Jorge Novella es ese abogado que nos inquieta, el que defiende al malvado. El que defiende a quien parece indefendible. Pero el malo tiene también derecho a explicarse, a referir su relato, a defenderse: y, voilà, aparece nuestro letrado. Nació en Murcia y se licenció en la Universidad de Murcia. Una parte de su vida ha transcurrido, y transcurre, en Águilas, junto al mar.

Tal vez sea por eso que su estética, cabeza rapada e imponente barba espesa, se da un aire a la de los corsarios que asolaban esa costa hace unos pocos cientos de años. Su complexión denota que el deporte se encuentra entre sus aficiones: tenis, gimnasio y artes marciales. La lectura también le ocupa algunas de las pocas horas libres que le quedan; Don Winslow, Juan Bas o Pérez Reverte destacan en su librería. «África», me dice, «África también me ayuda a evadirme. Soy murciano, aguileño y un poco africano». Y me enseña fotos con hipopótamos a su lado, con leones devorando una presa. «Voy de safari», me cuenta, pero se apresura a matizar: «solo fotográfico».

Da la impresión de que se ha especializado en casos imposibles.

Yo no rehúyo los retos, por muy difíciles que se presenten. Me contratan para esos casos "imposibles" porque saben que doy el cien por cien y mis resultados son buenos. En el Derecho Penal el coste emocional es elevado, por eso es imprescindible que te guste lo que haces y estar convencido de ello. Yo, a pesar de la dureza, lo disfruto cada día.

Los abogados penalistas se hacen famosos.

Los casos más mediáticos son los que entrañan alguna muerte o algún suceso execrable. El morbo hacia lo trágico y su denuncia pública hacen que el caso se sitúe en primera plana. Llevo cientos de casos y la mayoría no tienen repercusión en la prensa. La absolución de alguien que se dedique al tráfico de drogas debido a una irregularidad en la instrucción no va a tener el mismo impacto que el caso de un asesinato por ajuste de cuentas.

En diciembre de 2016, Hristo, portero del local 609, en la ciudad de Murcia, propina un puñetazo brutal y certero a Andrés Martínez, dejándolo en coma durante casi un mes. Andrés ha sido intervenido en diversas ocasiones y se la implantado una placa en la cabeza. Las secuelas son irreversibles, habiendo sido incapacitado para la vida laboral. Jorge Novella es, claro, el defensor de Hristo. El caso del portero de discoteca indignó a la opinión pública.

El vídeo donde se recogía la agresión cambió todo. Existen sucesos como este más a menudo de lo que la gente cree, pero la existencia del vídeo indignó a la opinión pública y dificultó muchísimo que se pudiera conseguir la libertad de Hristo. Finalmente, y con mucho esfuerzo, se logró, prueba de que casos que parecen imposibles a veces se tornan factibles.

A su cliente se le acusa de homicidio en grado de tentativa.

Este es un caso más complejo de lo que puede parecer. Es fácil dejarse llevar por las emociones, pero existen muchos matices. Estoy seguro de que el resultado del juicio sorprenderá a mucha gente.

Madrugada de Año Nuevo de 2018. Una Nochevieja de excesos etílicos y de otras sustancias menos confesables. José Torres, El Paletas, miembro de un clan gitano de Alguazas, se enzarza en un altercado con Leonard, un ciudadano rumano. A las pocas horas mató a tiros a Valerica, el padre de Leonard. José afirmó que los rumanos le habían disparado primero. Él, dice, solo respondió en legítima defensa. Y con envidiable puntería: desde la calle hasta la ventana, hizo blanco. El Paletas no parece, precisamente, un individuo fácil de defender.

En absoluto, pero, fíjese, nosotros manteníamos que José iba solo y no con amigos, como se dijo. Mantenemos también que realmente recibió los disparos que afirma que recibió, por mucho que se haya puesto en duda su versión. Pues bien, una vez terminada la instrucción, encontramos que no ha quedado probado que fuera acompañado y se han encontrado casquillos pertenecientes a distintas armas. ¿Es descabellado pensar que dice la verdad y que se abrió fuego contra él? Desde luego que no. Las cosas se ven imposibles cuando uno no cree lo suficiente a su cliente, es entonces cuando el defensor no se dedica en cuerpo y alma. Yo creo la versión de José, y es la que voy a defender. Y esta creencia no es un acto de fe: está avalada por datos objetivos.

Mayo de 2017, hospital de Molina de Segura. El Guacho irrumpe, como alma que lleva el diablo, tras unas muchachas con las que su hermana ha tenido un rifirrafe. No va a cuerpo gentil: esconde un cuchillo en el pantalón. Juan Carlos, un hombre que aguardaba a que atendieran a su hijo pequeño intermedia en la refriega. El Guacho le asesta dos cuchilladas mortales. Juan Carlos Maya, 46 años, archenero, transportista, casado y padre de dos hijos, de 12 y 17 años, víctima de El Guacho, que afirmó estar arrepentido de lo que había hecho, pero no dio esa impresión en un principio.

Ramón es una persona muy joven, con una infancia dura y una carencia de patrones educativos que han condicionado mucho su comportamiento. Si a eso le sumamos la patología que tiene diagnosticada, no podemos exigir la misma responsabilidad que a alguien con otra experiencia de vida. No solo es que esté profundamente arrepentido, sino que trabaja duro en el centro penitenciario para paliar, en la medida de lo posible, los errores que le han llevado a esta situación.

¿Qué casos le han impactado más personalmente?

El de Ramón, El Guacho, impacta mucho, por cómo se cometió y por la tragedia, pues la víctima deja mujer e hijos. Existe un video que recoge el momento de la agresión, por suerte no ha trascendido. Los casos de homicidio o asesinato siempre te impactan. Yo, como abogado defensor, suelo estar en el lado del investigado, pero eso no me hace perder la perspectiva, entiendo y soy sensible con el dolor de las víctimas, pero mi trabajo es defender a mi cliente sin miramientos, por lo que es inevitable dejar ciertos sentimientos de lado a la hora realizar de una buena defensa. Si me pregunta si es que no estoy en contra de los delitos que alguno de mis clientes ha cometido, pues obviamente que sí, pero la ley les brinda la oportunidad de defenderse. Si no existiera esta oportunidad, imperaría la ley del ojo por ojo, que es retrógrada y primitiva. La opinión pública se escandaliza, pero un médico opera al paciente y en su historial no se diferencia si ha matado, ha robado o ha cometido otro delito. Yo actúo igual.

Hristo, El Guacho, El Paletas? ¿No le dan miedo a menudo sus propios clientes?

Nunca he tenido ningún cliente que me dé miedo, haya matado, robado o traficado con drogas; si me infundiera miedo la materia o los clientes no me dedicaría al Derecho Penal. Soy muy claro cuando un cliente entra por la puerta, no prometo más de lo que está en mi mano.

¿Defendería a José Bretón?

Sería difícil aceptar ese caso. Tengo unas normas y hay líneas rojas. No todo es cuestión de dinero y ese caso no se puede comparar en absoluto con otros asesinatos y homicidios que llevo.

¿Hay que dejarse la empatía en casa para ser abogado penalista?

Sí. Tienes que abstraerte en gran medida de los sentimientos y las emociones, tanto en referencia a la víctima como al acusado. Hacer tuyos los problemas del cliente conlleva un riesgo, principalmente para tu estabilidad emocional y tu salud psicológica.

El Derecho Penal tiene el añadido de que tu cliente, muy probablemente, se esté jugando varios años privado de libertad. Mantener la cabeza fría es fundamental. Tu cometido hacer cuanto está en tu mano, y como he dicho, ser sincero con tu cliente desde el primer momento; yo lo cumplo a rajatabla y nunca prometo imposibles. Los milagros son cosa del Señor, yo solo soy un abogado que va a hacer su trabajo de la mejor manera posible.

¿Por qué se mata?

El hombre es un lobo para el hombre. Es triste, pero mucho camino queda por recorrer hasta el día en que esto cambie.

¿Incluso los más crueles asesinos tienen derecho a una defensa profesional?

Por supuesto, y es un derecho que es necesario y que nos beneficia a todos. Nunca sabes lo que te depara el futuro. El derecho a una defensa con todas las garantías evita juicios sumarísimos y que la opinión pública, con todos sus prejuicios y su conocimiento sesgado, actúe de juzgador.

¿Tribunal popular o juez?

Juez siempre. El Tribunal popular lo constituye gente lega en Derecho, y la difícil tarea de juzgar requiere de un conocimiento y una labor profesional como la que ostenta el juez. Los juicios con jurado tienen el aliciente de que, en cuanto al veredicto, es más propicio a deparar sorpresas.

A veces ser condenado o no es cuestión de suerte, ¿no cree?

En el Derecho Penal la suerte tiene su papel, y no pocas veces. Hace poco estuve presente en un registro en la casa de un cliente, era un caso de drogas a gran escala, con conexiones internacionales. La casa repleta de agentes, no menos de diez, buscando droga, arriba y abajo, y el letrado de la Administración apoyado en la mesa del salón, con su acta encima de un montón de papeles. Papeles a los que ni a los agentes ni al letrado se les ocurrió mirar, porque le aseguro que contenían toda la información, y más, sobre lo que andaban buscando y no encontraban. Un vistazo a esos papeles habría llevado a mi cliente a prisión por mucho tiempo. Lo dicho, como en todos los ámbitos en la vida, la suerte es fundamental, hay quien la tiene, y quien no.