¿Cambia el mundo en que vivimos la forma de criar a nuestros hijos? ¿En qué ha cambiado el mundo que a usted le tocó vivir como niña respecto al que hoy viven sus hijos?

No cabe duda de que los factores externos del mundo actual modifican nuestro día a día, la forma de relacionarnos, la manera de hacer las cosas, las prioridades, incluso; en este mundo tan acelerado e hipercompetitivo en el que vivimos, la prioridad de muchos de nosotros es tener tiempo libre y tiempo de desconexión, ¿verdad? Probablemente las prioridades de nuestros padres fuesen otras. Sin embargo, en lo fundamental, en los valores que sustentan la relación con nuestros hijos, todo aquello que queremos meter en sus mochilitas para su futuro y que pretendemos que recuerden y les acompañe para siempre, son los mismos: el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, el respeto, la empatía, la escucha, la compasión, la generosidad y el amor. Valores que yo lucho a diario por saber transmitírselos a mis hijos la mitad de bien que mis padres hicieron conmigo.

Pongamos que llega una madre a su consulta y le anuncia que ella no cree en las vacunas y que no vacunará a su hijo. ¿Qué le diría?

Antes de nada le preguntaría qué le ha llevado a tomar esa decisión. Detrás de una postura tan tajante siempre hay una o varias razones que ellos consideran determinantes. Tras haber escuchado pausada y detenidamente todos sus argumentos, trataría de arrojar luz a cada uno de los puntos que ha comentado. Para cada uno de sus argumentos siempre hay una respuesta basada en la evidencia científica actual: mercurio, aluminio, autismo, farmaindustria, miedo, conspiraciones… Siempre usan los mismos argumentos. El secreto está en no atacar, que el paciente no se sienta juzgado. El profesional debe asumir que con este tipo de familias se emprende una carrera de fondo y que en una sola visita, generalmente, no vamos a hacerles cambiar de opinión. Se trata de ir paso a paso, despacito, informando de cada una de las vacunas y de las enfermedades a las que se expone si no vacunamos y, por supuesto, atendiendo al resto de necesidades de su hijo: consejos de alimentación, lactancia materna si toma pecho, cuidados del recién nacido, cuidados de la recién mamá también, infecciones, tratamiento, revisiones de salud… todo exactamente igual que cualquier otro niño, pero en cada visita soltaremos una pildorita de vacunas.

¿Da por superada la polémica con Javier Cárdenas?

Al señor Cárdenas no le dije nada que no le dijera a cualquier persona que hubiese relacionado el autismo con las vacunas. Por mi parte polémica, ninguna. Ciencia, mucha. Y evidencia científica, más aún.

¿Parto natural o epidural?

Respeto a las madres que prefieran dar a luz sin epidural, pero yo estoy a favor. Si podemos elegir un parto con menos dolor, ¿por qué sufrir?. Y lo dice una que tuvo muy malas experiencias con ambas epidurales que finalmente no se lograron poner. Si repitiese, lo volvería a intentar con epidural, sin duda. Ahora bien, respeto profundamente a aquellas madres que prefieran dar a luz sin epidural. Es su opción.

Lactancia materna, ¿sí o no?

Sí. Di pecho a cada uno de mis hijos un año, hasta que ellos se destetaron. Recuerdo esos momentos con mucha añoranza y ternura, muchísima; es más, lo echo de menos. También es verdad que el no dormir durante meses y meses, el sacarme leche por las esquinas de mi hospital, la nula conciliación familiar tras los escasos cuatro meses de baja maternal, los lagrimones al despedirme de mi bebé y entrar a una guardia de 24 horas… ya casi se me ha olvidado. La lactancia materna es el mejor alimento que le podemos dar a nuestros hijos de forma exclusiva desde que nacen hasta los seis meses y junto con alimentación complementaria hasta los dos años o más. Eso sí, la madre es libre de elegir el tipo de alimentación que le quiere dar a su hijo. Los pediatras estamos para informar, asesorar, cuidar, acompañar, diagnosticar y tratar, nunca para juzgar. Somos médicos, no jueces.

¿Cómo viven ellos la crianza? ¿Cuán diferente es la experiencia de la maternidad/paternidad entre hombres y mujeres?

De esto hablo mucho en mi segundo libro Eres una madre maravillosa. De hecho le dedico un capítulo entero que dice «hombres y mujeres sentimos diferente. Hablemos claro». Y así es. Distintos ritmos, distintas velocidades, distintas maneras de sentir. Pero ambas maravillosas. Las mujeres desde el mismo momento en el que nos quedamos embarazadas ya nos sentimos madres. Ese ser que ya se está gestando pasa a formar parte de tus pensamientos las 24 horas del día, es algo increíble. Cuando nace el bebé nosotras ya estamos en quinta mientras que ellos están arrancando. Es normal. Forma parte de la naturaleza humana y animal. Pero eso no quiere decir en ningún caso que ellos sientan menos o peor que nosotras, para nada. En la escala del querer, como yo digo, ambos queremos a nuestros hijos 10 sobre 10, pero usamos sistemas métricos diferentes. No hay que frustrarse, no hay que enfadarse, no hay que pretender que ellos sientan como nosotras o nosotras como ellos. Somos diferentes y esto es maravilloso. Eso sí, a la pregunta de «¿darías la vida por tu hijo?» Ambos contestamos: «sí, mañana mismo».

¿Padres y madres mantienen viejos modelos de relación parental que demuestran la persistencia de las estructuras de género?

Afortunadamente es algo que está cambiando, quizá más despacio de lo que nos gustaría, pero está cambiando. Yo lo observo sobre todo en los niños y en las niñas tanto de mi consulta como en mis propios hijos. Los niños de hoy en día son más tolerantes, más abiertos, más igualitarios, más respetuosos. «Mamá, yo no quiero ser princesa. Yo quiero ser guerrera como tú», me dijo mi hija con 8 años. Soy muy optimista con los niños del futuro. Creo en ellos. Mucho.

¿Qué consejos puede darle a un padre cuyo hijo tenga el llamado síndrome del emperador o niño tirano?

El niño tirano no nace en un día. Es la consecuencia de una educación mantenida carente de límites en la que el niño siempre ha hecho lo que ha querido, no ha habido la correspondiente figura de autoridad que marque el camino, que le ayude a diferenciar el bien del mal, que le muestre que en la vida es más lo que conseguimos siendo generosos que exigiendo. Los niños necesitan límites como necesitan amor y cuidados. Los límites les ayudan a sentirse seguros, a conocer por dónde pueden moverse, a buscar su camino si se creen perdidos. Los límites son necesarios. No podemos pretender educar sin límites, las consecuencias son ésas: niños tiranos, déspotas e impacientes. No debemos sentirnos malos padres por ser exigentes, disciplinados y buscar lo mejor para nuestros hijos; todo lo contrario. Ése es el camino: autoridad, que no autoritarismo. Escucha, comprensión, empatía, cobijo y límites.

¿Qué le ha aportado la experiencia de la maternidad a su profesión?

Madurez, serenidad, equilibrio, realidad… y sobre todo dosis inmensas de empatía. Qué fácil resulta todo cuando lo lees en los libros y qué difícil es cuando entras por la puerta de casa agotada. Con qué claridad lo ves todo cuando te lo explican tus adjuntos en una guardia y qué de fantasmas y miedos te consumen cuando has de ponerlo en práctica con tus propios hijos. Qué fácil es opinar sin haberlo sentido. Qué difícil encontrar las palabras adecuadas cuando sabes conscientemente lo difícil que es porque ya has pasado por ello.

¿Acuden ahora más los padres a la consulta médica? ¿Qué papel juegan las redes sociales en ese cambio de tendencia?

Sí, creo que acuden más porque hay más miedo que antes. Cuando nosotros éramos pequeños en casa se escuchaban las noticias una o dos veces al día: en el telediario de las tres y en el de las nueve. De vez en cuando en la radio de camino al trabajo. Poco más. Ahora tenemos tanta información, tan rápida, tantos medios, tanto, tanto, tanto en las mismas 24 horas que tenían nuestros padres, que entre toda esa información hay mucha desinformación que lo único que genera es miedo. Y el miedo provoca inseguridad y la inseguridad te hace acudir más al médico: «Es que he leído, es que he visto, es que he escuchado...». Mi objetivo tanto en redes sociales como en mi consulta es intentar transmitir tranquilidad, serenidad, información fiable y sentido común. Ese sentido común que antes tenían nuestros padres y que poco a poco nosotros hemos ido perdiendo.

¿Qué hace feliz a un niño? ¿Cómo repercute en los pequeños que sus padres pasen tiempo con ellos?

A los niños lo que verdaderamente les hace felices es pasar tiempo con sus padres. Tiempo real, tiempo de verdad, tiempo de juego y atención plena; por tanto, todo lo que sea ganar en tiempo de calidad con los hijos es tremendamente beneficioso para ellos y para nosotros también. Son unos pocos años los que nos van a necesitar. Aunque nos parezca que el camino es largo, realmente no lo es. Dura hasta que tengan 10-13 años… a partir de entonces, nos dejan de necesitar. Ya está, se acabó. Estaremos, por supuesto que sí, aún les queda mucho camino: adolescencia, juventud… pero ya no es lo mismo. En esa etapa ya es recoger lo sembrado. Su equipaje ya está casi lleno; ellos empiezan a tomar las riendas de sus propias decisiones. Así que si pudiera darle un consejo a los padres y a las madres de niños pequeños sería: aprovecha esos primeros años de vida de tu hijo que aunque intensos, duros, difíciles, aunque esta sociedad no nos lo ponga nada fácil, son maravillosos e irrepetibles.