La abogada de Familia Elena Pajares es una de las profesionales que, día a día, sufre el colapso judicial, a la hora de desempeñar su trabajo. «En comparación, por ejemplo, con los casos de violencia de género, que se resuelven muy rápido, no hay color», comenta la letrada alicantina afincada en Murcia. Desde su punta de vista, un mayor diálogo de las partes haría bajar el volumen de asuntos judicializados y aligeraría el volumen de trabajo. En este sentido, señala que «es mejor que los cónyuges, o ex, se pongan de acuerdo a través de sus letrados, y no dejen, en la medida de lo posible, al juez la carga de decidir».

A este repecto, Elena Pajares hace hincapié en que «siempre tiene más información y conocimiento de la situación el propio interesado que un tercero, aunque sea juez».

Asimismo, la abogada apuesta por «hacer una llamada a la civilización». En este línea, apunta que «siempre es mejor acercar posiciones inicialmente distantes, para alcanzar el fin común que es seguir manteniéndose como familia, aunque ya no se sea pareja». «No podemos convertir el juzgado en un ring donde desquitarnos de antiguos agravios. Eso no todo el mundo lo entiende», hace hincapié la letrada.

Desde su punto de vista, «creo que hay una idea equivocada acerca de la función de la Justicia». «En parte se le ha perdido el respeto a esa institución, que debería ser sagrada, pero que a veces se usa como arma para favorecer intereses particulares, no siempre loables», lamenta.

Elena Pajares pone el acento en que «además, las especiales características de los procesos de familia, por el objeto y finalidad que tienen (menores, custodia, patria potestad, domicilio familiar), son más flexibles procesalmente, con la finalidad de dar más y mejor protección a quienes se encuentran inmersos en esos procedimientos».

«Y eso hace que se repitan periciales o que no se celebre la vista que había señalada», explica la profesional.

Ante la pregunta de qué se podría hacer para que la situación mejore, dice que «faltan medios». «Es triste pero existe una sensación de dejadez y de falta de impulso procesal por parte de los responsables, precisamente, de impulsar procesalmente cada asunto. Me refiero por ejemplo a falta de práctica de notificaciones o de diligencias, que hace que se retrase todo el procedimiento», señala Pajares.