La Universidad de Murcia (UMU) investirá el próximo lunes, 26 de noviembre, a la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Antonia Blasco Marhuenda, como doctora Honoris Causa, a propuesta de la Facultad de Biología.

Nacida en Alicante en 1965, realizó su tesis doctoral sobre las polimerasas de ADN virales en el Centro de Biología Molecular 'Severo Ochoa' (CSIC-UAM de Madrid), bajo la supervisión de Margarita Salas, doctorándose en Bioquímica y Biología Molecular en 1993 por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ese mismo año se incorporó al laboratorio de Carol W. Greider (quien en 2009 recibiría el Premio Nobel de Fisiología o Medicina) en Cold Spring Harbor Laboratory, Estados Unidos.

Regresó a España en 1997 para establecerse como Jefa de Grupo en el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC, en Madrid). En 2003 se trasladó al CNIO como jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa y como directora del Programa de Oncología Molecular. Blasco ejerció la Vicedirección de Investigación Básica de dicho centro desde 2005 hasta junio de 2011, fecha en la que asumió su actual cargo de directora del Centro.

¿Qué significa para usted recibir el honoris causa de la Universidad de Murcia?

Es un gran honor. Me siento muy honrada, y es para mi un orgullo tener este link con la Universidad de Murcia.

¿Cómo calificaría el estado de la ciencia y la investigación científica en nuestro país, comparándolo con los medios económicos que se destinan a este campo? ¿Cuánto considera que sería la cantidad que se debería invertir más?

La ciencia española es de gran calidad. Hay centros de investigación que están entre los mejores del mundo, por ejemplo, y aunque no solo, todos los centros de Excelencia Severo Ochoa y las unidades María de Maeztu. Esto quiere decir que hay un tejido de excelencia que hay que apoyar, no solo con más recursos, sino también facilitando la actividad investigadora mediante la eliminación de trabas administrativas que se han impuesto estos últimos años y que han 'ahogado' a la ciencia española. Tenemos que competir con países vecinos como Alemania o Francia, y podemos competir muy bien si tenemos la financiación adecuada. Deberíamos dedicar un porcentaje parecido al del PIB que esos países destinan a la investigación.

Usted es científica y mujer, y además es directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. ¿Cómo se compagina esto en un mundo tradicionalmente de hombres? ¿Le queda mucho camino a la mujer por recorrer o simplemente necesita mayor visibilidad?

La investigación biomédica ya hace décadas que es un mundo también de mujeres. En el CNIO un 68 por ciento de los investigadores somos mujeres. Ahora nos queda ocupar también una proporción mayor de puestos de dirección de laboratorio y de dirección de centros de investigación. Esto es algo que tenemos que intentar que ocurra cuanto antes para no perder talento en la ciencia.

Usted fue pionera en la investigación de la función fundamental que los telómeros y la telomerasa desempeñan en los procesos de cáncer y envejecimiento. Y dijo hace unos meses que la vida no tiene fecha de caducidad y que no hay ley física que determine que después de un cierto número de multiplicaciones celulares hay que morir. ¿Significa eso que la ciencia sería capaz de lograr el sueño de todo ser humano: la inmortalidad o que se podría alargar la vida?

La inmortalidad es imposible, somos seres vivos y podemos morir accidentalmente, o voluntariamente. Lo que sí que sabemos es que la longevidad es muy flexible, hay especies que viven 2 años, como un ratón de laboratorio, y otras que viven más de 400 años como el tiburón de Groenlandia. Hay plantas que viven miles de años. Todos son seres vivos y esto nos dice que la vida no tiene un límite fijo, depende de cada especie; y nosotros no somos ni mucho menos los más longevos. Los animales de mayor longevidad están jóvenes y sanos durante más tiempo, lo cual nos dice que si entendemos los mecanismos de la longevidad también entenderemos el origen de las enfermedades que nos matan. En animales de experimentación ya hemos demostrado que se puede modular la longevidad haciendo cambios en un solo gen. Al vivir más también retrasamos la aparición de todas las enfermedades, incluido del cáncer.

Y si no se puede llegar a ese extremo, ¿podrá la ciencia curar lo incurable en el campo de las enfermedades degenerativas, o de cánceres que hoy por hoy son mortales de necesidad? No hablo de un futuro muy lejano sino de a más corto plazo. ¿En cuánto tiempo, en definitiva?

No hay nada incurable. Si entendemos por qué se produce una enfermedad a nivel molecular la podremos prevenir y curar.

¿Qué opina de la ingeniería genética en el marco de los condicionamientos éticos? ¿Dónde cree que debe ponerse el límite, si es que debe ponerse alguno?

La ingeniería genética nos permite modificar animales de experimentación genéticamente para entender la importancia de un determinado proceso en las enfermedades y así poder diseñar terapias que funcionen en humanos. Pero nadie piensa en modificar genéticamente a los humanos de tal modo que esa modificación pudiese pasar a los hijos.