La desigualdad socioeconómica y los factores ambientales tienen un efecto directo en la talla de las personas: a más pobreza, menos se desarrollan los niños durante su etapa de crecimiento. Esta es la principal conclusión de una serie de estudios liderados por la Universidad de Murcia, en los que participan trece investigadores de diez universidades españolas, siendo el principal el profesor de Economía Aplicada de la UMU José Miguel Martínez Carrrión.

Se trata de 19 investigaciones que abordan distintas facetas de la desigualdad de la salud nutricional y de sus condicionantes en los últimos tres siglos. Un estudio que, si bien refleja datos nacionales, nació en la Región de Murcia: «El proyecto surgió originariamente en los años 90 e iba sobre la evolución de la altura para medir la desigualdad social en la Región de Murcia. Fue una investigación robusta, llegamos a disponer de una base de datos de 200.000 observaciones de Murcia y otras zonas del sureste, como Orihuela, para darle una cobertura geográfica que tuviera una unidad ambiental», explica Martínez Carrión.

Investigaron con datos antropométricos, contrastaron la evolución de la altura y las tendencias a largo plazo con el fin de analizar la desigualdad de la salud nutricional y comprobar las diferencias, incluso ambientales, y «descubrimos que la altura creció casi 12 centímetros en el siglo XX, mientras que en el siglo XIX estuvo prácticamente estancada. La prevalencia generalizada de la malnutrición hasta finales de ese siglo fue uno de los principales hallazgos».

Otro de los descubrimientos fue la relación existente entre la altura y las enfermedades, lo cual estaba altamente condicionado por la calidad de vida de los murcianos: «Las estaturas masculinas en el sector más oriental de la Huerta de Murcia eran muy bajas, por debajo de 1,60 metros en hombres, y en las zonas más afectadas por las charcas, donde existían más enfermedades, las estaturas medias llegaron a ser de 1,57 m.

En la Región, lo que más nos llamó la atención es que las mayores alturas se encontraban en Totana (aunque siendo bajas comparadas con los promedios europeos de entonces). Y tenemos indicios de que estaba motivado por el factor ambiental, pues esta zona tiene un medio ambiente relativamente más favorable y un mayor acceso a los recursos por ser una zona de pequeños propietarios, con mejor nivel de vida en términos de salud y alimentación», expone Martínez Carrión, cuyos trabajos de investigación utilizan como base principal los registros militares de la talla de los mozos que hacían el servicio militar desde finales del siglo XVIII hasta el año 2001, cuando desapareció el servicio militar obligatorio.

«Desde entonces solo podemos utilizar como referencia las encuestas nacionales de salud en las que consta la altura y el peso de los individuos adultos. Creemos que deberían hacerse registros seriales para poder tener datos de toda la población, ya que está demostrado que la talla es un indicador que mide el efecto de las desigualdades del estado nutricional o el acceso a una correcta alimentación», defiende el investigador de la UMU, quien está convencido de que esos datos seriados permitirían saber con precisión los efectos de la crisis económica vivida desde el año 2008 sobre el crecimiento de los niños y adolescentes: «Esto viene a colación de que hemos comprobado que las situaciones de crisis y privación alimentaria fuerte han tenido un impacto en la altura. De algún modo pensamos que la crisis actual ha tenido un efecto negativo en la nutrición infantil de determinados sectores sociales. Si tuviéramos datos, probablemente cuando estos niños crecieran veríamos si esto habría influido». Lo plantea Martínez Carrión como una situación de alerta, para pedir a las instituciones que «hagan un esfuerzo para tener buenos datos antropométricos».

Tras los efectos que dejó la Guerra Civil y la pobreza de la posguerra, la estatura de los murcianos aumentó muy significativamente en la segunda mitad del siglo XX: «La revolución científico-médica que provocó el declive de las enfermedades infecciosas y la mortalidad infantil, unida a la implantación del estado del bienestar que garantizó el acceso a los recursos básicos como la sanidad, hicieron posible que tuviéramos unas condiciones de salud que permitieron que la altura creciera y que, incluso, se haya producido una convergencia a escala territorial, dentro de la Región y con España». Sin embargo, el profesor de la UMU alerta de que «aún existen desigualdades».

La nutrición infantil, vital

Conocer la dimensión de la malnutrición y el retraso en el crecimiento en el pasado, como los contextos que impulsaron el incremento de la altura adulta en el último siglo proporciona un valioso conocimiento para entender los problemas actuales e intervenir con atino en las políticas futuras sobre la infancia y la adolescencia.

«Uno de los datos que más nos llama la atención es que la mayoría de estudios y políticas de nutrición infantil se centran en la importancia de la misma en los primeros 3 años de vida (primeros mil días); sin embargo, hemos detectado que también es importante la fase antes de la pubertad y durante la misma. Entre los 11 y 16 años hay una fase de crecimiento acelerado que puede ser también bastante sensible a los cambios ambientales. De esta manera, si hay una mala nutrición o un deterioro en la calidad de los nutrientes, eso efectivamente podría afectar al deterioro del crecimiento y retrasarlo», explica Martínez Carrión.

«Esto es importante, muchas instituciones de carácter internacional que están focalizando la nutrición infantil en los 3 y 5 primeros años de vida ya están percibiendo la importancia de mantener la vigilancia nutricional en esa segunda fase con el fin de que, al final, la altura adulta que puedas conseguir sea la más cercana a la normal en términos de salud», concluye el investigador de la Universidad de Murcia.