Le suelen decir que se parece a Ricardo Darín, el actor argentino, y él replica con sorna que será Darín quien se parece a él. Nacido en Murcia y licenciado por la Universidad de Murcia («nunca suspendí ninguna asignatura»). Más de treinta años de ejercicio profesional a sus espaldas. Basta cruzar unas palabras para percatarse de sus tres grandes pasiones: sus tres hijos, su chica y el Atlético de Madrid. Se escapa de cuando en cuando al Wanda Metropolitano y sueña con, algún día, tener algún tipo de responsabilidad en el club madrileño. Llegó a plantearse estudiar Filosofía y le ha quedado, desde sus tiempos de bachiller en el instituto Floridablanca, la pasión por el pensamiento, el pensamiento de altura: me habla de Kant, de Hegel, de Nietzsche. Flirteó con la idea de hacerse militar. Finalmente, ni soldado ni filósofo: abogado. «Es una profesión tan bonita como dura; continuos altibajos. Si ganas, eres el mejor y si no, aunque hayas hecho un gran trabajo, serás criticado». ¿Otra pasión? La escritura, con dos novelas en curso. ¿Otra? La música, la música pop de corte melódico y la música ochentera. «El otro día», me cuenta, «estuve en el concierto de Texas en Murcia y el domingo voy a Valencia a ver a Keane; en cuanto vuelva compraré el periódico, quiero verme». «Te veo positivo, activo y valiente, Fermín», le digo. «Tengo 52 años y conservo intacta mi ilusión, tanto en lo personal como en lo profesional».

El caso del asesinato de Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación de León, ha sido uno de los más sonados del país. La historia oficial afirma que Triana, una joven trabajadora de la Diputación, ve cómo Isabel Carrasco cercena su carrera en la Diputación, enviándola al crudo desempleo y, junto a su madre, planea y ejecuta el crimen de la poderosa política leonesa. Raquel Gago, policía local de León y amiga de la hija y de la madre, fue inicialmente condenada por encubrimiento, pero posteriormente se la consideró cómplice del asesinato. Raquel Gago constituye un polémico misterio, la pieza más difícil de encajar en el caso: ¿se involucró en el crimen de la persona más poderosa de León por mera amistad? Fermín Guerrero fue su abogado.

¿Cómo llega un abogado murciano al caso del asesinato de la presidenta de la Diputación de León? ¿Cómo vivió el juicio?

El caso me llegó a través del despacho de Madrid y desde un primer momento la agente de policía, Raquel Gago, confió plenamente en mí. Fue un honor formar parte del juicio más importante de la historia de la provincia de León. Todos los días había unas 150 personas siguiendo en directo el juicio, que duró un mes. Estaban personados todos los medios de comunicación nacionales e incluso alguno internacional, aparte de la cadena HBO, que estaba grabando una serie-documental, que posteriormente se ha emitido con el nombre Muerte en León. Personalmente, este juicio supuso un enorme reconocimiento profesional, por lograr en primera instancia una rebaja del 75 por ciento de la petición del Ministerio Fiscal, representado por el Fiscal Jefe de León e íntimo amigo personal de la fallecida. Mi relación con el fiscal terminó siendo tan extrema que ambos nos querellamos recíprocamente, aunque, finalmente, la sangre no llegó al río. Mi estancia en León supuso tener un gran número de seguidores y de detractores; fue todo extraordinariamente intenso y mediático.

Su defendida, Raquel Gago, salió muy bien parada en primera instancia, pero los recursos resultaron demoledores...

La condena final de Raquel se debió a la influencia de miembros del Partido Popular en componentes del Tribunal Superior de Justicia de Burgos y en el Tribunal Supremo. Si no tuviera treinta años de duro ejercicio, ver situaciones como las que vi en estos tribunales eliminan la ilusión de creer mínimamente en la Justicia. La fallecida era una persona odiada por mucha gente en León, hasta el punto de que durante los días de su muerte y entierro había gente de celebración: corrió el champán estando caliente el cuerpo de Isabel Carrasco. No se sabe toda la verdad del caso; aún podrían producirse grandes sorpresas.

¿Se refiere a ese misterioso asesor de la Presidencia del Gobierno de Castilla y León que aparece al final de la serie de HBO?

Eso y más cosas que he podido saber y que darían un vuelco absoluto al caso. Me he visto abocado a situaciones donde se produce un auténtico dilema para el abogado: ¿colaborar a que aflore la verdad del asunto o limitarse a defender al cliente?

El caso de los holandeses ha sido uno de los más mediáticos de la Región.

Mi participación fue de segundo orden, puesto que mi cliente reconoció todos los hechos desde los primeros compases del juicio. Mi impresión de ese asunto es que la sentencia fue injusta por no resultar condenados todos los participantes, alguno de los cuales, ni fueron citados a juicio.

¿Quiere decir que había más implicados?

Por supuesto. Faltan miembros en esta partida de cartas. Hay que tener en cuenta una cosa: como todos los abogados, valgo más por lo que callo que por lo que digo.

¿Qué casos le han impactado más personalmente?

Todos los relacionados con menores de muy corta edad; existen personas altamente perturbadas y que, con o sin conciencia, son capaces de cometer violaciones y cruentas vejaciones a personas menores; a bebés de un año incluso.

¿Hay que dejarse la empatía en casa para ser abogado penalista?

Cada persona, abogado o no, presenta unas condiciones personales diferentes; quien es empático no deja de serlo por el hecho de ser penalista. Ahora bien, yo diría que para ser especialista penal debes deshumanizarte en parte. Te relacionas con personas que han alcanzado un alto grado de degradación y la convivencia con ellos no es tarea sencilla. Parte de los clientes intentan convencerte de cosas imposibles, por lo que empático o no, se debe mantener un control mental sobre los clientes y sus problemas.

¿Por qué se mata?

En nuestra sociedad abundan las adicciones y las enfermedades mentales, personas, en definitiva, que no son capaces de controlar su impulsividad ni son conscientes del alcance de sus actos. Existe una absoluta falta de valores y de ética en general, que conlleva, entre otras cuestiones, que se permita que personas enfermas no sean atendidas acorde a sus patologías; algunas de estas personas terminan cometiendo algún homicidio.

¿Defendería a alguien a sabiendas de que es culpable?

Por supuesto. Yo creo que el hombre no nace ni malo ni delincuente, son las patologías clínicas y las circunstancias psicosociales las que le sitúan en un plano de delincuencia en sus distintos grados; por tanto, por razones no sólo jurídicas, sino de humanidad, tengo el compromiso inequívoco de intentar ayudar a esas personas que cometen delitos y que entiendo que son víctimas de la sociedad, por una u otra razón.

¿Tribunal profesional o jurado?

Soy firme partidario del enjuiciamiento de los delitos por jueces profesionales. Casi ningún ciudadano quiere ser miembro de un tribunal de jurado por diversas razones: miedo, falta de conocimientos jurídicos, imposibilidades familiares y laborales y un largo etcétera. Para mí, aunque constitucional, este sistema de jurado es absolutamente erróneo. Quisimos copiar a otros países, y lo que se produce es una situación donde personas sin conocimientos jurídicos tienen que decidir sobre situaciones para las que no están preparadas y mayoritariamente no desean ser partícipes. Es decir, gente que no está preparada para juzgar ni quiere hacerlo se ve obligada a ello, un absurdo.

Los delitos contra personas vulnerables resultan especialmente repugnantes. Usted defiende a los propietarios de la residencia de ancianos ILE, a quienes se les acusa de delitos gravísimos, como tener secuestrados a los ancianos o de estafarlos.

Mis clientes han sido víctimas de un apaleamiento público, absolutamente injusto. Se ha mentido mucho aquí y ha habido abusos policiales que saldrán a la luz en su día. Todas las acusaciones urdidas por miembros del SEMAS y del hermano de una de las ancianas que se encontraba libre y voluntariamente en el Club ILE son falsas y en su momento se verán los intereses que llevaron a presionar a una familia honrada, decente y trabajadora.

El cuerpo de Javier Romero Henarejos, 'El Bolas', natural de San Pedro del Pinatar que vivía en Alcantarilla, apareció en febrero de 2015 decapitado y desmembrado en su coche en el aparcamiento del hospital Los Arcos, en San Javier. Un vecino de Lo Pagán fue detenido, junto a su mujer, acusado del crimen. Posteriormente, este hombre fue exculpado del crimen, aunque se mantienen las acusaciones por tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas. El crimen de 'El Bolas', pues, queda sin resolver. Usted defiende al matrimonio.

Recientemente se han archivado las diligencias por asesinato, según ha confirmado la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Murcia con sede en Cartagena, a pesar de los arduos intentos de la familia del fallecido de culpar como fuera a mi cliente, que demostró que era inocente desde el primer momento. En la actualidad, se continúan las diligencias por tráfico de drogas en base a unas conversaciones de terceras personas que constan en las diligencias por el asesinato, pero que, estoy convencido, también se archivarán. El crimen de Javier, por tanto, permanece sin resolver, pero no es mi responsabilidad resolverlo. Mi trabajo era dejar claro que el detenido y acusado es inocente y ese trabajo está hecho.