Hay profesores que cambian la vida. Hay libros que cambian la vida. Cuando su profesor de Historia le regaló La muerte: un amanecer, de Elisabeth Kübler-Ross, un mundo nuevo se abrió ante sus ojos. Un mundo enigmático y sombrío, llamado a ejercer una atracción irresistible en aquella adolescente. Kübler-Ross, una eminente psiquiatra, se erigía como pionera en los estudios de las llamadas ´experiencias cercanas a la muerte´ (ECM). El libro recogía los relatos de personas que, en estado de muerte clínica, habían experimentado cómo su conciencia continuaba operativa. La narrativa de esas personas era la consabida: habían sentido una enorme paz, se habían reencontrado con familiares hacía tiempo fallecidos y se les había comunicado que no era aún llegada su hora y debían regresar.

La adolescente lectora indagó sobre la cuestión. A día de hoy es una de las mayores expertas de nuestro país sobre las ECM. Se llama Mado Martínez, vive en Monforte del Cid y ha pasado los domingos y vacaciones de su mocedad en Jumilla, tierra de sus padres. Muchos jumillanos buscaban el jornal en tierras alicantinas, con mayor pulso industrial. Es descendiente, por parte de madre, del célebre bandolero jumillano ´el Peliciego´. Su voz suena meliflua y narcótica, ajena a los sombríos contenidos que expresa, como si su dueña la forzara a contar historias sobre las que ella nada quiere saber.

Las investigaciones de la autora alicantina culminaron en el libro La Prueba, publicado por Planeta. Con una sonrisa, Mado subraya que tanto el título como el subtítulo - Una investigación que demuestra la existencia del Más Allá - fueron elección de la editorial. El libro, afirma, no ofrece prueba alguna de tal existencia; el libro ofrece toda la información pertinente acerca de las ECM, tanto la perspectiva de quienes las consideran semejante prueba como la de quienes defienden lo contrario.

Uno de los casos más impactantes que recoge la obra es la de Mary C. Neal, cirujana de Wyoming que pasó por una ECM tras sufrir un accidente cuando navegaba en kayak durante unas vacaciones en Chile. Cuando se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de su país, recibió la visita de unos seres espirituales que le trajeron un mensaje: debía vivir porque había de cuidar de su esposo tras la muerte de su hijo, Willie, que fallecería antes de cumplir los dieciocho años. Willie tenía entonces ocho. Willie cumplió los dieciocho años vivo y coleando.

Tras una década sin atreverse a cumplir el mandato de relatar su historia, afirma que Dios se le apareció y le exhortó a hacerlo. Escribió un libro. Unos momentos después de acabarlo recibió el anuncio: Willie, que tenía diecinueve años, había muerto en un accidente de esquí. ¿Cómo interpretar todo esto? «Dios tiene un plan y un esquema para nuestras vidas», concluye la doctora, «pero el libre albedrio y las libres elecciones forman también parte de ellos y pueden influir en el plan».

La experta alicantina afirma que «las narrativas de las ECM son relatos culturales íntimamente relacionadas con nuestros sistemas de creencias y condicionamientos culturales y sociológicos». Con humildad propia de buen investigador, admite haber acabado la investigación con más dudas que cuando la comenzó. «He encontrado testimonios fascinantes y desconcertantes, para los que todavía no tenemos ninguna explicación».

La investigadora alicantina tiñe su libro de un tono autobiográfico cuando habla de su abuela Dolores, jumillana de pura cepa. «Dicen que van a venir por mí», afirmaba antes de morir la mujer, castigada por el alzhéimer. La jumillana sufrió un encharcamiento de los pulmones y fue ingresada. Los familiares se liaron con las horas de cambiarse los turnos en el hospital y fue en ese preciso instante, en soledad, que abandonó este mundo. Mado, atravesada aún por el sentimiento de culpa, afirma que con el tiempo aprendió que muchos moribundos esperan a que sus familiares se vayan para poder morir, como si su presencia en la habitación fuera un peso que les impidiera despegar. Otras veces, sin embargo, sucede a la inversa: esperan a que un familiar que se encuentra lejos llegue junto a ellos para poder despedirse.

Sin embargo, no todas las ECM resultan joviales. La investigadora pone el acento en que la mitad de ellas son vividas como tormentosas. En estos casos, los sujetos quedan gravemente traumatizados y suelen desarrollar síntomas depresivos. Hay ocasiones en que la experiencia es positiva (el túnel, la luz, la paz€), pero el individuo experimenta una transformación que no resulta fácilmente digerible para los demás. Una ECM le costó el divorcio a la actriz Sharon Stone; su marido no la acompañó en la búsqueda espiritual que emprendió tras una experiencia en la que se reencontró con su madre fallecida e incluso con hijos que había perdido en abortos.

«¡Que no entro!»

Particularmente interesantes le resultan a la autora alicantina los casos en que se ha regresado de una ECM investido de ciertos poderes psíquicos relacionados con la clarividencia. Perfecto, un vecino de La Romana, en Alicante, se había envenenado sulfatando el campo y cuenta cómo atravesó el ya célebre túnel y, rodeado de diáfana luz, fue recibido por quien él reconoció como San Pedro. A partir de la experiencia, Perfecto podía ver el futuro.

De repente se asombraba de que hubieran eliminado una rotonda de la carretera. Pero, en realidad, la rotonda no existía aún, aunque era construida en poco tiempo. Se asombraba al ver a alguien que había fallecido en un accidente de tráfico y, efectivamente, era cuestión de semanas que así sucediera. El caso de Perfecto es particular en una cuestión: fue él quien se negó a quedarse. Cuando el hombre que custodiaba la puerta, a quien él automáticamente identificó con San Pedro, le conminó a entrar, él se negó: «¡Que no entro!», asegura que dijo, «¡que me vuelvo!». Perfecto admite que la vida tenía pinta de discurrir con inmensa placidez allí, pero con igual hastío: «Aquello era una vida sin sufrimiento, pero sin ilusión». Perfecto no se veía aún disfrutando de eterno sosiego.

Muy diferente es el enfoque de Cristina Lázaro, una psicóloga murciana, ejerciente en la Asociación NAMASTE, que ha dedicado sus estudios doctorales a analizar las ECM. A mediados de septiembre presentó, en el incomparable marco del Real Casino de Murcia, su obra Lo que dicen los expertos sobre las experiencias cercanas a la muerte, de la que también firmó ejemplares en la reciente Feria del Libro de Murcia. Cristina es psicóloga y doctora en antropología. El libro nace de su tesis doctoral; por primera vez se desarrolla en nuestro país un estudio sobre esta temática avalado por una universidad, la de Murcia en este caso. La investigación se desarrolló en el hospital Reina Sofía de Murcia. La psicóloga y antropóloga entrevistó a más de mil pacientes de la UCI, que respondieron a cuestionarios y escalas diseñadas al efecto. Finalmente, quedaron diecinueve personas que habían vivido una ECM. Aparte de estos, Lázaro entrevistó a decenas de murcianos que relataban una ECM vivida tiempo atrás. Una nueva obra que recoge varios de esos testimonios se encuentra en fase de preparación.

En la portada del libro luce El ascenso al Empíreo, de El Bosco, una obra que recoge los elementos principales de toda ECM. Un cuadro entre perturbador y balsámico para ilustrar el próximo libro que deben leer.

La investigación de la murciana indica que no más de un veinte por ciento de ECM son desagradables: podría decirse que infernales, con visiones de sótanos o tenebrosas estancias y escenas de llanto y dolor.

La psicóloga murciana incide en cómo cambia la vida de alguien que ha pasado por una ECM. En general, se vive con mayor sosiego y se pierde el miedo a la muerte («yo ya he estado allí y es un sitio maravilloso»). Hay quienes, tras una experiencia, han optado por el veganismo, movidos por un más acendrado amor a los animales. También se han producido cambios físicos, como una más baja presión arterial. Algunos sanitarios cuentan que en la habitación donde un individuo ha atravesado una ECM, estando próximo a morir, se han dado cambios súbitos de olor, luminosidad o temperatura.

Anecdótico, pero sumamente interesante, resulta la relación que mantienen con los relojes muchos de quienes han experimentado una ECM. A partir de ese momento, los relojes se detienen, aferrados a la muñeca, pero negándose a operar.

Las ECM, incide Lázaro, son similares en todas las culturas del mundo, incluso entre los niños: sensación de avanzar por un túnel, luz intensa pero no cegadora, encuentro con seres fallecidos, la propia vida discurriendo como en una película€ Las sensaciones durante estas experiencias son sumamente vívidas; los individuos afirman haber tenido sensaciones incluso más intensas que en la realidad ordinaria.

La habitación desde arriba

Uno de los más fascinantes tipos de ECM, relata Cristina Lázaro, son las denominadas ´experiencias de muerte compartida´, en las que los allegados sanos que se encuentran junto al individuo en el umbral de la muerte tienen las mismas sensaciones: el túnel, la luz€ Especial atención le merecen también los casos donde el sujeto experimenta un abandono de su cuerpo. En estos casos, el sujeto ve su cuerpo y toda la habitación desde arriba, como si hubiera echado a volar.

Todos los expertos en la materia se muestran muy cautelosos a la hora de responder a si las ECM son prueba de una vida más allá de la muerte. La doctora Lázaro, con similar prudencia, explica que todo lo que se puede afirmar es que puede existir consciencia hasta tres minutos después de la muerte clínica, como muestran los estudios del doctor San Parnia, realizados en más de veinticinco centros hospitalarios entre Europa y EE UU.

La autora murciana cree que hay razones para dudar de la explicación que apela a mecanismos cerebrales (la ECM se produce en una circunstancia de encefalograma plano) o al efecto de ciertos fármacos (los fármacos son inhibitorios de las ECM, no causantes).

Cuando le muestro mi escepticismo, la doctora me replica con habilidad dialéctica: «¿Y cómo explicar el caso de los ciegos de nacimiento que han podido describir la estancia donde se encontraban, incluidos los colores?».

La psicóloga y escritora murciana confiesa que el estudio de las ECM le ha abierto una nueva perspectiva, aunque no sabe bien en qué sentido. Y lo dice con un fulgor en sus ojos zarcos que fluctúa entre lo enigmático y lo luminoso.

Y enfatiza las palabras con movimientos rotundos de sus manos de largos dedos. Manos cuyas muñecas, me fijo, no lucen reloj. «Dejaron de funcionarme», dice mientras sonríe.