Nadie duda de que el incremento de las temperaturas provocadas por el cambio climático va a afectar a los ecosistemas que nos rodean y va a alterar los ciclos de la flora y fauna tal y como los conocemos hoy en día. Sin embargo, no todos los expertos están de acuerdo en que, en el caso puntual de las plagas de insectos que afectan a los cultivos o al material vegetal de todo tipo, van a agudizarse por la subida de los termómetros.

Con algunas plagas como el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) , que afecta a las palmeras, que nos llegó desde Asia y que se encuentra ´muy a gusto´ en nuestro clima, ya se tiene claro que hay que convivir con ella en lugar de erradicarla; ha llegado y se va a quedar, animada por las condiciones climatológicas.

Y a eso se dedican desde las administraciones de las comunidades autónomas afectadas, la Región de Murcia entre ellas. Los trabajos se centran en contener su expansión, y es obligatorio un 'pasaporte fitosanitario' para todas aquellas palmeras que viajen. Las comunidades autónomas deben igualmente controlar los materiales de reproducción de determinados géneros y especies de palmacías (una variedad de esta planta) con las que trabajan los viveros.

Toca también plantar cara a la araña roja (Tetranychus urticae), un minúsculo insecto que hace especialmente daño a las plantaciones de cítricos , que aumentará su incidencia a medida que aumenten las temperaturas, según explica Alberto Urbaneja, investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (Ivia).

Urbaneja, coordinador del centro de Protección Vegetal y Biotecnología del Instituto, subraya que «es un hecho que el cambio climático va a favorecer la aparición de plagas de otras latitudes, eso es indudable, y se ha comenzado a notar en países como Holanda; pero en nuestro territorio existe también otro riesgo y es que se rompa el equilibrio biológico natural, que los insectos que atacan los cultivos se hagan mucho más fuertes frente a sus depredadores, como ya está sucediendo con las arañas rojas que atacan a los cítricos».

En el Imida (Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario) también están trabajando en el c0ntrol de las plagas desde hace años. Juan Antonio Sánchez Sánchez es uno de los investigadores del equipo de control biológico y servicios ecosistémicos, que forma pate del departamento de Protección de Cultivos.

Considera «especulativo» señalar qué plagas pueden ser más problemáticas en la Región por el efecto del calentamiento global. «Se habla mucho del impacto del cambio climático como algo catastrófico en concreto con las plagas, pero yo no estoy de acuerdo en términos absolutos», comenta y añade que los organismos vivos tienen unos rasgos de las condiciones en las que se desarrollan, y estos cambios «a algunos les beneficiará y a otros les perjudicará».

De hecho, explica, hay plagas que afectan a cultivos del norte de España de las que «nos hemos librado» aquí porque las condiciones climatológicas (temperatura y humedad) no les son propicias. En cambio, a las especies más termófilas, que están mejor adaptadas a las altas temperaturas, «les puede beneficiar».

Por tanto, insiste, «hay poca información y no contrastada y se exageran demasiado los efectos del cambio climático, cuando la mayoría de las veces la culpa es nuestra».

Ese es el caso de la araña roja. Sánchez apunta que el empeoramiento de la plaga está causada por un exceso de tratamientos químicos en los cultivos. «Si se maneja bien el cultivo, este insecto no se convierte en un problema grave», y lo mismo ocurre con otras epidemias. «Cuando se desestabiliza a los enemigos naturales (los depredadores) por un mal manejo del cultivo no se debe echar la culpa al cambio climático».

Parásitos y depredadores

Parásitos y depredadoresAlberto Urbaneja apunta que es probable que el impacto del calentamiento global sea más importante en los niveles tróficos (cadena alimenticia) superiores, que también dependen de la capacidad del nivel inferior para adaptarse a estos cambios.

Ese es el caso de los parasitoides, cuyos inmaduros se alimentan y desarrollan en huéspedes en los que establecen relaciones muy dependientes de factores como la temperatura. Los parasitoides son el grupo más importante y exitoso de enemigos naturales utilizados en el control biológico de plagas de insectos y su eficacia podría verse afectada por cambios en las condiciones ambientales.

En el IVIA se ha estudiado cómo un incremento de las temperaturas podría romper el actual equilibrio establecido entre parasitoides y huéspedes. El poder prever cómo puede incidir el calentamiento global en estas relaciones tróficas puede ser de gran ayuda a la hora de planificar futuras estrategias de control.

Juan Antonio Sánchez y su equipo han comprobado desde el Imida que los depredadores naturales sucumben cuando solo se utiliza el control químico contra las plagas, y, por tanto, solo los insecticidas acaban teniendo un papel en la lucha contra las mismas. «Y si son insectos bien aclimatados al aumento de las temperaturas, cada vez se necesitará más cantidad de productos para erradicarlos».

Por eso, en el Imida trabajan con los ´enemigos´ naturales de las plagas, esos depredadores que son capaces de mantenerlas a raya. Ya lo han conseguido en el cultivo de la pera. «los enemigos naturales no deben desaparecer; con la pera, antes se utilizaban hasta nueve tratamientos químicos para controlar el ´tsila´ y ahora con uno, y poco agresivo, desaparece». También se ha logrado frenar el ´trips´ del pimiento y del tomate con el manejo de la biodiversidad.

En definitiva, que los cambios en el clima provocarán un reajuste de los sistemas, «pero no se puede saber cómo será, pues actualmente el ecosistema no es un tema muy conocido, como tampoco lo es la interacción entre las especies; falta mucha investigación», concluye el científico murciano del Imida.