No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Estas palabras de Federico García Lorca, pronunciadas por el poeta en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros (Granada), en septiembre del año 1931, resonaron con fuerza en la mente de dos mujeres hace 14 años. Isabel Gallego y Ana Martínez vieron que gracias al aula de educación para adultos de Lo Campano podían escabullirse de la rutina y disfrutar con las historias que leían en los libros e interpretaban sobre las tablas con el grupo de teatro. Porque como Emily Dickinson decía, «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro». Fue el germen de un proyecto, 'La botica del libro', que recientemente ha ganado el Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2018.

El premio, que tiene carácter honorífico por lo que carece de dotación económica, destaca que el proyecto de 'La botica' fomenta «el valor social que se atribuye a la lectura» y destaca «la convicción que sus responsables muestran respecto al poder de los libros para cambiar la vida de las personas». Por ello, 'La botica del libro' ha sido reconocida por LA OPINIÓN como el Importante del mes de septiembre.

«Estamos que nos salimos», afirma Martínez, preguntada por cómo han recibido la noticia las voluntarias de la iniciativa. Porque el proyecto nació y sigue siendo humilde, sin grandes pretensiones, confeccionado grano a grano... y cosechando premios. Porque el último galardón recogido es la guinda a 14 años de reconocimientos por proponer la lectura como el camino para curar determinados problemas personales y sociales, transformando la realidad social del entorno a través de actividades culturales que posibiliten la participación de todos los colectivos de los barrios donde se encuentra, en este caso, Lo Campano -donde reciben a LA OPINIÓN mientras ordenan todo el material para un nuevo curso- y José María de Lapuerta.

Y es que, las creadoras del proyecto basaron su idea en la capacidad de sanar a través de la lectura, con libros-medicinas que se prescriben a los lectores. De ahí su nombre. Así, la primera 'botica' nació en Lo Campano como microespacio cultural para luchar contra la exclusión social que sufre el barrio.

A partir de entonces, el trabajo callado de la treintena de voluntarios que forman parte del proyectro ha conseguido que la iniciativa cuente con reconocimiento municipal. De hecho, la Concejalía de Cultura trabaja desde entonces codo con codo con el colectivo, «independientemente del color político», explica Martínez.

Porque no solo se trata de dar un libro para que los vecinos lo lean, sino que va mucho más allá. «Hemos conseguido que mujeres que tenían poca habilidad lectora hayan descubierto un mundo nuevo», dice la cocreadora del proyecto. «Dentro de cada libro, uno se abstrae y descubre que el mundo vale la pena explorarlo», insiste. Pero los principales logros se están consiguiendo en los más pequeños y los adolescentes. Y es que, el trabajo de 'La botica' está coordinado con los centros escolares de ambos barrios para llevar un seguimiento de la asistencia a clase de los usuarios. De hecho, lo primero para poder acceder a los libros y a los talleres que organizan desde la iniciativa es no tener faltas en clase y hacer los deberes. A partir de ahí, el mundo de los libros se vuelve totalmente accesible.

Trabajan desde dos barrios cartageneros con características concretas. Por un lado, Lo Campano se ha convertido en un barrio periférico de la ciudad con altos índices de marginación social y cultural; por otro, Lapuerta es una barriada de clase media-baja con alto índice de población inmigrante. En ambos, las actividades van encaminadas a que nadie quede excluido. Por ello, desde la junta directiva del colectivo, presidida por Marina Campos, solicitan la colaboración de más voluntarios. Por ejemplo, en Lo Campano apenas hay cinco personas encargadas de medio centenar de niños, lo que provoca la necesidad de contar con más voluntarios. Martínez hace el llamamiento con un gancho perfecto: «Se recibe más de lo que se da».