Sergio Ayala (Castellón, 1973) cuenta que su vida dio un vuelco cuando escuchó, hace años, una reflexión de Manolo García en el El Hormiguero sobre el concepto 'Empoderarse de la felicidad' . Comprendió que su estado de ánimo no podía quedar en manos de sus clientes. «Me cambió la vida el día que entendí que la felicidad depende de mí». Creó una empresa de montajes industriales cerámicos, que hoy cuenta con casi 50 trabajadores, y compartió su forma de enfocar un negocio -palabra que detesta- con charlas motivacionales en las que aboga por instaurar el humor y el 'buenrollo' en los puestos de trabajo. «Nosotros empezamos el día besándonos y dándonos los buenos días». El amor es otro concepto clave: «Yo no puedo tener una empresa si no quiero a mis clientes, a mis trabajadores y a mi competencia». Todo ello lo cuenta en ponencias que nunca pasan desapercibidas. «Si eres un tío mediocre como yo, tienes que dar respuestas creativas. Y algo impactante como salir vestido con ropa interior femenina, zapatos de tacón y hacer un pase de Beyoncé capta la atención».

¿Cómo se aplica el 'buenrollismo' en una empresa?

No se puede tener una empresa si no quieres a tus trabajadores. La forma sencilla es establecer la felicidad de los trabajadores en la misión de la empresa. Para mí los valores de una empresa son la formación, el buen humor y el amor. Son básicos, como en una familia. Tenemos que establecer fórmulas para que el 'buenrollismo' se generalice. Y eso se hace desde arriba hacia abajo. Es la persona que está más arriba la que tiene que contagiar el buen humor. Hay que hacer acciones para que la felicidad sea la base de la empresa.

¿Qué tipo de acciones?

Pongo ejemplos pequeñitos. Para nosotros es importante celebrar. Si una empresa consigue cualquier cosa es momento de celebrarlo: hacer una buena bienvenida cuando contratas a una persona, que sea un acto de fiesta. Hay que dar ejemplo y compartir cualquier logro y cualquier fracaso. Es fundamental adornar el puesto de trabajo de forma que nos guste ir a trabajar. Mi empresa no tiene ningún tipo de glamur: es un taller de grasa, de toda la vida, de soldadores y mecánicos. Pero la hemos reorganizado de forma que dan ganas de trabajar.

¿Cómo concibe su empresa?

La palabra negocio es la negación del ocio, y yo no concibo a la empresa como la negación del ocio. La empresa es el sitio en el que paso la mayor parte de mi vida, con lo cual obligatoriamente tengo que ser feliz. Esas cositas hacen que la empresa tenga una vida optimista. Eso y la actitud de la gente. Hablamos siempre de que el valor de un trabajador es su conocimiento y su experiencia, pero lo fundamental es su actitud. Nosotros nos alejamos todo lo que podemos de las personas negativas. En mi empresa no puede haber una persona que se esté quejando todo el día. O cambia de actitud o tiene que irse, porque eso es el cáncer de las empresas, es el cáncer de las familias y de los grupos de amigos. A los problemas les ponemos una sonrisa e intentamos tirar para adelante. Y no hablamos de dinero; pagarle más es una parte, pero lo fundamental no es pagar más, sino que quiera estar.

Cuenta que sus inicios laborales fueron duros?

Siempre empiezo las charlas diciendo lo mismo: soy un 'pringao' de Castellón. Me han ido muy mal las cosas en la universidad, en las empresas que he trabajado y en las empresas que he montado, pero al final me di cuenta de que estaba equivocado: peleaba por ser el mejor. Y eso es una lucha equivocada porque yo no soy el mejor en nada. Y decidí ser diferente. De forma que no me tenga que preocupar por ser el mejor, porque los mejores son otros. Todos los conferenciantes son mejores que yo, pero a mí me llaman porque doy un VAP: valor añadido personal. Me llaman por hacer las cosas diferentes, no por ser el mejor.

Su empresa nació en 2006. ¿La crisis fue una prueba de fuego para esta filosofía?

Para otros talleres sí, pero nosotros nacimos con la crisis. La fórmula del éxito de una empresa es muy clara: C+R. Circunstancias y respuestas. Para mí la circunstancia era la propia crisis. No he vivido momentos como el 'ladrillazo' o una economía brutal: vivía en crisis. La clave ha sido la respuesta que hemos dado a esas circunstancias. Montamos la empresa cuando las cosas iban mal, con lo cual las quejas y las excusas de la crisis no nos valían: sólo valían las respuestas. Creativas y diferenciadoras. Me contratan porque soy distinto, no porque soy el mejor.

¿Hasta qué punto la risa es importante en el día a día?

La risa es el cuarto placer de las personas, tras el sexo, dormir y comer. Si la risa la juntamos con lo que más hacemos en esta vida, que es trabajar, lo tenemos todo ganado. El concepto 'Risa' es básico en todo lo que haga. No hay nada en el mundo que no se pueda hacer desde el humor; no hay ninguna reunión tan interesante ni tan profunda que no se pueda hacer desde el humor. El gran comunicador del siglo XXI, Carles Capdevila, habla sobre la educación de los niños -el tema más importante- desde el sentido del humor. Emilio Duró o Victor Küppers -grandes referentes en 'coaching' a nivel empresarial- son gente que habla desde el humor. Los profesores con los que más aprendes en el instituto y en la universidad son aquellos con los que te lo has pasado bien. Y cuando tú vas a cenar te quieres sentar al lado del que hace reír.

¿Qué consejo práctico daría a quienes su primera reacción siempre es negativa?

La segunda clave del éxito de la felicidad es que equivale a X+1. La X son los fracasos que tiene la gente. Las personas negativas se fijan en la X y se pierden la parte del 'más uno'. No importa tanto las veces que caes sino las veces que te levantas. Estamos preparados genéticamente para levantarnos. Un niño antes de caminar se cae 4.500 veces; si camina es porque se ha levantado 4.501 veces. Se levanta una vez más. A cualquier persona negativa le tienes que explicar que lo importante no es la negatividad, sino lo que hagas después. Las cosas jodidas hay que acotarlas en el tiempo. Me ha dejado mi pareja, ¿cuánto tiempo voy a tener que estar jodido? Dos semanas. Pues voy a llorarlo todo durante dos semanas, pero al lunes de la tercera semana me tengo que levantar. Es el más uno.