Hace tiempo que pienso en escribir qué han sido estos últimos años para mí, pero a veces, enfrentarte a tus vivencias y dejarlas por escrito da un poco de respeto.

En la última revisión me di cuenta de que conozco al doctor Piñero desde hace trece años, siendo el médico, junto a mi oncólogo Jose Luis Romero, que más tiempo ha estado en mi vida y con el que más visitas he tenido. No sabría decir a quien he visto más veces, pero puedo decir que ya forman parte de mi familia. También forma parte de mi familia Tomasa, la enfermera que durante cuatro años me ha pinchado el zoladex. Y por supuesto, merece una mención especial la auxiliar de enfermería que me ha limpiado, cuidado y protegido como si fuera su hija, Mª Dolores Martínez Valenzuela (mi madre).

Todo empezó por octubre de 2005, en Barcelona, mientras ensayábamos una pieza con dos amigas, me noté un bulto debajo del pezón derecho que me molestaba cuando hacía movimientos por el suelo.

Fui a dos o tres médicos allí pero todos me decían que era debido al período, que en breve se me pasaría, que con mi edad era normal.

El bulto seguía creciendo, yo lo notaba, y mi madre, alarmada, me dijo que fuera a Murcia a que me vieran.

Primer contacto con Piñero. Recuerdo que fue muy afable y que transmitía tranquilidad. Me dijo que podía esperar a hacerme las pruebas pero que si fuese su hija se las haría ya. Seguí su consejo, hicieron una punción, extrajeron células y la noticia fue: no es malo, pero te aconsejo quitarlo. Y eso hicimos, el 30 de noviembre estaba en mi primer quirófano. En la biopsia salió que por una parte había células cancerígenas, carcinoma intraductal con algo más que no me acuerdo.

Después de la primera operación, a los diez días, ya me había vuelto a ir a Barcelona porque iba a participar como extra en una ópera en el Liceu y me hacía mucha ilusión participar. Como pensábamos que el pronóstico iba a ser bueno, ¿qué posibilidades había de que una chica joven de 25 años deportista, no fumadora, sin antecedentes familiares tuviera cáncer?, retomé mi vida con cierto nerviosismo pero siendo positiva o inconsciente en todo momento.

Recuerdo perfectamente esa llamada de mi madre en la que el mundo se abrió literalmente bajo mis pies. Para no cortar la llamada subí por las escaleras y fue en ese instante cuando me soltó la bomba que llevaba dos días consigo y no sabía cómo soltar.

Lloré, supongo que más o menos como mis padres, como lo hago ahora el recordar esos momentos tan duros, y eso que han pasado trece años.

A pesar de la noticia, seguí en Barcelona, con los ensayos, con mis amigos, con mi novio de entonces, con mis familiares de allí, esperando la fecha exacta de la siguiente intervención para limpiar más, para comprobar que no había salido de allí y que los ganglios estaban limpios.

La llamada de la fecha fue mientras ensayábamos y al final no pude salir a escena. El día de los inocentes volvía a estar en la camilla. En esta operación perdí el pezón y un quesito de teta. Todo ok, no había viajado, ganglio centinela limpio. Después vino la radio y la terapia hormonal durante cinco años. Y un cansancio enorme, un bajón emocional cuando volví a Barcelona unos meses después. Mi cuerpo ya no era el mismo, mi mente ya no era la misma. Para poder superarlo visité a la psicooncóloga de la AECC de Barcelona, guardo un grato recuerdo de ella, ya que me ayudó a tener ganas de hacer cosas, aunque ya no volví a ponerme en forma para audicionar en el extranjero y audicionar, perdí ese tren.

Me dediqué a hacer otras cosas, volví a tomar clases de danza, y en esos momentos me levantaba feliz y agradecida por poder vivir un nuevo día, aliñado con el miedo a una recaída, a que el bichito estuviera pululando dentro de mí.

Pasaron los años, las revisiones, las visitas a Tomasa una vez al mes, y decidí volver de Barcelona. Volví a mi tierra, a Murcia, a Fuente-Álamo, y volví a bailar, a los escenarios y nació Cía. Girasoles y algunos proyectos bonitos con ella. Conocí a Onil Vizcaíno y me fui a China a montar una coreografía gracias a él y a López Briones.

Me enamoré de Sergio, y después de un año de limpieza del tamoxifeno me dijeron que ya podía quedarme embarazada. Nació Emma en octubre de 2012 y le di de mamar con un solo pecho durante un año. No fue fácil pero mereció la pena.

Al cabo de un año me dijeron que tenía que volver a las revisiones porque llevaba casi dos años sin hacerme pruebas. Ecografía. Mamografía. Parece que se ve algo raro, será una calcificación de la cicatriz. No te preocupes, solo el 15 % de los casos es cáncer. Yo no me llevo bien con las estadísticas, a la vista está.

Otra punción, otra biopsia. 31 de diciembre, otra vez mimadre haciendo de red, esta vez no sé cuántos días lo sabía. Insistieron mucho en que pasásemos la Nochevieja con ellos en casa.

Yo llevaba desde septiembre trabajando en el Conservatorio de Danza, me despedí el 3 de febrero y el 5 volví a meterme en quirófano. Mastectomía y reconstrucción con el dorsal ancho, y simetrización de la izquierda(es de la operación que más me arrepiento).

Antes de todo esto habíamos fijado la fecha de la boda y planeado un hermanito. El sueño del hermanito fue pisoteado por la recidiva, me dijeron que no podría tener más hijos, que tendría que llevar tratamiento hormonal casi hasta el infinito y más allá.

La recuperación fue heavy, muy heavy. Recuerdo que lloré mucho porque no podía hacer rel puente (un ejercicio de pilates), mi cuerpo estaba (y sigue) descompensado, mi lateral derecho era como corcho, y solo sentía dolor.

EL pezón que me habían reconstruido, esa operación me la he saltado, murió necrosado en ésta última.

Ya me habían dicho que no iba a poder ser bombera, ni escaladora, ni hacer trapecio ni telas de circo.

Me casé en julio porque queríamos celebrar la vida y el amor, y pasar un día en compañía de los seres queridos. Los buenos recuerdos hay que fabricarlos y guardarlos para tiempos oscuros.

Volví a trabajar justo un año después y es posible que me precipitara, pero no sé estarme quieta, necesito el movimiento en mi vida. En ese año me ayudaron mucho desde la Asociación Amiga y la psicooncóloga de la Arrixaca, y evidentemente mi familia.

Emma fue una luz, un motivo para estar alegre. Sé que ella sufrió porque estuve más de un mes sin poder cogerla ni casi abrazarla, con apenas un año y tres meses.

Fue duro para todos.

Después de revisiones y revisiones, siempre con un nudo en el estómago por si en cualquier momento te dicen que algo va mal. Y siempre preguntando a mi oncólogo si podía tener otro hijo. Pasaron dos años y al final dijo que sí. ¿Pero seguro que quieres tener otro? ¿Estás segura? Que dan mucho trabajo€

Así que vuelta a dexintoxicarme del tamoxifeno y comprobar que después de dos menopausias provocadas todo funcionara.

Y llegó la noticia, y llegó la vida en mi interior, y llegó Mario, que no pudo tomar teta.

Y ahora tiene ocho meses y medio, y ya gatea, y se pone de pie, y te sonríe con los ojos enormes que tiene.

Y vuelven las revisiones, y el tamoxifeno, y darte cuenta de que tu cuerpo no es el de antes, porque has sido madre y porque has tenido cáncer. A veces piensas que estas tarada, a veces reconoces las heridas de guerra de una persona valiente, otras muchas ni siquiera piensas en ello, solo sigues el curso de la vida, intentas adaptarte a ella y ser feliz con las pequeñas cosas.

Estar en la cama mientras tu familia duerme y darte cuenta de lo afortunada que eres, porque cuando están despiertos no te da tiempo de pensarlo.

Ahora estoy en plena campaña de mocos, compaginando (es mentira, no llego a todo) familia, trabajo y estudios (me he matriculado otra vez de la Universidad). Llega octubre y se acerca el día Internacional de Cáncer de Mama. Siempre es un día especial, por lo que significa, porque dar visibilidad es importante, porque normalizar esta enfermedad hace que nos sintamos menos estigmatizadas, y saber que no estamos solas, que se supera, que es una putada, pero que se supera.

Es importante este día para dar visibilidad a las asociaciones que ayudan a las mujeres con cáncer, para que las mujeres sepan que hay que tocarse los pechos e ir a revisiones, que hay que ser positivas y pensar que se puede superar. La lucha sigue, o no, porque no se trata de luchar, se trata de tener salud y de seguir viviendo.

Yo no sé si soy positiva o no, aunque me gusta pensar que sí e intento estar a legre a pesar de que no siempre lo consigo.

He releído todo lo escrito, y puede parecer que todo ha sido malo, no, no todo, solo he contado mi parte del proceso. Entre medias ha habido risas, llantos, crianza, viajes, libros, teatro, danza, proyectos, ensayos, trabajo, una portada en La Opinión y muchas más cosas, y habrá más crianza, viajes, trabajo, aprendizajes, un libro, quién sabe si algún triatlón y por supuesto alguna producción más con Cía. Girasoles. Habrá mucha salud y mucha vida.

Me quedo con el título de un libro infantil Así es la vida porque siempre hay cosas buenas y no tan buenas, pero así es la vida y merece la pena vivirla.