Se sabe mucho de los efectos que sobre el medio ambiente está provocando el cambio climático en todos los rincones del planeta. E incluso cómo nos afecta a los seres humanos el estrés térmico a nivel fisiológico la subida de las temperaturas (aumento de la tensión, la presión sanguínea...). Pero se ha estudiado mucho menos los efectos a nivel cognitivo: cómo pasa factura el calentamiento global al razonamiento.

La búsqueda de precisiones sobre este extremo llevó hace cuatro años al investigador murciano José Ignacio López y al norteamericano Peter Hancock a explorar este terreno mediante modelos matemáticos, basados en datos de estudios previos realizados y constatados en laboratorios especializados, que analizaron el comportamiento de personas sometidas a estrés térmico.

«Con esos datos, diseñamos un programa de ordenador y sacamos las conclusiones que se reflejan en nuestro estudio», explica López. Y esas conclusiones determinan que por cada grado centígrado que sube la Temperatura ambiental, con relación a una temperatura confortable, se incrementa un 20% la probabilidad de cometer un error en el desarrollo de tareas cognitivas. Si tenemos en cuenta que los trabajos son cada vez menos manuales y que el uso de máquinas está a la orden del día, nos enfrentamos a un serio problema de riegos laborales.

«Los trabajos requieren cada vez más una componente más tecnológica y menos manual; es un trabajo con máquinas y de control de las máquinas, que requiere un mayor conocimiento y atención», comenta.

Este ‘estresor’ interfiere en el razonamiento humano, por lo que «a mayor temperatura hay también mayor probabilidad de cometer un fallo, que, según donde se produzca, puede desembocar en situaciones críticas», destaca López.

Quiénes son

José Ignacio López Sánchez es doctor por la Universidad de Murcia desde 2010. Actualmente es profesor en la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología (ESIT) de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR); y es autor de una quincena de artículos científicos, inventor de una patente y conferenciante internacional. El investigador murciano está suscrito a varias bases de datos especializadas como la Web of Science, así como revistas especializadas en el campo.

López ha llevado a cabo este estudio con el profesor Peter Hancock, doctorado de la Universidad de Illinois (EE UU) y actualmente profesor distinguido (Pegasus Professor, Provost’s Distinguished Researcher) en la Universidad de Florida Central (UCF) donde dirige los laboratorios del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts). Colaborador habitual de la NASA y numerosas agencias industriales y gubernamentales, es autor de más de 700 artículos de investigación y una quincena de libros, entre otros méritos.

«La idea surgió cuando yo estaba trabajando en la Universidad de Ecuador, un país muy concienciado con los efectos del cambio climático debido a que es uno de los más ricos en biodiversidad», relata López. Desde allí contactó con Hancock y se pusieron manos a la obra en 2015. Desde entonces ya han realizado dos publicaciones conjuntas, una en 2018 y otra a principios de este año sobre este tema. «Pero el trabajo continúa», apunta.

El investigador murciano recuerda que los primeros estudios sobre este tema se empezaron a realizar en los años 70 y 80, pero que han empezado a tener más repercusión en los últimos años, con motivo del agravamiento del efecto invernadero.

José Ignacio López no es derrotista a la hora de pensar en el futuro y en referencia al cambio climático considera que «se está haciendo bastante, aunque no es fácil porque implica a todos los países del mundo». En concreto, destaca que a nivel mundial, la Unión Europea se ha convertido en punta de lanza en cuanto a las iniciativas para frenar el calentamiento global.

«No se deja de avanzar, porque se acordó en pactos pasados como el Protocolo de Kioto reducir los gases de efecto invernadero y gracias a ello se ha conseguido reducir el agujero de la capa de ozono; se está recuperando y eso que pintaba muy mal», destaca el investigador murciano, quien reconoce que no se debe parar en la implementación de medidas: «Todo lo que se haga es poco».

Y hace referencia al Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se puso en marcha para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático.

En este sentido, López incluye en la ecuación al papel que cada uno de los ciudadanos, personalmente, puede también ejercer. «Todos podemos poner nuestro granito de arena, porque nuestras acciones son más importantes de lo que mucha gente cree», destaca. Reciclar, intentar apuntarse a las energías limpias, o cuidar el medio en el que vivimos con carácter más general, está más en nuestras manos de lo que pueda parecer.