Buenas noches.

Muchas gracias a todos por acompañarnos en esta fiesta de cumpleaños.

Porque cumplimos treinta años, tenemos ya treinta años a nuestras espaldas, y, frente a nosotros, todo el futuro por delante.

Quizá, es cierto, ya no somos los mismos que cuando empezamos. Pero aún quedan entre nosotros unos cuantos de aquel entonces, ahí están Ángel Montiel, María José Gil, May Medrano y Juan Carlos Collada.

Y con ellos, con los que llevamos ya más de una o dos décadas, con los que acaban de llegar y, por supuesto, con todos los que han pasado pero ya no están aquí.

Todos ellos hemos logrado conformar el equipo mejor preparado ante los retos que nos quedan por delante.

Decía que nosotros, los de antes, ya no somos los mismos. Y es cierto, han cambiado demasiadas cosas.

Pero la esencia, los rasgos de carácter, el adn, sigue inmutable: Rigor informativo, profesionalidad y honestidad, esto último con mayúsculas.

Decía Kapuscinski que "para ser buen periodista hay que ser buena persona". No podemos estar más de acuerdo.

No he conocido a ningún buen periodista que sea mala persona, y, para mi decepción, sí he conocido a alguna mala persona que se hacía pasar por periodista.

Y de la mano de la honestidad camina la humildad. Nosotros no aspiramos a encumbrar ni a derrocar gobiernos, no aspiramos a dirigir el rumbo de una región. Nuestras funciones son más prosaicas.

Nuestra función, en una sociedad libre, que, recordemos, necesita de nosotros; nuestra función, decía, no puede ser más que la de poner en manos de la ciudadanía toda la información:

Y que sea ella quien decida si encumbra o derroca a un gobierno, si cambia o no el rumbo de una región, si abre o no "las grandes alamedas para construir una sociedad mejor".

Cumplimos treinta años, y podríamos recrearnos en hacer un repaso de todo lo que hemos hecho. Pero eso hoy no toca. No tenemos la edad.

Lo haremos cuando tengamos cien o ciento veinte.

Sería un error en estos momentos regodearnos en mirar atrás, con todo lo que hay por delante.

En cada edad tenemos unas virtudes, unas capacidades. En la infancia aprendemos a base de errores. En la adolescencia y juventud podemos confundir la valentía con la temeridad.

Pero con treinta años, estamos en disposición de decir que somos osados y con los pies muy en la tierra.

Con treinta años, gozamos de un equilibrio envidiable entre la madurez y la juventud, entre la experiencia y la urgencia; todo en su justa medida.

Con treinta años, sobre todo, hemos demostrado nuestra absoluta capacidad de adaptación ante los cambios. Que no han sido pocos.

Las cifras, como ya han visto, nos dan la razón; tanto el EGM como los datos de difusión digital. La tendencia es crecer. La Opinión es tendencia.

Y marca tendencia

Tenemos treinta años. Acabamos de cumplirlos. Y esto no ha hecho más que empezar. Lo mejor está por contar

No querría bajarme de este escenario sin antes dar unas gracias especiales, de corazón, a todo el ´pedazo de equipo´ que me acompaña día a día en esta a veces tortuosa pero siempre urgente travesía hacia al futuro.