Parece la fotografía de una mujer pero es un dibujo obra de Eduardo Replinger (Murcia 1992). Comenzó a pintar a los 15 años atraído por el cómic y los superhéroes, «me interesaba el proceso de creación de los personajes, cómo a partir de un boceto se llegaba a una figura que poco tenía que ver con la idea original», explica.

Su condición de Asperger -trastorno del espectro autista que se caracteriza por dificultades en la comunicación, en las relaciones sociales, intereses obsesivos y perfeccionismo- no le impidió terminar la carrera de Bellas Artes, donde destacaba por sus retratos con miradas llenas de fuerza y expresividad.

Replinger afirma que hubiese sido artista «con o sin Asperger», aunque éste sí que ha influido en la temática de sus obras, «cuando me atrapa algo no puedo dejarlo. De adolescente me obsesioné con las miradas de la gente, si un rostro me atraía intentaba mirarlo disimuladamente para no parecer maleducado e intentaba hacer un boceto allí mismo o dibujarlo luego en mi casa. Siempre me he considerado un buscador de miradas». Hasta que encontró la de Conchi, su pareja desde hace 6 años, su musa y su fuente de inspiración.

Desde entonces no ha pintado a nadie más. «Cuando me preguntan si algún día voy a pintar algo que no sea ella, la respuesta es no. Ninguna mirada me ha transmitido tanto en cuanto a sentimientos y emociones, me encanta su pupila cuando le da el sol porque se vuelve chiquitita, chiquitita y sus ojos reflejan unos tonos y un brillo que no se pueden describir. La primera vez que la vi fue como lanzarme a un abismo lleno de sentimientos, emociones y vivencias, las de una mujer adulta que ha vivido mucho... me quedé enganchado. Es la mirada que llevaba toda la vida buscando».

La pintura como terapia

El Asperger le provoca altibajos emocionales y reconoce que pintar le sirve de terapia, además su estado de ánimo se refleja en sus obras, «si estoy con pensamientos negativos se nota en mis lienzos. También tuve una etapa de depresión muy severa que supuso un cambio radical en mi estilo. Lo que es cierto es que no puedo estar sin pintar, me gustaría que el día tuviera más horas, además siempre pienso que se puede mejorar un trabajo, siempre se le pueden añadir más matices, más texturas...».

Pinta sobre todo con acrílico y óleo y usa pinceles y espátulas de distintos tamaños. Empezó sintiendo pasión por el realismo, pero conforme fue conociendo la obra de otros artistas se decantó por el expresionismo, «o por un expresionismo que no pierde el realismo, ya que a la hora de pintar me parece mucho más atractivo darles a mis obras texturas y colores que en la realidad no podrían tener».

Aunque reconoce que hace un par de años «echaba pestes de dos cosas: el hiperrealismo y el arte digital. Lo cierto es que ahora, al profundizar y ponerlas en práctica he podido comprobar que son muy complicadas. De hecho, el dibujo de Conchi me ha llevado tres meses. Además, el arte, como cualquier otro aspecto de la vida, no puede darle la espalda a una sociedad que está en constante evolución. La tecnología también es otra vía de crear, sentir y disfrutar, como el arte digital en 3D. Se puede visitar una exposición con unas gafas virtuales y eso supone acercar la cultura a los sectores más jóvenes».

Considera difícil vivir del arte en Murcia, «sería un sueño estar todo el día en mi estudio pintando, aunque estaría expuesto a críticas que me podrían afectar, así que en cierto modo quizá lo mejor para mí es ser un artista proscrito».