A Luis del Rivero, el empresario murciano que presidió hasta octubre de 2011 la constructora Sacyr, principal accionista de la sociedad que construyó el aeropuerto de Corvera, le persigue su pasado. Desde que dejó la presidencia de la compañía promotora del aeródromo y de algunas obras emblemáticas en todo el mundo -como el Canal de Panamá- ha vivido retirado, dedicado al cultivo de naranjas en una finca del Campo de Cartagena, pero su nombre vuelve a aparecer en una nueva lista de personajes espiados en 2005 por el excomisario Villarejo por cuenta del BBVA durante la etapa en la que Del Rivero trató de ocupar la presidencia del banco.

El intento por desbancar a Francisco González -que Aznar había había puesto al frente de Argentaria- contaba entonces con el apoyo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, algunos de cuyos miembros aparecen también en la nueva entrega de las escuchas de José Manuel Villarejo. Entre ellos se encuentran la exvicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y el exministro de Industria Miguel Sebastián, que entonces era el jefe de la oficina económica del Gobierno y que procedía precisamente del Servicio de Estudios del BBVA.

Las revelaciones sobre la operación destinada a situar a Luis del Rivero en el sillón de Francisco González han obligado a intervenir a la Comisión Nacional del mercado de Valores (CNMV), que está estudiando el impacto que puede ocasionar en las cuentas de BBVA el espionaje realizado por Villarejo a instancias del banco para frenar el intento de asalto del expresidente de Sacyr a la entidad.

La CNMV analiza este espinoso asunto con el propósito de conocer los riesgos que pueda haber entrañado en las cuentas de la entidad financiera y en los mecanismos de seguridad y protección de la información sobre una frustrada operación, cuyo fracaso ha permitido a Francisco González llegar a la jubilación como presidente del BBVA, aunque no podrá marcharse ya de forma tan plácida como había previsto.

El diario El Confidencial ha publicado esta semana que el BBVA de Francisco González utilizó al comisario Villarejo para tener acceso en tiempo real a las llamadas telefónicas que se cruzaron en plena operación de asalto al banco los principales promotores de la maniobra, Luis del Rivero, el industrial Juan Abelló y Miguel Sebastián. La entidad ha reconocido que abrió el pasado mes de junio una investigación sobre la contratación y los servicios prestados por la firma Cenyt, propiedad del encarcelado excomisario Villarejo, y ha asegurado que tomará «las medidas internas que procedan» si se acreditara la existencia de irregularidades, además de llevar a cabo las acciones judiciales pertinentes.

Aparte de esta investigación interna, la entidad solicitó a un despacho externo de abogados una revisión independiente de los hechos y de la documentación disponible. Ambas actuaciones están en curso en la actualidad.

También el Gobierno está haciendo un análisis sobre las implicaciones de las nuevas revelaciones, dado que las escuchas de Villarejo han abierto una nueva crisis política. Las conversaciones de la exvicepresidenta De la Vega y de Miguel Sebastián han aportado nuevos datos sobre las vinculaciones del Gobierno con el entonces presidente del Santander, el fallecido Emilio Botín, que ha llevado a IU a pedir explicaciones y a requerir la presencia de la número dos del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero ante la Comisión Constitucional del Congreso.

En el centro del huracán vuelve a aparecer el ingeniero de Caminos murciano que había sido uno de los socios fundadores de la constructora Sacyr, cuya azarosa biografía daría para una novela negra e incluso para una serie de Netflix.

El asalto a la presidencia del BBVA no fue el único intento de Luis del Rivero por hacerse con el poder en la cúpula una gran compañía. El empresario, que era vicepresidente de Repsol, aspiró también a la presidencia de la petrolera española, en la que Sacyr contaba con una participación del 20%. En aquel momento las empresas de la construcción estaban en pleno apogeo y los beneficios del ladrillo les habían permitido ampliar su actividad al sector energético, aunque la crisis les obligaría pocos años después a desprenderse de las eléctricas y las petroleras en las que se habían embarcado para poner a salvo su negocio.