«Han tenido que pasar años para darme cuenta de que mi novio me violó». Así se expresa Anne (nombre ficticio), vecina de Murcia de 37 años de edad, que recuerda como «uno de los dolores más grandes de mi vida» el momento en que tuvo fuerzas («yo no las tuve, las tuvo mi hermana, que me animó a que diese el paso», apostilla) para ir hasta la Comisaría de San Andrés y denunciar al que entonces era su pareja.

«Lo denuncié por amenazas. En aquel momento él no vivía en Murcia. Una noche estuvo horas, hasta las seis de la mañana, mandándome mensajes al móvil. Diciendo que me iba a matar si no le mandaba dinero. Que iba a coger el tren y a acabar conmigo. Mi hermana vivía entonces en Madrid. Cuando le conté lo que me estaba pasando, cogió un Blablacar y se plantó en mi casa. Estuvimos toda la noche solas en mi piso, despiertas, mirando la puerta como si en cualquier momento él viniese a tirarla abajo», va desgranando la mujer. «Al día siguiente, las dos nos cogimos un autobús y nos pasamos una semana por Andalucía. He estado en sitios que no sé cómo se llaman», confiesa.

Anne comienza la historia por el final, pero el calvario empezó cuatro meses antes. Cuando conoció «a un chico encantador, romántico, detallista, un caballero» que, sin embargo, no pasaba precisamente por su mejor momento. «Se había quedado en paro, se había separado años antes y apenas tenía relación con su hija. No me preguntes por qué, pero tenía la sensación de que yo tenía como que salvar a aquel hombre», dice.

Anne vivió en sus carnes «todo lo que luego he leído que viven las mujeres maltratadas», aunque ella «ni de coña» se sentía una de ellas. «Porque nunca me pegó lo que es una hostia. Me agarró fuerte de los brazos, pero, al no ver una hostia literal, se ve que no me daba cuenta. O no me quería dar yo cuenta», narra.

«Ahora sé que me violó porque es bastante sencillo. Estábamos echados en la cama, yo no quería hacer nada, estaba llorando... Me metió la mano por ahí, me agarró y, bueno... Que yo entonces no pensaba que te podía violar tu novio. Que te podía violar alguien que, en teoría, te amaba». Aquello aconteció en 2013. «Creo que me acostumbré y, en el fondo, hasta pensé que me lo merecía», señala la mujer. No quiere hablar de cómo lo pasó en los juzgados, donde se llegó a sentir «la mala». Ha pasado un lustro y la mujer rehizo su vida hace tres. «Es alucinante dormir al lado de alguien sin tener miedo de que te mate», sentencia.