Carola Pérez, licenciada en Comunicación Audiovisual y representante de artistas, dedica todo su tiempo desde hace algunos años al Observatorio Español del Cannabis Medicinal y a la asociación Dos Emociones. Desde estas plataformas ayuda a personas de todo el país a sobrellevar el dolor de enfermedades graves o crónicas con esta planta prácticamente prohibida. Concentra su actividad en Madrid, pero su activismo le ha convertido en una de las caras más visibles de la lucha por la regulación para uso medicinal en la red y en auditorios de todo tipo.

«Este año tenemos 293 personas atendidas. Más de 200 son mujeres, 14 niños y el resto hombres. Dolor y cáncer ganan por goleada, pero hay epilepsias en niños, autismo, esclerosis múltiple, ELA, inflamaciones digestivas como colitis ulcerosa, migraña, endometriosis, Parkinson, Alzheimer... También hay mujeres que han sufrido violencia de género y soldados, porque el cannabis ayuda contra el estrés postraumático, a no tener pesadillas. El perfil es sorprendente», enumera en una entrevista telefónica.

A sus 38 años, convive con dolores constantes fruto de las numerosas intervenciones que ha tenido desde que le quitaron el coxis a los 11 años por una caída en vacaciones. Cuenta que descubrir los cannabinoides le hizo pasar «de 17 tratamientos diarios a dos» y de la desesperación a tener condiciones de vida soportables. «Estoy sin coxis, con la médula dañada, me acaban de rehacer los glúteos... Yo no me voy a curar, y tengo que convivir con un dolor que es insufrible, que me llevaría al suicidio seguro. El cannabis es aquello que te ayuda a llevar una mejor calidad de vida y a llevar el sufrimiento extremo con mas fuerza», afirma.

Su caso refleja la realidad que enfrentan miles de personas, 120.000 según las estimaciones del Observatorio, que tienen que buscar medicina en el mercado negro porque nadie asume la tarea de regularlo. «Las opciones para encontrar cannabis en la actualidad son muy escasas. O mercado negro puro y duro, o bien cultivar en casa, o ir a un club social de cannabis o a dispensarios». Pérez, partidaria de dar prioridad a la regulación terapéutica frente al resto de reivindicaciones de la comunidad cannábica, destaca este último concepto. «Los dispensarios son proyectos de pacientes para pacientes. No se consume en ellos y se entrega la medicación empaquetada, en muchos casos analizada en laboratorios», explica. En Madrid, el Ayuntamiento ha puesto centros de análisis al servicio de este proyecto para garantizar la calidad del producto.

Gran parte de su trabajo es hacer divulgación, para lo que aprovecha su posición como presidenta del Observatorio Español de Cannabis Medicinal. La planta tiene diferentes especies y componentes, aunque la mala fama de la cannabis sativa, la más perseguida por su mayor concentración de la molécula psicoactiva THC, salpique a las demás. Pérez cuenta que cada enfermo es un mundo y que los tratamientos pueden necesitar de la combinación de variedades, como sativa o índica. «Con picos de dolor muy altos puedo necesitar vaporizar una variedad con más TCH», apunta. Existen más de 100 derivados del cannabis, los llamados cannabinoides, pero la investigación «está centrada en cuatro moléculas: THC, CBD, CBN y CBG, especialmente las dos primeras», añade la divulgadora. El CBD, sin psicoactividad, tiene efectos sedantes y es utilizado en muchas de las enfermedades citadas.

Pero entonces, ¿cura el cannabis? «El cannabis no cura nada. Se ha probado que tiene propiedades antitumorales en animales, pero sería muy irresponsable decir que lo cura. Se ha visto que hay niños con epilepsia que pasan de 30 ataques al día a solo tres, pero siguen enfermos», apunta para resaltar que de momento lo que está demostrado es su efecto analgésico y paliativo.

El consenso pro regulación se interrumpe en las generaciones mayores, que no separan el cannabis del resto de drogas que asolaron a la juventud en los 80. «Hay mucha ignorancia. Nosotros trabajamos con ciencia y evidencia, como que tenemos un sistema de recepción de cannabinoides en nuestro cuerpo como se descubrió en los 90. Las experiencias de quienes cayeron en otras drogas es una mezcla de muchos factores. Porque yo llevo aquí un parche de Fentanilo, que es cien veces más potente que la morfina, y nadie me trata de heroinómana», explica para mostrar cómo los opiáceos sí que están tanto en los hospitales como en los callejones.

«Afortunadamente esto está cambiando y quienes están a favor del cannabis terapéutico son ya más del 80%» de la población, según afirma.

Pérez, que trabaja en el Observatorio con científicos referencia internacional en investigación del cannabis como Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense, sostiene que España es, pese a la pasividad política, «líder mundial en investigación de cannabinoides junto con Israel y Canadá». «Somos además punteros en cultivo y desarrollo de cepas, y también en tratamiento del dolor». Entiende que el camino a la normalización está trampeado por «demasiados intereses que no quieren que salga adelante» y cita a los «lobbies del papel, alcohol, el textil o las farmacéuticas».

Para Pérez, la causa de los enfermos es más importante que las demás. «Nosotros no vamos a esperar a que España se quede quieta hasta que Europa haga algo mientras Italia, Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Países Bajos y ahora Luxemburgo tienen el cannabis regulado», en referencia a estados que han introducido normas más o menos amplias para acotar qué, cuánto y cómo puede consumirse.

«No puedo contar algunas cosas, pero sí puedo decir que muchos hospitales públicos y privados nos mandan pacientes. Que los políticos no hagan nada es mala fe, no vaguería».