Cualquier ayuda es bienvenida estos días en Los Alcázares. Han pasado cinco desde que el pueblo quedara totalmente anegado por las inundaciones. Saben que pasarán muchos más hasta que recupere la normalidad, pero lo cierto es que la gente se está volcando para echar una mano. Y no solo los afectados, también un inacabable reguero de voluntarios llegados desde cualquier parte. Pero, particularmente, en el día de ayer los murcianos acudieron en masa. Era día festivo en la capital murciana, y a la entrada al Ayuntamiento, convertida en un improvisado centro de recibimiento, llegaba un autobús tras otro. La Universidad de Murcia y la Federación de Peñas del Real Murcia fletaron sus propios autocares; mientras otros llegaban a la localidad del Mar Menor por sus propios medios.

«¿Por dónde empezamos?», «¿En qué podemos ayudar?», «¿Dónde están los utensilios»... Son frases que se escuchan continuamente. La gente, más voluntariosa que nunca, no duda en remangarse, enfangarse, cargar con el mobiliario que haya que tirar, etc. Allá donde se necesita ayuda, allá que hay un voluntario, un vecino o un operario municipal.

Unos sesenta estudiantes de la Universidad de Murcia comenzaban su labor nada más bajar del autobús. Su trabajo: recoger adoquines. Unos adoquines que se levantaron en las calles contiguas al edificio del Ayuntamiento. Se organizan en grupos pequeños, de cinco o seis personas, para abarcar las máximas zonas posibles. Lo han hecho a través de un comunicado difundido por las redes sociales, y un grupo de whatsapp para organizar a todos los estudiantes que se han ofrecido a echar una mano.

La gente hace cola para recibir el material necesario en la entrada del Consistorio: unos guantes, una escoba, unas botas de agua, y a funcionar. Las máquinas siguen sacando agua y fango de los sótanos, mientras los bajos poco a poco se van oxigenando. En el Museo Aeronáutico, situado junto a la base militar cuya pared ha sido derribada, un grupo de diez murcianos trata de eliminar el barro de un edificio histórico, lleno de maquetas de aviones, fotos, armas, hélices, etc. En la entrada, los voluntarios intentan eliminar la tierra ya seca, pegada al suelo: «Hemos venido aprovechando que hoy era fiesta en Murcia por la Romería. Hay que estar donde se nos necesita. Preferiríamos ir a una casa, que allí sí que lo están pasando mal, pero somos como soldados: donde nos mandan allí vamos», dice un hombre mientras reclama una escoba de rastrillo para despegar la tierra.

Un poco más allá, 93 aficionados del Real Murcia cambian La Nueva Condomina por las casas junto a la Rambla del Albujón. Pensaban venir en un autobús, pero han tenido que poner otro más porque no cabían. A la cabeza del grupo de murcianistas, el presidente de las peñas, Pablo Guzmán.

El primer bloque al que llegan es de los más afectados. Allí tuvieron que hacer cuatro boquetes en el muro de la casa para que saliera el agua, que alcanzó un metro de altura. Es la vivienda de Ángela Díaz Grillo. «Me paso el día cantando, porque soy 'La Grillo'», bromea la anciana. «El humor nunca lo pierdo, ni con el agua al cuello». En la riada de 2016 ya tuvieron que salir del pueblo, pero insisten en que esta ha sido aún peor: «Antes había riadas, pero como esta, ninguna».

Mientras habla, los peñistas del Real Murcia sacan muebles del interior de la casa, aparatos electrónicos, comida que ya no sirve... Por la tarde llegaría la expedición de sus archienemigos, aunque en esta situación, no hay rivalidad que valga. Técnicos, jugadores de la cantera y futbolistas del equipo femenino del FC Cartagena también acudieron a echar una mano.

En la casa contigua, los frigoríficos y la lavadora están para tirarlos. También se han quedado sin camas y sin colchones. Siguen sin luz. Y casi todos, llevan días sin dormir o durmiendo horas contadas. Los voluntarios llegan sin cesar para dar su ayuda. Y el pueblo los recibe con los brazos abiertos, porque los necesita más que nunca.

Los estudiantes, sin clases y achicando agua

Los estudiantes, sin clases y achicando aguaEl IES Antonio Menárguez Costa, situado junto al Polideportivo de Los Alcázares, no ha podido iniciar el curso todavía, y, lo que es peor, no saben cuándo podrán empezar las clases. El director del centro, Ángel Pedro Gómez Rebollo, estima que necesitarán, como mínimo, cuatro semanas para que el edificio vuelva a la normalidad. Recuerda que en las inundaciones de 2016, más leves que estas, necesitaron tres semanas.

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La Consejería de Educación no quiere que los alumnos estén tanto tiempo sin dar clases, así que están estudiando la manera de solucionarlo. Proponen que habiliten el piso de arriba del instituto para empezar las clases, pero el director dice que es insuficiente para acoger a los casi 900 alumnos del centro. El inicio de las clases estaba previsto para el 12 de septiembre, justo el día de la riada.

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Entre los voluntarios que llegan al IES Antonio Menárguez Costa, muchos son los propios alumnos. Adolescentes que no pueden dar clase y que no dudan en arrimar el hombro para recuperar su instituto.

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Las pérdidas materiales son incalculabes. Los ordenadores de toda la planta baja habrá que sustituirlos, porque el agua alcanzó el metro y medio de altura en el interior del edificio. Además, han perdido gran parte de la documentación física. Las notas están informatizadas, pero no los informes internos de los profesores sobre los alumnos.