Isabel Cortés

En el momento en que generalizamos perdemos la esencia de lo que son las cosas. Simplificar te hace desconocer». Quien así se expresa es Isabel Cortés, almeriense residente en Lorca, una joven trabajadora social que actualmente está preparando las oposiciones para ser policía nacional, «una idea que siempre he tenido en la cabeza», explica. Cortés, natural de Huércal-Overa, recibe a LA OPINIÓN en la Universidad de la Ciudad del Sol, poco antes de entrar a clase para seguir estudiando. Cuando pertenezca al Cuerpo Nacional de Policía, comenta, quiere ayudar a la gente, de tú a tú, con el bagaje que le da ya su preparación como trabajadora social.

«Mi aspecto la gente no lo asocia a ser gitana», señala la joven, que lamenta que todavía hoy en día «se asocia el ser gitano a algo marginal y relacionado con la delincuencia».

En ocasiones ha escuchado comentarios discriminatorios por parte de sus propios compañeros, que no saben que ella es gitana. «Es una lucha de forma transversal. Tú estás luchando por ser policía y te encuentras con otras barreras que tus compañeros no tienen», destaca.

Pone el acento en la discriminación de género y resalta que, en pleno siglo XXI, «las mujeres todavía estamos intentando romper techos de cristal». «Mucho más siendo gitana», apostilla al respecto. «Me he mudado hace poco a Lorca y no he dicho que soy gitana. A lo mejor me conoces dos o tres meses y no lo sabes», asegura. «Me he encontrado en situaciones que te dicen: 'es que no te asociaba con tu nombre'», manifiesta. «Se te encoge el corazón, somos ciudadanos de pleno derecho», subraya, al tiempo que critica de la televisión «los programas que se emiten, el daño que hacen», en referencia, por ejemplo, al formato Los Gipsy Kings, en Cuatro.

Sara Cortés

Tiene 24 años, es murciana y una de las trabajadoras sociales de la Fundación Secretariado Gitano en la capital. «Se suele decir: 'Tú no eres gitana, porque ya estás integrada. Tienes un empleo, no te dedicas a la venta ambulante o a la chatarra'», comenta, sobre su día a día. Y es que «cuando rompes con ese estereotipo, la sociedad mayoritariamente te aleja de tu grupo étnico, al que perteneces. Te alejas del estereotipo de persona que vive en exclusión social, pero luego te enfrentas a la calle, al mundo, y sigues siendo gitana», remarca.

«Siempre te van a catalogar como gitana. Te suelen ver primeramente así», dice, a lo que añade que «a una mujer con un perfil como el mío se la discrimina de una forma más sutil, por participar dentro de la sociedad».

«Luego te encuentras con una importante parte de la población que todavía te dice que las personas gitanas somos las que tenemos que integrarnos y avanzar. Esa afirmación es muy peligrosa e irreal. Lo que hace es culpabilizar a una minoría étnica», espeta la joven, que recuerda que «vivimos en una sociedad diversa, intercultural».

«Todas las personas tienen responsabilidad, los poderes públicos también», señala, al tiempo que critica «este discurso de que al final el pueblo gitano no se integra, que no quieren trabajar». En este sentido, «sería interesante que los poderes públicos reconociesen las dificultades a las que nos enfrentamos las personas gitanas en nuestra y que se creen proyectos especiales», tiene claro. Como el Proyecto Calí, por la igualdad de las mujeres gitanas, uno de los planes en los que Cortés está implicada en su puesto de trabajo.

Noelia Cortés

Nuestro feminismo es distinto porque sufrimos doble discriminación histórica: por mujeres y por gitanas. Si conseguimos acabar con el patriarcado, las mujeres pobres seguirán siendo pobres antes que personas. Y las demás seguirán siendo 'las gitanas', 'las negras', 'las moras'. Estamos mucho más lejos de la libertad: el machismo no es nuestra única barrera». Así se expresa esta joven de 22 años, estudiante en Murcia. Subraya que «ser gitana es saber que, si te quisieras casar por tu rito, el Estado no reconocería tu matrimonio».

«¿Nuestra cultura sólo es la vuestra para el flamenco? Incluso el flamenco en sí mismo está sufriendo un racismo institucional terrible. Flamenco es la gitana que vende flores o cupones en el mercadillo que ponen en tu pueblo una vez por semana», espeta la joven. Y más cosas: «En mi pueblo, Águilas, a la gente le da miedo pasar por 'el barrio' (a sabiendas de que es donde vive la mayoría de población gitana). A mí me aterra concebir lo asumido que está que exista a las afueras un barrio de gitanos en cada población», comenta la estudiante.

«Aunque la Guardia Civil está siempre rondándolo, claro. Sigue en vigor el poema que escribió García Lorca, sobre la represión institucional que ejercían sobre nosotros», estima. Agrega que «a los jóvenes sin recursos no hay que castigarlos por consumir drogas, sino fomentar la rehabilitación».

Pide Cortés «que el testimonio de un jornalero sea tan válido como el de una estudiante de ingeniería, si se habla de problemas sociales». «Y llevar la historia del pueblo gitano a los colegios: nuestros niños merecen normalizar a una persona gitana estudiando, o en un alto cargo, o hablando bien otro idioma (la primera mujer profesora universitaria en Europa fue Sofia Kovalévskaya, gitana). Merecen escuchar de dónde vienen» indica al respecto.

Aksel Salieva

Rompió barreras en su profesión de transportista. Aksel tiene 43 años y lleva 14 en Murcia. Casada y con dos hijos, «he vivido de todo. En Bulgaria (su tierra natal) echan la culpa de todo a los gitanos», lamenta, al tiempo que destaca que «el mundo es muy diverso y tenemos que convivir los unos con los otros». «Conozco pocos países en los que no haya presencia gitana y este es un hecho que demuestra que siempre ha existido el profundo deseo de encontrar un lugar en el mundo en el que sentirse feliz y su capacidad para adaptarse a todo tipo de circunstancias y condiciones», especifica.

A su juicio, «el pueblo gitano sin duda es muy luchador y colorido, por ello confío fielmente en su capacidad de adaptación y crecimiento personal». Los suyos poseen «unos valores muy valiosos de los cuales hoy en día nuestra sociedad carece, por lo cual no tienen por qué desaparecer para poder conseguir la mencionada inserción», apunta, a lo que añade que «deberíamos alcanzar una convivencia armónica entre el éxito económico-laboral y las costumbres familiares, porque, al fin y al cabo, siempre hay que recordar que la familia es el pilar básico de toda sociedad».

También trabajadora social, como Sara e Isabel, Aksel cree que «la inserción de los jóvenes gitanos en el ámbito socio-laboral de hoy en día, se ve significativamente limitada y para mí constituye una prioridad máxima enfrentarse a esta situación y proporcionarles todos los medios y facilidades necesarios para su adecuado desarrollo». Optimista, dice que «dejamos nuestra huella y juntos cambiaremos el mundo para un mejor mañana».