Alfonso Ramos, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Alicante (UA), cuenta la anécdota con la que el naturalista William Beebe quiso resumir la grandeza de los mares y océanos: lo que se ve solo es la puerta. Dentro, al fondo, también hay vida, aunque mucho más desconocida que la terrestre y que, incluso, lugares tan remotos como la luna o Marte.
Precisamente investigar el fondo marino para localizar hábitats y especies vulnerables es el objetivo con el que tiene previsto zarpar esta mañana el buque Ángeles Alvariño del muelle de Santa Lucía, en Cartagena. Entre los miembros del equipo científico que pasará 18 días a bordo tomando datos y muestras se encuentran el profesor Ramos y la jefa de campaña, Elena Guijarro, investigadora del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en Murcia. La expedición se desarrolla en el marco del proyecto Life Intemares, financiado por la Fundación Biodiversidad y la Unión Europea.
La intención es recoger información que permita ampliar la red de áreas marinas protegidas de la Red Natura 2000. Todo un reto, teniendo en cuenta que los fondos que se van a prospectar en la Región de Murcia «aún no se han investigado», según asegura Guijarro.
La primera parada será frente a Cabo Cervera, en Torrevieja (Alicante), y desde ahí explorarán una franja paralela a las costas murcianas hasta llegar a la altura de Cabo Cope, en Águilas. Se explorarán zonas con un rango de profundidad que oscila entre los 150 y los 2.000 metros a través de un robot dirigido desde la cubierta equipado con cámaras de vídeo y que registra las coordenadas del recorrido que filma. En concreto, los científicos van a dedicar especial atención al Escarpe de Mazarrón, frente a las costas de ese municipio y de Cartagena, donde se aubican unos cañones submarinos que llegan hasta los 2.300 metros.
También analizarán el Seco de Palos, un monte submarino de origen volcánico que hay frente a Cabo de Palos y, más al norte, el campo de pockmarks, que son cráteres creados por emisión de fluidos que pueden tener cientos de metros de diámetro. Zonas que, pese a no estar muy alejadas de la costa, nadie ha explorado.
«Buscamos bosques de animales submarinos que viven fijos al sustrato y cuya estructura es refugio para otros animales», explica Guijarro. Se trata de especies muy frágiles y sensibles a cualquier impacto porque crecen de forma muy lenta (algunas especies solo un milímetro al año) y que deben cuidarse porque son formadoras de hábitats. Los ejemplos más conocidos entre el público son los arrecifes de coral y los jardines de esponjas.
Elena Guijarro, del Instituto Español de Oceanografía, ha explicado que las áreas marinas protegidas son esenciales para conservar la biodiversidad, pero es necesario que su superficie y distribución sean adecuadas. «Deben proteger la fauna existente y asegurar su propagación y permanencia en el tiempo y en el espacio, es decir, que los animales puedan reproducirse y colonizar otras áreas distantes», añade. La ubicación de las áreas marinas protegidas «debe basarse en el conocimiento científico».
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