La peor inundación que se recuerda en la cuenca del Segura ha puesto a prueba el ambicioso Plan de Defensa contra Avenidas que el Gobierno central puso en marcha hace ahora 3o años. El presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, Mario Urrea, asegura que los datos recopilados por la Aemet apuntan que las lluvias provocadas por la DANA pueden haber sido las peores desde 1946, cuando llegó a desbordarse el Segura a su paso por la ciudad de Murcia e inundó parte del bario de San Juan. En esta ocasión, a pesar de los 294,6 litros por metro cuadrado registrados en Molina de Segura o los 241,9 de Cieza, las presas y las infraestructuras construidas en las principales ramblas que alimentaban las crecidas del río han aliviado la riada.

Además, el Plan suprimió los meandros del Segura, eliminando las curvas que trazaba el cauce para construir un canal que aumentó la capacidad de almacenamiento a partir de la Contraparada.

El Puente de los Peligros de Murcia, que tiene capacidad para dar salida a unos 400 metros cúbicos por segundo, llegó a estar cerca de alcanzar su nivel máximo, pero la derivación de caudales a la presa de Santomera evitó que el Segura llegara a desbordarse en la capital, como ocurrió en Cieza, Archena, Molina y Lorquí y aguas abajo de Murcia.

Mario Urrea recordó que «la rambla de Abanilla ha metido 200 metros cúbicos por segundo en el pantano de Santomera», que no han llegado al río. De haberse sumado ese volumen al cauce del Segura, «hubiera sido una catástrofe como las que había antes de que existiera la presa. Estoy convencido de que salvó vidas humanas las noches del 12 y el 13 de septiembre».

Añadió que han retenido grandes volúmenes las presas del Cárcabo, del Moro y del Judío, lo que ha evitado que el cauce del río llegara a acumular un caudal muy superior al que registró el Puente Viejo.

Sin embargo, se han cumplido los augurios de los regantes y del Ayuntamiento de Murcia, que en sus alegaciones al Plan de Defensa Contra Avenidas en el año 1989 ya alertaron de los efectos que tendría la supresión de los meandros en las pedanías situadas aguas abajo de Murcia y en la Vega Baja.

La Junta de Hacendados, que entonces estaba presidida por José Sánchez Mompeán, mostró su oposición al «establecimiento de las cortas» y advertía de que con la canalización del río se va a producir «un lanzamiento rápido del agua, al suprimirse dichos meandros, debiendo quedar resuelto primero el cuello de botella de Orihuela».

En el mismo sentido se pronunció el entonces procurador de los heredamientos del Merancho del Gil, Acequia del Raal Nuevo, Landrona del Marqués y del Catalán y del Brazal de la Rosa, Sigifredo Hernández: «Se van a eliminar unos seis kilómetros de río, aproximadamente, y los correspondientes meandros o sotos, por lo cual, irremediablemente, se va a producir un lanzamiento y posterior acumulación de agua en el tramo comprendido entre Murcia y Orihuela, al seguir subsistiendo el fatídico estrecho o 'cuello de botella' en el río entre Beniel y Orihuela».

Destacaba igualmente que «es conveniente y necesario emplear el sentido común y ejecutar todo el Plan de Avenidas y el acondicionamiento del río por riguroso orden: de cola a cabeza».

También el Ayuntamiento de Murcia indicaba en sus alegaciones que «el análisis de la propagación de la avenida que contiene acaba en Murcia capital, no abordando en absoluto cómo se ve afectado el cauce aguas abajo de Murcia por la canalización proyectada, carencia que consideramos esencial corregir». El informe del Consistorio recordaba, además, que en 1948 el Segura alcanzó los 900 metros cúbicos por segundo en Murcia.

Y tal como se preveía en las alegaciones presentadas hace treinta años, el Segura ha llegado ahora al puente de La Fica sin desbordarse, pero anegó El Raal y Alquerías. La riada obligó a desalojar a cientos de vecinos de la Huerta en las pedanías situadas aguas abajo de Murcia y en Beniel, aunque la mayor crecida se produjo en la Vega Baja.

El ingeniero de Caminos Juan Guillamón, que en 1989 era concejal del CDS y defendió en el Pleno la moción que contenía las alegaciones del Consistorio al Plan contra Avenidas, asegura que aquel proyecto «fue una bendición del cielo, con todo lo que ha costado». Guillamón recordó que pese a los desbordamientos del Segura, la cuenca se ha enfrentado a una situación crítica. «Hasta han explotado los tubos del Trasvase. Quitar los meandros aumenta la capacidad y permite que pase más caudal», aunque reconoce que «a partir de Beniel el cauce del río no da para más».

Por su parte, el presidente de la CHS precisó que el desbordamiento de El Raal se debió a una rotura de la mota y anunció que, a la vista del comportamiento del Segura y de las ramblas que desembocan en el cauce, la CHS va a realizar un estudio para conocer las amenazas aguas abajo de Murcia. «Estamos en contacto con la Universidad para hacer un diagnóstico real de la situación, porque teníamos la falsa sensación de que estábamos en buenas condiciones». Advierte de que «aguas abajo de Murcia no se pueden hacer presas», porque la concentración urbana no lo permite. En el tramo murciano se estudiará la posibilidad de «recrecer las motas», mientras que en la Vega Baja se podrían recuperar antiguos proyectos, como el baipás de Orihuela, que quedó abandonado hace una década debido a que «hubo una oposición importante por parte del Ayuntamiento y de los territorios que se verían afectados. Hay que hacer un estudio que vaya desde Murcia hasta Guardamar, porque no podemos salvar a una población y lanzarle el problema a la siguiente. La Vega Baja no tiene ya capacidad de evacuación. En Murcia han entrado 280 o 300 metros cúbicos por segundo y no se ha desbordado; sin embargo, en Orihuela, con 180, el río ya estaba desbordado».

Mario Urrea considera injusto que se le culpe a él de que los proyectos planteados para la Vega Baja hayan caído en el olvido. Respecto a las quejas de Orihuela por la rotura del canal de desagüe del pantano de Santomera, que el consistorio de la Vega Baja intentó reparar enviando su propia máquina, Urrea dijo que la CHS no la había reparado antes porque «la rotura se produjo en una zona inundada a la que no podíamos acceder. Fue necesario buscar una máquina con un brazo más largo para poder actuar desde la orilla opuesta y eso no fue fácil. Al final la rotura se reparó entre las tres máquinas que trabajaron allí».