El caso del pequeño Julen en Málaga, que tiene en vilo a toda España, hace recordar que la Región de Murcia es tierra de pozos, algunos sin medidas de seguridad, por los que, a lo largo de las décadas, también se han colado niños. Algunos de los rescates tuvieron un feliz desenlace y se pudo recuperar con vida a los accidentados.

En Cartagena y La Unión hasta tres niños han caído a un pozo en las últimas décadas, algunos de ellos con un trágico desenlace; en Caravaca, el pequeño Fernando tuvo un final feliz; y en Mula, una menor se precipitó por un hueco en el Castillo de la localidad. Estos son los casos de niños que han caído a pozos en la Región de Murcia:

La Sierra Minera hace de Cartagena y La Unión, dos municipios con un elevado riesgo de accidentes en pozos

Cartagena, junto a La Unión, pueblo con el que comparte la Sierra Minera, es uno de los municipios de la Región con mayor peligro de caídas a pozos. Y es que, a los habituales pozos que servían de abastecimiento a las casas en entornos rurales, se suman los generados por la actividad minera que en ambos municipios vivió años intensos a mediados del siglo pasado, hasta su cese en los años 80. Incontables pozos se reparten por todo el municipio e incontables son los casos en los que las estructuras han sido protagonistas de accidentes e incluso han servido como ‘fosa común’ de ajustes de cuentas en años pasados, sobre todo en la zona minera. No obstante, uno de los sucesos más trágicos vividos en Cartagena relacionados con los pozos ocurrió en una barriada urbana de la ciudad. Hay que remontarse al año 1997, cuando Felipe, un niño de siete años que jugaba con un amigo en la ‘Fábrica de las lámparas’, en la barriada California, cayó a un pozo de 50 metros que no tenía protección. El accidente causó una gran conmoción en el barrio y las críticas al estado de la zona fueron duras. Una tragedia que aún se recuerda en el Cuerpo de Bomberos de Cartagena.

Preguntados por los hechos, los especialistas que actuaron en aquel accidente relatan que el operativo para sacar el pequeño fue de gran dificultad. «Había agua y fango en el fondo del pozo y tuvimos que echar mano de buzos para poder llegar al cuerpo», rememora uno de los bomberos que dirigió el rescate. «Lo cierto es que fue una gran tragedia de la que a uno no le quedan ganas de acordarse porque fueron momentos muy duros, sobre todo para la familia», recuerda. Al final, los especialistas consiguieron localizar el cuerpo sin vida del chico.

También en Cartagena, esta vez en la zona rural de La Aparecida, en 2007, otro niño, Teddy, de 6 años, se precipitó al fondo de un pozo de 20 metros de profundidad al ceder la tapadera que cubría el brocal. En esta ocasión, los vecinos del pueblo cartagenero lograron impedir la tragedia al mantener a flote al pequeño con una cuerda, ya que el pozo contenía agua. Vecinos de la localidad aún recuerdan los hechos como si hubiesen ocurrido ayer. «Fueron momentos de gran tensión porque al niño apenas se le oía», relata un vecino. «Gracias a la rápida actuación de los bomberos todo acabó bien, pero pudo pasar cualquier cosa», señala.

Finalmente, uno de los casos más recientes tuvo lugar en 2012, cuando una niña resultó grave al caer a un pozo de siete metros. Ocurrió en una casa del Barrio de la Concepción por el mal estado de la tabla que tapaba un aljibe.

Final feliz para Fernando, el niño que en noviembre de 2018 cayó a un pozo de Caravaca de la Cruz

No todas las historias tienen un final trágico. En Caravaca de la Cruz las alarmas saltaron el pasado mes de noviembre. Fernando, un niño de apenas cinco años ,se encontraba jugando con su padre en las proximidades al polideportivo La Loma y, de repente, la tierra se lo tragó: el pequeño sin darse cuenta pisó unas maderas que se vinieron abajo y cayó a un pozo. Inmediatamente llamaron al teléfono único de emergencias 112 y en el parque de bomberos de Caravaca sonó la alarma. Entre los bomberos que salieron al rescate se encontraban José Antonio Santillana y José David López. En el aviso les advertían que se trataba de un niño y que la situación se podía complicar. Durante los interminables cinco minutos que duró el trayecto entre el parque de bomberos y el lugar del suceso, los bomberos tenían claro que nada podía fallar en la coordinación.

Santillana explica que «la experiencia fue muy gratificante, ya que, pese a la gravedad de la caída, el rescate fue muy rápido y el niño salió sin apenas ningún rasguño». El pequeño cayó una altura de unos diez metros y en el fondo del pozo había piedras sueltas y aún quedaba un poco de agua. También recuerda la «desesperación del padre y de la gente, que se acercó en cuanto escuchó los gritos de auxilio; son momentos muy difíciles y el tiempo siempre corre en nuestra contra».

Los bomberos, en esa ocasión, usaron un polipasto y desmultiplicación de peso con trípode. El bombero, que también es un experimentado montañero, recuerda para este diario que «curiosamente, yo soy uno de los técnicos que enseña estos tipos de rescates en los cursos de formación que reciben los bomberos», matizando que «sabemos que el tiempo es fundamental y la coordinación debe de ser máxima, por lo que todos sabemos lo que tenemos que hacer desde el mismo momento que nos bajamos del camión».

El bombero encargado de bajar al pozo para rescatar al pequeño fue López Olmo, quien explica que «te quedas con la satisfacción del trabajo bien hecho». Cuando llegó a la altura donde se encontraba el niño recuerda que «le hablé de mi hijo, que tenía su misma edad, e intentaba tranquilizarlo, para poder ascender en el menor tiempo posible y que pudiera ser examinado por los sanitarios».

Fernando, como signo de agradecimiento, regaló a los bomberos un dibujo de su propio rescate. Un suceso que gracias a la rápida actuación de los equipo de emergencias tuvo un final feliz.

Una menor sobrevivió tras caer en 2013 desde una altura de 12 metros en uno de los fosos del Castillo de Mula

Sucedía el 13 de enero de 2013. Era una fría tarde de domingo cuando dos amigas se aventuraban a acceder al interior del Castillo de Mula a pesar de que por seguridad llevaba cerrado desde hacía más de dos años y todos los indicadores anunciaban que estaba prohibida su entrada.

Las dos niñas se adentraban en el interior de la fortaleza y accedían hasta la Torre del Polvorín, donde una de ellas, por aquel entonces con doce años de edad, caía en uno de los pozos desde una altura de diez metros.

Fue su compañera de aventuras quien daba la voz de alerta ante la imposibilidad de que la joven saliera del pozo por la profundidad del mismo y las heridas consecuentes de la caída.

Bomberos, Policía Local, voluntarios de Protección Civil, sanitarios y Guardia Civil, con un operativo formado por más de una veintena de personas participaron en el rescate de la menor que se prolongaba durante varias horas debido a la dificultad del traslado de equipos para acceder al interior de la fortaleza y las lesiones que presentaba la niña. La menor sufría heridas en brazos y piernas y tuvo que ser intervenida posteriormente tras ser trasladada al centro hospitalario por varias facturas en una de sus piernas, aunque milagrosamente no sufrió heridas graves a pesar de que cayó en el mismo foso donde varias décadas antes una niña había perdido la vida mientras visitaba el interior del castillo con familiares.

Fueron los Bomberos los encargados de llegar hasta la menor en el fondo del pozo, que, por aquel entonces, no contaba con protección. Para llegar hasta el lugar donde se encontraba la niña se instaló un sistema de poleas que permitía la bajada del personal de rescate y el posterior traslado de la niña hasta la superficie sobre una camilla para protegerla de las heridas de presentaba. Fue el proceso más complicado ya que el ascenso no podía realizarse en horizontal, puesto que el pozo cuenta con más de diez metros de altura y una abertura de escasos centímetros.

Finalmente, el rescate se realizó con éxito y se inició una importante manifestación vecinal contra el abandono de los propietarios del Castillo (que por aquel entonces pertenecía al completo a los herederos de la familia Beltrán de Lis y Pidal). No cumplía con las normas básicas de seguridad.