una madre muy activa a otra que se pasaría la mayor parte del día en la cama», explica. «Le dije a mi hijo que si me veía caerme, llorar o vomitar era por la enfermedad. Y me sorprendió la capacidad de los niños para asimilar una situación así».

Tras el tratamiento de quimioterapia, esta paciente y doctora de la Arrixaca se sometió a una operación para quitarle el tumor y tras pasar por quirófano comenzó la radioterapia durante 21 días.

Ahora está comenzando a recuperarse, «cada vez me caigo menos», afirma. Y a todas esas mujeres que son diagnosticadas cada día en la Región de Murcia de cáncer de mama sólo les da un consejo, que confíen en su oncólogo y no hagan caso a «toda esa propaganda que nos meten por los ojos, todos esos libros de autoayuda que nos dice que tenemos que estar bien y ser fuertes», porque «hay días que te levantas bien, pero otros muchos no».

También agradece enormemente el trabajo del equipo de Oncología de la Arrixaca. «El sistema está estructurado y funciona bien. Yo he salido del hospital con un planning de todas las citas, pruebas y médicos a los que tengo que ver hasta 2025 y eso te ayuda a organizarte». Eso sí, «ahora veo la vida con otras gafas, tengo claro que no quiero cabrearme ni tomar disgustos, aunque en ocasiones no lo pueda evitar».