Cuando vio que las piernas empezaron a fallarle, Dolores López se mudó de casa para vivir, exactamente, en la misma calle donde está el centro en el que es voluntaria. La más veterana de todas, tanto en edad como en tiempo desde que entró a ayudar a la gente. Que es lo que esta murciana («de pura cepa», deja claro) lleva haciendo desde hace décadas. Tiene ya 85 años y promete seguir al pie del cañón «mientras pueda». Dolores recibe a LA OPINIÓN en su domicilio de Murcia, para hablar de labor social y de su fortaleza física y mental.

«Fui la primera mujer médica de Murcia», rememora la doctora, sentada en un sillón de mimbre en una terraza cerrada con vistas a la Catedral. «Cuando yo me colegié, en 1961, no había ninguna, y ahora ya son más mujeres que hombres», comenta López, que asegura que «nunca» la han hecho sentir inferior por el hecho de ser mujer. «Nunca me miraron mal los compañeros de la facultad, allí en Granada: éramos cuatro mujeres estudiantes y nos respetaban. Nunca vi una dificultad por esto», señala la vecina, que hizo la especialidad en Oftalmología.

Una vez le llegó la edad de jubilación, López se vio con más tiempo para dedicar a los más desfavorecidos. «Soy una voluntaria nata», asegura. Y se apuntó, hace ya años, al programa de CiberCaixa Penitenciaria, para enseñar nociones de Informática a personas del Centro de Inserción Social (CIS) Guillermo Miranda, en Sangonera. En estas instalaciones duermen personas que cumplen condena, pero no es una cárcel en sí: los internos están en régimen abierto y se presupone que en un proceso avanzado de reinserción.

«Ellos vienen aquí a aprender, aunque entran con miedo. Algunos se han sentido rechazados en sus pueblos. Pero aquí no se rechaza a nadie», remarca la doctora, que ya ha tenido más de 200 alumnos, durante los siete años que lleva como voluntaria en este programa. «Y nunca preguntamos el motivo de su ingreso en prisión», asevera López, que actualmente cuenta con una decena de compañeros voluntarios en este programa de Informática. Muchos han ido cambiando, porque no tenían tiempo» para dedicarse a los demás, lamenta. Aunque ella sigue.

Preguntada por el perfil de sus alumnos, Dolores López precisa que «casi siempre son hombres jóvenes».

La doctora no solo enseña Informática: también Japonés. «Llevo 14 años estudiándolo», subraya, «y doy clases». Su vocación es «ayudar a los demás», hace hincapié. Ha hecho un parón obligada por la Navidad, que ya está diciendo 'hasta luego', pero regresa hasta que el cuerpo aguante.

Cuando llega gente nueva a aprender Informática, y se topan con Dolores y sus compañeros, «empiezan las caras extrañas», comenta la voluntaria. «Es porque ven personas mayores y les extraña que les vayamos a dar Informática», destaca. Pero pronto se meten a esta gente en el bolsillo, ya que «les hablamos con cariño», algo que agradecen especialmente personas que saben lo que es estar privadas de libertad. En España, hay más de mil voluntarios, como Dolores, en este programa para presos.