La lista de espera para diagnosticar una discapacidad en los niños recién nacidos se alarga en la Región de Murcia hasta unos cuatro meses de media, según apuntan a este diario responsables de los centros de orientación educativa, encargados de la evaluación de niños prematuros y de menores con edades entre cero y tres años que tienen algún tipo de discapacidad o necesitan tratamientos para poder superar alteraciones en su crecimiento.

Cuando un pediatra o una persona autorizada observa un indicio de riesgo en el desarrollo de un niño, se establece un protocolo de actuación. Se trata de un proceso que empieza emplazando a los padres a pedir una cita para que el pequeño sea evaluado psicopedagógicamente por un especialista de los equipos de orientación. Los psicopedagogos establecen las necesidades del niño para garantizar que el desarrollo sea lo más integral posible. También ayudan a los padres a aceptar la situación de su hijo y les orientan para sacar el máximo potencial de su retoño.

«Parece que ese tiempo no es nada, pero son cuatro meses de espera para un bebé que necesita una atención y un tratamiento para desplegar al máximo su desarrollo», explica a este diario una responsable de un centro, que prefiere no revelar su nombre. «Es vital que se le vea cuanto antes, para que reciba un tratamiento».

La demora varía en función de la época del año y también del municipio. Murcia, Cartagena y Cehegín cuentan con equipos específicos de orientadores para atención temprana, con profesionales especializados a su cargo como logopedas y trabajadores sociales. Estos grupos, no obstante, atienden a una mayor población, con lo cual también tienen listas de espera.

El retraso es mayor en los equipos generales de orientadores educativos de la Región, que no tienen equipos de temprana sino unidades más reducidas. Son los centros de Lorca, Molina, Cieza, Águilas, Totana, Mar Menor y Altiplano. En estos espacios, aseguran, los profesionales soportan «niveles de estrés tremendos». «Acortamos las listas de espera, pero a costa de nuestra salud», describe la responsable de uno de estos centros. «Vemos muchos bebés en la misma semana. No nos equivocamos en el diagnóstico, pero la calidad no es la misma porque nos falta más tiempo para dedicárselo a cada familia».

La escasez de medios humanos no ocurre sólo en la atención temprana. Las carencias de personal, denuncian, se extienden a las etapas de la infancia y la adolescencia. Un orientador atiende de media a unos 750 alumnos en la Región, cuando la Organización Mundial de la Salud establece una ratio idónea para poder atender bien las necesidades orientativas de un profesional por cada 250 alumnos. «Y algunos centros de la Región soportan unos 1.300 jóvenes por un orientador», señalan las mencionadas fuentes.

En la etapa de Infantil y Primaria, la falta de recursos humanos en los equipos de orientación (los llamados EOEP), formados por una decena de orientadores, hace que en ocasiones sólo puedan visitar colegios una vez al mes y, en otras, una vez al trimestre. «En el mejor de los casos, asistimos un día y medio por semana; o sea, seis veces al mes...». Estos profesionales tratan también casos de acoso y maltrato infantil y ayudan a los tutores y padres, entre otras labores.

En Secundaria, donde hay un orientador en cada instituto de la Región, las funciones se multiplican: «Además de la atención a los alumnos con discapacidad y dificultades de aprendizaje, hay más y más casos de acoso; ha aumentado el número de casos de autolisis, que provoca muchas preocupaciones. Y, por otra parte, hay que hacer Orientación educativa y la orientación profesional (cómo iniciarse en el mundo laboral). Todo esto entre 5 y 8 horas de docencia», claman.