Hugo Morán, de 55 años, casado y padre de dos niños de corta edad, es un asturiano que ha estado ligado a la actividad política, siempre en el Partido Socialista, desde que fue concejal, y luego alcalde, del municipio asturiano de Lena. Esto ocurrió en 1987 y 1995, respectivamente. De ahí dio el salto al Congreso de los Diputados y a la Ejecutiva Federal del PSOE, dentro de la Comisión de Sostenibilidad, Medio Ambiente, Energía, Agua,y en algunos momentos, Agricultura y Pesca. Desde mediados de junio ostenta la Secretaría de Estado de Medio Ambiente en el Ministerio para la Transición Ecológica. En sus «escasos» momentos de asueto echa mano de una novela, preferentemente de temática histórica. En la entrevista telefónica concedida a este diario, desgrana las líneas generales de la política de agua, medioambiente, energía y agricultura que defiende el Gobierno socialista. Y todo pivota en torno al cambio climático.

¿Con qué logros se iría satisfecho de haber pasado por este cargo?

Aunque los tiempos en política se miden normalmente por legislaturas, en el ámbito de la sostenibilidad, dentro del marco de la solidaridad intergeneracional, uno no se puede marcar tareas a fecha fija. Mis objetivos, por tanto, no son sino contribuir a dar un paso más para que en el futuro los habitantes de un espacio puedan decir que quien ocupó la gestión ambiental 'x' tiempo no dejó un legado peor que el que recibió al inicio del mandato. Y en gestión ambiental es colocar el compromiso de sostenibilidad en el centro de la acción política del Gobierno, contando con la complicidad de la ciudadanía.

¿Está siendo sencillo implicar a los sectores productores en este objetivo?

Es cierto que un Ministerio para la Transición Ecológica, novedoso en su definición 'abstracta', crea inquietud entre los ciudadanos. Y al compatibilizar el compromiso de la protección ambiental con el de la actividad económica, o incluso la relación del ser humano con el medio, la dificultad mayor se centra en vencer los temores de este desconocimiento. Debemos ir hacia una nueva forma de entender la relación de la acción del hombre con el medio natural que garantice que los recursos naturales sobre los que se sustenta la actividad económica no se deben agotar hoy porque si no los que vengan mañana no tendrán ninguna posibilidad de cimentar su desarrollo.

Esto supone un gran cambio de mentalidad para muchos.

Hablamos de garantizar el desarrollo de un país más allá del momento actual; no menoscabar el futuro de generaciones venideras porque nosotros abusemos de nuestro privilegio de estar antes. Cada quien defiende sus legítimos intereses y su trayectoria de actividad y cualquier modificación de las estructuras de planificación de los sectores implica romper con las inercias y crea dificultades. Nadie ha dicho que sea sencillo hacer un Planeta mejor. Pero la tendencia natural del ser humano es la permanencia a través de la sucesión genética, y garantizar la continuidad de la especie con una mejor condición de vida para los suyos. Y eso no es ni más ni menos que la defensa de la sostenibilidad.

Hablemos de agua. A ustedes les toca la casi utópica tarea de lograr acabar con el déficit estructural de la cuenca del Segura. ¿Cómo piensa conseguirlo?

Yo parto de la premisa de que en el mundo del ciclo del agua no existe el concepto de déficit o superávit. Cada cuenca tiene el recurso que tiene y eso lo marca el ciclo natural. Aunque es prácticamente imposible de romper, había que cambiar el lenguaje hidroeconómico por un lenguaje hidrobiológico al hablar de los recursos de las cuencas. Pero partiendo de la premisa de que no existen cuencas excedentarias y deficitarias, la realidad es que hay cuencas que por tendencia histórica han acumulado demandas que exceden de la capacidad propia de la cuenca para atenderlas. Y eso pasa en todos los ríos, no solo en las cuencas que sufren más estrés, como las mediterráneas. Estamos asistiendo a un proceso de cambio climático que nos lleva a replantear la política del agua en los próximos años, porque vamos hacia un país diferente y más difícil de gestionar por la presión de ese cambio climático sobre los recursos naturales. Por ello, debemos ir hacia un modelo mucho más sostenible.

Un objetivo que no es a corto plazo.

Evidentemente, y va a necesitar de un amplísimo consenso político y complicidad con la sociedad, porque vamos a tener que ser capaces de anticipar escenarios que garanticen la disponibilidad de los recursos para no generar problemas de insostenibilidad económica. Esto nos va a ocupar años y no va a haber soluciones definitivas para realidades cambiantes. Sí podremos aproximarnos hacia patrones de usos de recursos. Y a partir de ahí, adaptar esta política general a escenarios particulares.

¿Algún paso a dar más inminente?

En diciembre el Gobierno tiene previsto remitir a la Cortes la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Acto seguido tenemos que replantearnos algunas de las leyes que regulan la gestión de los recursos afectados por el impacto del cambio climático y nos enfrentaremos a un proceso de tránsito hacia una legislación de transición hidrológica, con todo lo que ello significa.

¿Y esas nuevas leyes pueden afectar al Trasvase Tajo-Segura?

Hay que ser conscientes de que no nos encontramos en un marco de hipótesis futuras, sino de una realidad del impacto del cambio climático, y eso allí (en la Región de Murcia) se conoce bien: once meses sin posibilidad de trasvases no es ni más ni menos que la evidencia de que de lo que hablamos es de gestionar una realidad que ya ha cambiado respecto a una de las fuentes que alimentan al sistema. Y ha cambiado para quedarse, según los indicadores de metereólogos y climatólogos que nos dicen que se puede incluso acentuar. Y en el mundo del agua trabajamos en un escenario reducción de disponibilidad hídrica de entre el 20 y 30% en todas las cuencas. Así recurrir a las trasfusión de recursos de cuencas externas será cada vez una realidad menos viable. Y a la política le corresponde anticipar respuestas, y replantear modelos de gestión, pues los impactos van a ser mayores y en menor tiempo. La dificultad va a ser conseguir que la sociedad sea consciente de que o abordamos entre todos esta tarea o las dificultades de hacerles frente nos llevarán a retrasos que no van a mejorar nuestra capacidad de respuesta como país.

Es decir, que se debe ir pensando que el Trasvase del Tajo no es eterno; y que no habrá futuras conexiones entre cuencas, como demandan los regantes del Levante.

Hay que ser claros para no contribuir a generar expectativas que acaban en frustraciones. No hablamos de problema de futuro. En los últimos cuatro años ha habido declaración de sequía en muchas cuencas hidrográficas. Plantear interconexiones de cuencas que caminan hacia situaciones de impactos climáticos es como pedir que el mundo de la política y la economía caminen en dirección contraria a la realidad natural. Hasta donde yo sé las leyes de la Naturaleza acaban imponiéndose sobre las del hombre.

Cada cuenca debe apañarse con los recursos propios.

Deberán sacar el máximo rendimiento posible sin superar los límites de la sostenibilidad al conjunto de fuentes que nutren su sistema: superficiales, subterráneas, reutilización, y algunas, además, la desalación. Todas son fuentes convencionales y con la suma de ellas los sistemas deben ser autosuficientes. A partir de ahí el debate debe centrarse en cuánto tiempo y recursos económicos necesitaremos para recorrer el camino, que no será ni a corto ni a medio plazo.

Insisto, no a futuros trasvases entre cuencas y la continuidad del Tajo-Segura, en el aire.

Hablar de futuros trasvases es utópico y sería engañar a la sociedad seguir dando vueltas a esa hipótesis. Y en el caso del Trasvase Tajo-Segura no está tanto en manos de la política la decisión sobre su continuidad, sino de la naturaleza. Y me remito de nuevo a los once meses sin envíos. Sería por tanto irresponsable fiar la sostenibilidad y el futuro de la actividad económica del territorio pensando en que Dios proveerá. Debemos pensar en un modelo que permita generar certezas y no fiarlo a la bondad de la naturaleza.

Antes ha mencionado la desalación como una fuente de recursos para la cuenca. Pero hay varios asuntos pendientes de resolver: el precio; la falta de interconexión entre las plantas; y que la desaladora de Torrevieja por fin funcione al doble de su capacidad.

El regantes sabe que el agua más cara no es la que más alto tiene el precio, sino que es la que no se tiene. Pero lo cierto es que es la energía el factor que más incide en el precio de este recurso y creo que estamos en condiciones de asegurar que esta barrera ya ha sido superada por el uso de las energías renovables, como la solar. La tecnología ya nos permite reducir los costes en casi un 80%, y producir agua desalada a un precio altamente competitivo. La única barrera a superar, que no es menor, es el modelo de mercado energético, que ahora no permite trasladar estos avances al recibo final del consumidor. Y es un reto de este Ministerio en el binomio energía/agua.

¿Cuánto se podía abaratar el precio?

Con carácter general el objetivo que nos hemos marcado es que el agua que el sistema suministra no tenga precios distintos dependiendo de la fuente; de la misma manera que no pagamos la luz dependiendo de si es de planta solar, nuclear o presa hidroeléctrica. El precio debe ser la combinación de las fuentes de agua.

¿Para cuándo los 80 hm 3 en Torrevieja?

Nuestra voluntad es que esté en condiciones de producir al doble de su capacidad a partir de octubre, pues sólo falta el proceso administrativo de recepción de la obra por parte de Acuamed. Y de cara a 2021 nuestro objetivo es duplicar la capacidad de producción del conjunto del sistema de desalación con todas las plantas; acelerar la conexión entre ellas y mejorar el sistema de almacenamiento para que produzcan las 24 horas del día los 365 días del año, y no solo a demanda.