Que la dieta mediterránea es más saludable para el ser humano es algo sabido por formulado hasta la saciedad. Pero además, también resulta ser la más conveniente para la salud del planeta, de acuerdo con el informe hecho público el pasado jueves por el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas. El IPCC, por sus siglas en inglés, reclama un cambio global en la dieta, dirigida hacia el consumo de más alimentos a base de verduras y menos carne para luchar contra el cambio climático. Los expertos de la ONU sostienen en un informe presentado el pasado jueves que este cambio del sistema alimentario reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero que produce el ganado y mejoraría el uso de la tierra y el agua.

La agricultura, la silvicultura y otros usos humanos de la tierra representan actualmente el 23 % de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre. El suministro per cápita de aceites vegetales y carne se ha más que duplicado, según datos desde 1961, pero actualmente, entre el 25 y el 30 % del total de alimentos producidos se pierde o desperdicia.

En 2050, la población mundial habrá crecido más de un 30 % y se llegará a los 9.100 millones de personas. Por lo tanto, deberá producirse un 70 % más de alimentos, según un informe de la FAO. Además, el crecimiento de la renta en muchos países en desarrollo incrementará fuertemente la demanda de cereales y carne, lo que exige un cambio en el modelo de alimentación.

Como respuesta a esta necesidad global, surge el concepto de alimentación sostenible y saludable (ASS). «El objetivo de las dietas sostenibles es abordar las crecientes preocupaciones ambientales y de salud relacionadas con la producción y el consumo de alimentos», afirma Anna Bach, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya. Estas dietas deben promover la producción y el consumo responsables.

Bach apunta dos factores básicos que debemos tener en cuenta como consumidores para acercarnos a una alimentación sostenible y saludable: priorizar los productos de origen vegetal sobre los de origen animal; el agua sin embotellar es la mejor opción para hidratarse. La dieta ideal está basada en alimentos frescos, locales y de temporada, reduciendo los ultraprocesados. Las dietas sostenibles tendrían que ser nutricionalmente adecuadas y seguras, y económicamente justas y asequibles.

«Una dieta mediterránea basada en alimentos de origen vegetal (como frutas, verduras, legumbres, semillas, nueces o grano) y con menos alimentos de origen animal (especialmente carne roja y procesada) tiene un menor impacto ambiental que otros patrones de alimentación», afirma Anna Bach. Una investigación suya compara el impacto ambiental de este modelo de dieta con la actual ingesta media de alimentos en España y en Estados Unidos. Las conclusiones muestran que, en España, la adopción de este modelo alimentario implicaría una reducción del 72 % de la emisión de gases de efecto invernadero, una disminución del 58 % de la tierra de uso agrícola, una reducción del 52 % del consumo de energía y un ahorro del 33 % del agua que se consume. En cambio, si la dieta actual en España se asemejara más a la estadounidense, estos indicadores crecerían entre el 12 % y el 72 %.

Otra investigación que compara la dieta mediterránea, la vegetariana y una dieta occidental basada en alimentos procesados y de origen animal, muestra que la dieta mediterránea es la más saludable pero también la menos económica. Este es un de los factores que, según Anna Bach, aleja a la población de esta dieta, al igual que cambios sociológicos como la incorporación de las mujeres al mundo laboral, la tendencia a comer fuera de casa, la falta de tiempo o la publicidad.

Sin embargo, los beneficios de adoptarla, para la salud y el medio ambiente, son incuestionables: «La dieta mediterránea es una de las dietas más saludables del mundo y está probado que está vinculada a una mayor esperanza de vida y que presenta un riesgo más bajo de sufrir enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes, cáncer, alzhéimer o depresión», afirma Bach.

Pero además, un estudio liderado por científicos del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (Ceigram), ha analizado los patrones de consumo actuales y el posible alejamiento que se está produciendo respecto a la dieta mediterránea recomendada. «La dieta mediterránea es menos calórica (menos proteínas y grasas) y más rica en fibra, carbohidratos y micronutrientes (vitaminas y minerales)», explica a la agencia Sinc Alejandro Blas, autor principal del trabajo. «Esto se asemeja a patrones de los años 70 y confirma por tanto el desvío que se está produciendo de las dietas desde los 80».

Con el fin de conectar el uso del agua, la agricultura, el medio ambiente, la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud, los autores evaluaron los impactos hídricos (huella hídrica-HH) y nutricionales, que la posible deriva conlleva. La dieta mediterránea es más eficiente: se obtiene más energía, fibra y macro y micronutrientes por litro de agua utilizada. «Debido a las altas HH de los productos de origen animal, un cambio hacia una dieta mediterránea reduciría 753 litros/persona y día el uso consuntivo de agua -en los que esta se gasta y no puede volver a utilizarse-, de los cuales 34 son agua de riego», añade Blas.